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Los campos de refugiados de Bangladesh siguen expandiéndose pese al acuerdo de retorno

Los campos de refugiados de Bangladesh siguen expandiéndose pese al acuerdo de retorno

EFE

Balukhali (Bangladesh) —

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Los campos de refugiados rohinyás continúan expandiéndose con nuevas llegadas, dos semanas después de que Bangladesh y Birmania (Myanmar) acordaran la repatriación de más de 625.000 miembros de esta minoría musulmana llegados desde el 25 de agosto huyendo de la violencia.

Al menos 350.000 de esos rohinyás se han instalado en los ya campos de Balukhali y Kutupalong, en el sureste de Bangladesh, que sumados a los 100.000 que ya vivían en la zona llevó a que ambos asentamientos se hayan fundido, conformando una ciudad de refugiados de casi medio millón de personas.

La construcción con troncos de madera de una mezquita marca por ahora el límite entre la última área habitada del campamento, conocida como zona XX por las organizaciones humanitarias, y colinas completamente deforestadas a la espera de nuevos asentamientos.

Hileras interminables de personas se adentran de manera continuada en las colinas sin árboles con los brazos vacíos para, minutos después, regresar cargados con enormes fardos de madera, que serán usados sobre todo como leña y para pequeñas construcciones.

“Ahora mismo nos encontramos en la zona donde se está extendiendo. Estamos en la zona XX, donde estamos trabajando nosotros”, afirma a Efe Raquel Bernedo, de la unidad de respuesta de emergencias de la sección española de Cruz Roja.

Bernedo, que lidera la unidad de construcción de instalaciones sanitarias, explica que al encontrarse en una fase inicial en esa zona, donde “de momento no hay nada”, están “construyendo letrinas de emergencia y luego con los otros programas de Cruz Roja y Media Luna Roja se harán letrinas más sostenibles”.

“Hasta la fecha hemos construido 75 letrinas, 3 de ellas sostenibles en áreas de mujeres vulnerables, y hemos construido unos 100 puntos de lavado femenino, que son dobles. Son unas tiendas en las que pueden ducharse o lavar la ropa”, detalla la española.

Cerca de la choza de plástico y bambú de la viuda Somuda Hatu, de 33 años, operarios de Cruz Roja están construyendo letrinas y puntos de lavado femenino, un respiro en un lugar densamente poblado sin apenas intimidad.

Hatu vive sola con sus seis hijos de entre 3 y 12 años después de que, según relata, a su marido lo asesinaran unos soldados birmanos.

“Vi cómo los militares mataban a mi gente. A mi marido lo mataron, le dispararon”, narra a Efe la viuda mientras lava ropa de cuclillas bajo una bomba de agua.

Los rohinyás recién llegados a Bangladesh, casi 2.000 en la última semana según el informe de situación del Grupo de Coordinación Intersectorial de la ONU, denuncian que siguen esos y otros abusos como la quema de casas por parte del Ejército birmano.

“Se siguen produciendo todos los días nuevas llegadas a Bangladesh (...) con una necesidad desesperada de apoyo humanitario”, asegura a Efe Fiona MacGregor, una de las encargadas de comunicación en el país de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de la ONU.

Según detalla MacGregor, la OIM acoge primero a esos recién llegados en un centro de tránsito y después “los guía hacia un asentamiento, en general a Balukhali, donde se les provee de lonas, cuerdas, artículos domésticos y herramientas”.

Concretamente, anota, operarios de OIM los trasladarán hasta “las áreas menos congestionadas y allí se les guiará sobre cómo construir sus refugios”.

“La OIM emplea a trabajadores rohinyás para ayudar a las familias que son incapaces de construir sus propios refugiados”, subraya MacGregor.

El pasado 23 de noviembre los gobiernos de Bangladesh y Birmania acordaron, en forma de memorándum, el inicio de un proceso de repatriación de rohinyás en el plazo de dos meses.

La crisis de los rohinyás comenzó el pasado 25 de agosto, tras un ataque de un grupo insurgente de esta comunidad musulmana contra instalaciones policiales y militares en el estado birmano de Rakáin, una acción que fue respondida con una campaña del Ejército birmano.

Birmania no reconoce a los rohinyás como una comunidad de ese país y los considera bangladeshíes, mientras que Bangladesh, donde ya antes de esta crisis vivían unos 300.000 miembros de esta minoría, los ha tratado siempre como extranjeros.

La ONU y organizaciones defensoras de los derechos humanos han denunciado repetidas veces que existen pruebas claras sobre abusos a civiles, que han calificado como “limpieza étnica”, un extremo que niega el Ejército.

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