Despejada una de las incógnitas del Alcázar de Sevilla: el Cenador de Carlos V se erige sobre un palacio almohade

La intervención arqueológica se ha realizado como paso previo a los trabajos de restauración que se van a acometer en el pabellón

Sara Rojas

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Mucho se ha investigado y escrito sobre la historia enterrada en el subsuelo del Real Alcázar de Sevilla, pero sus jardines y huertas siguen estando sembradas de incógnitas. Una de ellas, la que sobrevolaba al Cenador de Carlos V, se ha resuelto tras la intervención arqueológica que acaba de culminar en este pabellón enclavado en los jardines del Alcázar y considerado “una obra maestra del siglo XVI”.

Hasta ahora se pensaba que el Cenador era “una reconversión de alguna tumba funeraria”, pero, después de 20 días de trabajo en dos catas arqueológicas, se ha descubierto que la construcción renacentista se asienta en realidad sobre un antiguo palacio almohade de función recreativa. Esa es la principal conclusión a la que ha llegado el equipo de arqueólogos que se ha encargado de desarrollar la investigación, dirigida por el profesor Miguel Ángel Tabales.

Con este hallazgo, se empieza a completar uno de los puzzles que más intrigados tenía a los investigadores. “En el mundo de la gran edificación califal almohade, que era su enorme Alcázar de 17 hectáreas, sabíamos mucho del siglo XVI en adelante, pero nada de los periodos anteriores y nos quedábamos huérfanos cuando nos adentrábamos en sus huertas, de las que no sabíamos nada”, reconoce el arqueólogo de la US que ha dirigido los trabajos. Ahora, celebra Tabales, “hemos descubierto un mundo de recreo que no sospechábamos, pero que evidentemente está y nos permite saber que las huertas estaban regularizadas y destinadas a muchas funciones, entre ellas también la del ocio y el disfrute del lugar”.

Un palacio de recreo en lugar de una tumba

La importancia de esta primera fase de la investigación radica, por tanto, en que desmonta la idea “casi incontestable” que se había asentado en torno al Cenador de Carlos V, donde se presumía que descansaban “los restos de las antiguas alcobas funerarias de los reyes taifas o, como mucho, del califato”, como reconoce el arqueólogo Miguel Ángel Tabales.

Sí se ha constatado que el cenador que se erige en el siglo XVI está retocando de manera “amplia” un edificio anterior “plenamente almohade”, datado a finales del siglo XII y principios del XIII. La novedad es que el complejo palatino que se aprovecha para la construcción del inmueble renacentista no encerraba una función funeraria, sino que tendría “una función lúdica, de recreo”, al menos en su exterior, según ha señalado este lunes el profesor que ha dirigido los trabajos durante la presentación de los primeros resultados.

Trabajos que van a “servir de apoyo para la futura restauración y conservación del propio Cenador”, como ha avanzado el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, quien se ha fijado como objetivo culminar la intervención en este enclave para 2026, año en que se conmemora el 500 aniversario de la boda de Carlos V con Isabel de Portugal en la ciudad, acontecimiento que motivó la construcción de este valioso inmueble renacentista.

La hipótesis del palacio de recreo almohade de mayor dimensión que la construcción renacentista se apoya en que el Cenador actual está rodeado perimetralmente por una serie de estancias, “con sus propios enlucidos y compartimentaciones”. En una de las catas arqueológicas incluso se ha encontrado una letrina. Todo ello sumado a que ahora se sabe que el palacio original tenía cuatro arcos que servían de entrada en cada uno de los frentes (actualmente el pabellón solo cuenta con una entrada al sur) hace que se desmorone la sospecha de que se trataba de un sepulcro de los antiguos reyes musulmanes, como detalla Tabales a SevillaelDiario.es.

Seguir despejando incógnitas

Este hallazgo, más allá de desmontar las hipótesis de los investigadores, incrementa el valor que ya de por sí entrañaba el Cenador de Carlos V, “una obra maestra del siglo XVI”, según Tabales. “No es un edificio cualquiera: no hay en Granada, en Marrakech ni en ninguna otra ciudad una qubba –término árabe que designa una estructura arquitectónica con base cuadrada y cúpula o techo de madera– rodeada de otra edificación similar y de estancias nobles alrededor”, asegura el arqueólogo que ha pilotado el estudio arqueológico realizado en uno de los pabellones más icónicos del Alcázar.

No obstante, el profesor Tabales recuerda que el proyecto de restauración contempla también intervenir en el interior del pabellón, donde se encuentra “uno de los pavimentos más espectaculares del Renacimiento español”, por lo que espera poder recabar más información en un futuro, aprovechando la intervención para sanear la fuente.

Por el momento, los primeros trabajos realizados en el Cenador de Carlos V permiten reconstruir “cómo eran las huertas musulmanas”, y constatar que “la zona denominada de las huertas del Real Alcázar Islámico disponía de edificios de recreo que hasta ahora no conocíamos, zonas de vida pública perfectamente urbanizadas, organizadas y planificadas”, como ha enfatizado el regidor hispalense.

Por todo ello, aunque estos hallazgos hayan desmontado las esperanzas de localizar los sepulcros de los antiguos reyes musulmanes, se abre la puerta a conocer el desconocido pasado de las huertas almohades y a continuar despejando incógnitas, pues las tumbas “habrá que seguir buscándolas en otros lugares”.

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