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Las chabolas en altura ganan terreno en las favelas de Sao Paulo

Las chabolas en altura ganan terreno en las favelas de Sao Paulo

EFE

Sao Paulo —

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Las improvisadas chabolas que colonizan Sao Paulo se han reinventado. De las construcciones con planta baja o una altura que marcaron los inicios de estos arrabales se ha pasado a vertiginosas viviendas de hasta ocho pisos con paredes torcidas, ladrillo descubierto y planchas metálicas a modo de tejado.

Así sucede en Heliópolis, la mayor favela de Sao Paulo situada a menos de 10 kilómetros de su centro financiero, el más importante de América Latina.

La necesidad de habitar un espacio en una ciudad con un enorme déficit de viviendas ha impulsado estas polémicas “autoconstrucciones” precarias, que van sumando pisos hacia arriba para acompañar el empuje demográfico en una aérea metropolitana que cuenta con unos 20 millones de habitantes.

El nacimiento de un nuevo hijo, un pariente que regresa a casa o una separación sentimental son algunos de los motivos por los que los habitantes de la comunidad reúnen los materiales y, sin cualificación ni supervisión técnica, se ponen manos a la obra.

Cada “puxadinho”, nombre que reciben estos anexos informales al domicilio, cuenta la historia de una familia, lo que hace que no existan dos casas iguales en la favela más grande de Sao Paulo en superficie (alrededor de un kilómetro cuadrado) y la segunda en población (210.000 habitantes).

Sandra Regina dos Santos tiene 61 años y llegó a Heliópolis “cuando todavía no era Heliópolis”, tal y como relató a Efe: “Todo era maleza, no había ni agua ni luz”, describió.

En 1976, su marido José Mariano tardó sólo cinco horas en construir una barraca de madera que serviría para cobijar al matrimonio, sus siete hijos y un octavo que estaba “por venir”: “Sólo había un colchón tirado en el suelo”, narró Sandra, sin dejar de sonreír.

Con los años, llegaron los ladrillos, el yeso y las tres plantas que hoy se alzan en aquel mismo lugar y suman 200 metros cuadrados, compartidos por nueve miembros de la familia.

“Este es el primer mueble que compro en mi vida”, dice Sandra con orgullo, mientras pasea por la cocina y señala un armario marrón y gris brillante, que adquirió hace unos meses.

El mueble reluciente destaca con el resto de mobiliario viejo que permanece pegado a las paredes, cubiertas por azulejos sólo hasta poco más de la mitad: “No teníamos más, pero ya lo acabaremos”, señaló Sandra.

La casa de esta familia fue reformada, como muchas otras, por la ONG Hábitat para la Humanidad, una organización internacional sin ánimo de lucro que realiza mejoras en las viviendas más precarias de Heliópolis.

Rene de Castro, que es arquitecto y supervisa las obras en la región, explica que durante los últimos años llegaron a la favela algunos emprendedores que aprovechan que el terreno es barato para construir grandes edificios de hasta ocho pisos y los alquilan después a precios casi de mercado.

“Se puede hablar de especulación inmobiliaria”, comentó Rene, quien alerta del peligro de una posible “gentrificación” en la propia favela que se traduzca en “una segunda expulsión” de las familias que ya fueron excluidas allí.

Para el arquitecto, el amontonamiento de casas en aquellas comunidades es el símbolo del “déficit habitacional” de Brasil, país donde se calcula faltan unos seis millones de hogares.

El concejal de vivienda de Sao Paulo, Joao Farias, reconoció que para una ciudad en la que se estima que un millón de personas viven en favelas, la solución a la vivienda es todo un desafío.

El edil apuntó que el Ayuntamiento firmó hace unos días la primera asociación público-privada para construcción de viviendas sociales en Brasil, que prevé crear hasta 40.000 unidades hasta finales de 2020.

Farias señaló que el presupuesto público del municipio para políticas de vivienda social de este año es de unos 148 millones de dólares, una cifra que se revela escasa para una metrópoli como Sao Paulo, que sólo para el mantenimiento de la ciudad dedicará este año 370 millones de dólares.

Ante la falta de recursos, el secretario estimó que es fundamental que el Gobierno federal, que llegó al poder este año con el ultraderechista Jair Bolsonaro al frente, defina pronto su política de vivienda, de la que dependen en gran medida.

Sobre el incierto futuro de Heliópolis, que crece de forma espontánea y descontrolada hacia arriba, nadie se atreve a hacer un pronóstico certero, pero lo que Sandra sí sabe es que el de su familia está allí: “No me veo en otro lugar”, sentenció.

Mientras, una de las hijas con las que comparte techo, Juliele, de 25 años, piensa a corto plazo: “Yo creo que todavía se puede construir otra planta más”, dice con la mirada puesta en el techo de la cocina a donde aún no llegan los azulejos.

Laura López

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