Un nuevo análisis integrado de los restos hallados en la cueva de Goyet, en Bélgica, revela un patrón inesperado de canibalismo selectivo entre los últimos neandertales de Europa. El estudio, publicado en Scientific Reports, combina datos genéticos, isotópicos, morfológicos y estructurales para reconstruir la identidad biológica de las víctimas y muestra que el conjunto de restos recuperado estaba formado, sobre todo, por mujeres adultas o adolescentes de baja estatura, gráciles y cuyos adultos presentan un origen no local.
Junto a ellas, los investigadores han identificado a dos individuos inmaduros: un niño y un neonato. La composición del conjunto y su tratamiento osteológico indican una selección deliberada en la acumulación de los individuos representados y refuerzan la hipótesis de un episodio de exocanibalismo vinculado a tensiones entre grupos humanos durante la transición del Paleolítico medio al superior.
El enclave más destacado
La cueva de Goyet contiene la colección más extensa de restos neandertales del norte de Europa y se excava desde finales del siglo XIX, lo que complicó durante décadas la interpretación de los hallazgos por la falta de información contextual. Las investigaciones previas ya habían identificado marcas de canibalismo y la reutilización de fragmentos como herramientas, pero el marcado nivel de fragmentación de los huesos dificultaba reconstruir la biología de los individuos. El nuevo trabajo permite superar esa limitación integrando técnicas de genética, análisis isotópico, imagen 3D y morfometría geométrica, lo que ofrece por primera vez un perfil detallado de las personas que formaron parte del conjunto.
El análisis lo confirma
Los resultados confirman que los restos pertenecen a un mínimo de seis neandertales: cuatro mujeres adultas o adolescentes, un niño y un recién nacido. Para evaluar si esta composición podía deberse al azar, los autores realizaron miles de simulaciones basadas en distintos modelos de mortalidad del Pleistoceno. En todos los casos, la probabilidad de obtener un grupo compuesto exactamente por cuatro mujeres jóvenes y dos menores es extremadamente baja, lo que descarta que el perfil responda a un patrón demográfico natural. En contraste, conjuntos como el de El Sidrón (Asturias), también afectado por canibalismo, sí se ajustan a distribuciones esperables. Esto sugiere que en Goyet hubo una selección consciente de individuos, más que una acumulación fortuita de restos.
La evidencia osteológica confirma patrones intensivos de procesamiento: numerosos huesos presentan marcas de descarnamiento, fracturación en fresco, extracción de médula y golpes percutores. Algunos fragmentos fueron incluso empleados como retocadores líticos. La distribución anatómica también llama la atención: predominan fémures y tibias de adulto o adolescente, los huesos más ricos en médula. Este tipo de señales coincide con prácticas de canibalismo nutricional y se asemeja al tratamiento aplicado a los animales consumidos en el mismo nivel, principalmente caballos y renos. No se observan, en cambio, elementos rituales asociados a otros contextos paleolíticos.
Uno de los aspectos más reveladores proviene del análisis isotópico. Los adultos presentan firmas de carbono, nitrógeno y azufre que indican un origen no local pero similar entre ellos. Según los autores, estas personas no crecieron en el entorno inmediato de la cueva, lo que significa que llegaron desde otra zona antes de ser matadas, consumidas y acumuladas en Goyet. Además, la dieta reconstruida a través de los valores isotópicos es homogénea, lo que sugiere que las víctimas pertenecían al mismo grupo social, o a grupos estrechamente relacionados, antes de su captura.
Otros datos destacados en el estudio
La caracterización morfológica aporta otra pieza clave. Las mujeres adultas y adolescentes identificadas presentan estaturas significativamente más bajas que la media neandertal, situándose algunas incluso por debajo de dos desviaciones estándar. Los análisis de robusticidad y geometría de los huesos largos muestran diáfisis gráciles y patrones de refuerzo reducidos, sobre todo en fémur y tibia. Los autores destacan que estos valores se sitúan en el extremo inferior de la variación neandertal conocida. Los resultados de morfometría geométrica confirman una mayor circularidad de las secciones y una menor hipertrofia cortical, rasgos consistentes entre los individuos de Goyet y escasamente documentados en otros grupos contemporáneos.
Otro hallazgo llamativo es la ausencia de señales de alta movilidad, pese a que las firmas isotópicas revelan que eran foráneos. Las tibias muestran estructuras compatibles con cargas multidireccionales moderadas, lejos de los patrones asociados a grupos altamente móviles como los Homo sapiens del Paleolítico superior. Según el estudio, esta paradoja sugiere que llegaron a la región poco antes de morir o que sus trayectorias vitales no implicaron grandes desplazamientos previos.
Guerras entre grupos
Con todos estos datos, los investigadores plantean que el patrón no corresponde a un episodio de endocanibalismo ni a prácticas funerarias, sino a la violencia entre grupos. Las características demográficas son consistentes con episodios de captura selectiva documentados etnográficamente en situaciones de conflicto, territorialidad o represalia. En estos contextos, el exocanibalismo se interpreta como una forma de agresión dirigida a grupos rivales, con la captura de individuos vulnerables y su posterior consumo. La combinación de todos los factores mencionados apunta a una selección centrada en individuos considerados “externos” y potencialmente más vulnerables.
El estudio también evalúa si los responsables pudieron ser grupos de Homo Sapiens, presentes en regiones cercanas en fechas similares. Aunque no se descarta por completo, los autores consideran más probable que los perpetradores fueran otros neandertales. Argumentan que, en contextos de sapiens, el canibalismo suele asociarse a prácticas rituales o funerarias con evidencias simbólicas claras, ausentes en Goyet. En cambio, el uso de huesos humanos como herramientas, la similitud con patrones documentados en otros yacimientos neandertales y la coincidencia cronológica con importantes tensiones culturales en el norte de Europa apoyan la hipótesis de un conflicto intergrupal dentro de poblaciones neandertales.