El hielo conserva datos que no aparecen en ningún otro registro físico de la Tierra. Bajo capas compactadas a lo largo del tiempo, se ocultan burbujas de aire atrapado que permiten conocer la composición de la atmósfera en periodos remotos, detectar rastros de erupciones volcánicas o reconstruir oscilaciones térmicas de épocas glaciares
Cada estrato actúa como una cápsula de tiempo, en la que la presión, la densidad y el contenido gaseoso varían según la época en que se formó. En regiones polares, ese archivo natural puede remontarse a cientos de miles de años atrás. A partir de esa capacidad de registro, un grupo de investigadores ha encontrado una forma de almacenar mensajes humanos directamente en el hielo, sin necesidad de tinta ni circuitos electrónicos.
La clave está en manipular la congelación para generar burbujas con sentido
Científicos del Instituto de Tecnología de Pekín han logrado controlar la formación de burbujas de aire en hielo para codificar información. El hallazgo, publicado en Cell Reports Physical Science, explora cómo manipular la velocidad de congelación del agua para generar patrones de burbujas que funcionan como un sistema de codificación binaria o Morse. Se trata de un mecanismo visual que no requiere electricidad y se basa únicamente en la disposición y forma de las burbujas atrapadas.
El procedimiento combina placas transparentes, capas delgadas de agua y una superficie refrigerada cuya temperatura se ajusta en tiempo real. Al modificar el ritmo de congelación, las burbujas adoptan formas elípticas o alargadas, que corresponden a señales codificadas. Estas formaciones, según explica el equipo liderado por Mengjie Song, permiten definir capas de burbujas que funcionan como unidades de almacenamiento con capacidad para representar números, letras o símbolos.
Para verificar el sistema, los investigadores diseñaron un método automatizado que transforma un mensaje en una curva de temperatura, congela el hielo según esa curva y después analiza la imagen con una cámara y un software de lectura. De este modo, se puede recuperar el contenido original mediante el análisis de las diferencias de brillo y posición en las burbujas. El sistema ya ha sido probado con éxito para almacenar los caracteres del alfabeto inglés y cifras en varios sistemas de codificación.
El método se apoya en una propiedad física clave: al congelarse, el agua expulsa los gases disueltos, que se agrupan en burbujas cuando la velocidad de solidificación se altera. Song señala en el artículo que “la forma y la distribución de las burbujas dependen directamente de la velocidad de congelación”.
Cada disminución abrupta en la temperatura genera una capa de burbujas visible. Estas capas pueden alternarse con tramos de hielo claro, creando una secuencia que luego es interpretada como un mensaje. El equipo logró codificar hasta cinco bloques de datos por placa, con una resolución suficiente para representar caracteres individuales.
Las aplicaciones futuras podrían ir mucho más lejos
Aunque la capacidad de almacenamiento actual es limitada, el sistema abre una vía para conservar información en entornos extremadamente fríos, como bases en la Antártida o instalaciones criogénicas. Frente a la fragilidad de los discos duros o la degradación de los documentos, el hielo permite una permanencia más duradera en condiciones estables de temperatura.
Además de sus aplicaciones en almacenamiento, la técnica podría tener implicaciones en otros campos. Los autores mencionan posibles usos en el análisis de glaciares, la exploración de gases bajo el hielo o incluso la fabricación de esculturas con patrones definidos. “Nuestros hallazgos pueden aplicarse en múltiples contextos”, apunta Song en el artículo.
El grupo también investiga cómo otros factores, como la presión ambiental o el tipo de gas disuelto, influyen en la formación de burbujas. A largo plazo, esperan ampliar la capacidad del sistema y combinarlo con inteligencia artificial para mejorar la interpretación de los patrones.
Este avance no sustituye a los medios digitales convencionales, pero ofrece una alternativa singular en escenarios donde la energía es limitada y la durabilidad resulta esencial. En estos contextos, el hielo deja de ser un simple estado físico del agua y se convierte en soporte activo de comunicación.