De antepasados a materia prima: el hallazgo en China que muestra cómo cambió el valor del cuerpo humano

Arqueólogos chinos han hallado más de un centenar de huesos humanos trabajados en el yacimiento neolítico de Liangzhu, en el delta del río Yangtsé, una de las primeras ciudades de Asia oriental. El estudio, publicado en Scientific Reports, plantea que estas piezas no son simples objetos rituales, sino un reflejo del cambio social que acompañó al nacimiento de las primeras sociedades urbanas. Los restos, que datan de hace entre 4.800 y 4.600 años, sugieren que la forma de entender la muerte (y el cuerpo humano) se transformó a medida que la vida comunitaria se hacía más compleja.

Significa un punto de inflexión

La cultura Liangzhu representa un punto de inflexión en la historia de China. Entre 5.000 y 4.500 años atrás, esta sociedad dominaba un vasto sistema de canales y murallas que unía aldeas y centros administrativos. Su sofisticada ingeniería hidráulica, sus templos y objetos de jade evidencian una jerarquía social avanzada y una economía centralizada. En 2019, la UNESCO la reconoció como Patrimonio Mundial por ser una de las primeras civilizaciones urbanas del mundo. En ese contexto, los huesos estudiados ofrecen un testimonio inesperado de cómo la urbanización alteró las prácticas simbólicas más profundas.

El hallazgo incluye 183 huesos humanos, de los cuales 52 muestran marcas evidentes de trabajo manual: cortes, perforaciones o pulidos. Lo más sorprendente es su ubicación: no aparecieron en tumbas ni en contextos funerarios, sino en canales y fosos asociados a zonas de actividad doméstica o artesanal. Tampoco se hallaron junto a ofrendas, lo que descarta un uso ritual convencional. Muchos fragmentos proceden de cráneos y mandíbulas, las partes del cuerpo más recurrentes en la colección, lo que sugiere una selección deliberada del material.

Los investigadores clasificaron las piezas en seis tipos principales: fragmentos pulidos, mandíbulas ornamentadas, huesos perforados, placas planas y copas elaboradas a partir de cráneos humanos. Cerca del 80% de los objetos estaba inacabado, lo que apunta a que los artesanos experimentaban con la materia prima más que a la fabricación de objetos simbólicos o utilitarios. Las marcas microscópicas revelan el uso de herramientas de piedra y jade, con técnicas de raspado, abrasión y pulido comparables a las empleadas para trabajar huesos de animales. En algunos casos se identificaron señales de reutilización, lo que indica que los restos no se trataban con un valor sagrado.

Se descartan la violencia o canibalismo

El análisis anatómico y contextual descarta cualquier indicio de violencia o canibalismo. Los huesos fueron recolectados tras la descomposición natural de los cuerpos, sin huellas de desmembramiento ni fracturas intencionadas. Los restos pertenecen a hombres, mujeres y niños, lo que sugiere que no hubo selección por edad, sexo o rango social. Las dataciones por radiocarbono sitúan la práctica entre 4800 y 4600 años antes del presente, contemporánea al auge urbano de Liangzhu.

Aunque algunas piezas, como las copas craneales, podrían conservar un componente ritual, la mayoría carece de elementos que apunten a ceremonias religiosas. Los autores del estudio proponen que el uso de huesos humanos se integró gradualmente en la vida cotidiana, quizá como un material de trabajo más. En lugar de representar un culto a los antepasados, estos objetos habrían reflejado un proceso de despersonalización del cuerpo humano: un paso en el que los muertos dejaron de ser miembros identificables de la comunidad y pasaron a ser anónimos.

Las diferencias entre las aldeas y las grandes ciudades

Esa transformación coincide con un momento crucial de cambio social. En las aldeas pequeñas del Neolítico temprano, las redes familiares y el vínculo con los antepasados estructuraban la vida comunitaria. Pero en ciudades como Liangzhu, con miles de habitantes y jerarquías complejas, los lazos de parentesco se diluían. Los investigadores interpretan el hallazgo como un síntoma de esa transición: en una sociedad urbana, la muerte se vuelve impersonal, y el cuerpo deja de ser un símbolo de identidad colectiva para convertirse en un recurso material o un residuo.

Más allá de su dimensión arqueológica, el estudio ofrece una nueva lectura sobre el origen de la mentalidad urbana. Los huesos tallados de Liangzhu revelan que el proceso de urbanización no solo transformó la economía y la arquitectura, sino también la forma en que las personas percibían la vida y la muerte. El equipo científico propone continuar con análisis de ADN y estudios isotópicos para determinar la procedencia y el estatus de los individuos. Si se confirma que algunos pertenecían a grupos externos o subordinados, el hallazgo podría redefinir cómo se entiende el nacimiento de la desigualdad y la deshumanización en las primeras ciudades de la historia.