El sueño marciano y robótico de Elon Musk tropieza con la realidad: sus humnoides aún no pueden trabajar sin supervisión humana

Héctor Farrés

8 de octubre de 2025 16:08 h

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Los proyectos de Elon Musk suelen presentarse como hitos inevitables que transformarán la relación del ser humano con la tecnología. Sin embargo, la realidad avanza con otro ritmo. Las promesas de fabricar robots humanoides en masa o de llevarlos a Marte antes del fin de la década se enfrentan a límites que no dependen solo de ambición, sino de capacidad técnica y fiabilidad.

La distancia entre el discurso público y el desarrollo real de esos sistemas muestra que el entusiasmo industrial convive con un proceso de ensayo lleno de fallos, reinicios y resultados parciales. Esa diferencia entre lo anunciado y lo alcanzable explica por qué las expectativas de Musk continúan generando debate entre ingenieros y científicos, especialmente en el campo de la robótica aplicada.

Los ingenieros advierten de que los humanoides de Musk no resistirían en Marte

El núcleo del asunto aparece con claridad en las advertencias de Christian Hubicki, responsable del Laboratorio de Robótica Óptima de la Universidad Estatal de Florida. En declaraciones a Forbes, el investigador sostuvo que los robots humanoides de Musk acabarían convertidos en chatarra al poco tiempo de operar por su cuenta en Marte.

Según sus palabras, “los humanoides se caen, se rompen, su código falla. En este momento no son lo bastante fiables para ser autónomos en la Tierra, mucho menos en Marte”. Estas afirmaciones resumen el principal obstáculo del plan: la imposibilidad de garantizar la autonomía real de una máquina que todavía requiere supervisión humana constante.

La propia evolución del proyecto Optimus evidencia esa fragilidad. Las presentaciones públicas muestran un robot de movimientos torpes y reacciones lentas, aún propenso a errores de software y bloqueos imprevistos. A pesar de que Elon Musk asegura que Tesla fabricará 100.000 unidades mensuales en un futuro próximo, la industria de la robótica no dispone todavía de la infraestructura ni del mercado capaces de absorber una producción semejante. Los vídeos recientes, en los que el androide tarda en responder o interrumpe sus frases a mitad, reflejan que la fase de desarrollo continúa en una etapa experimental más que comercial.

La conducción autónoma repite los mismos fallos que la robótica de Musk

Ese desfase técnico se repite en otro ámbito controlado por Musk: la conducción autónoma. Los vehículos sin conductor que forman parte de su servicio Robotaxi siguen dependiendo de un supervisor humano, incluso en trayectos rutinarios. Algunos incidentes demuestran que el sistema aún requiere mejoras sustanciales en reconocimiento de entorno y gestión de imprevistos.

Si la conducción terrestre presenta estos límites, trasladar la autonomía a un entorno marciano implica desafíos mucho mayores. Asimismo, la ausencia de mantenimiento inmediato o piezas de repuesto convertiría cualquier avería en un problema irreversible.

La experiencia de agencias espaciales como la NASA confirma esa dificultad. Sus robots humanoides solo operan en estaciones habitadas, donde los astronautas pueden reparar averías o actualizar sistemas. Hubicki explicó que en la Estación Espacial Internacional siempre hay personas que intervienen cuando el robot falla, algo inviable en Marte, donde los retrasos de comunicación y el aislamiento impedirían cualquier auxilio rápido. Sin una infraestructura de apoyo, los robots humanoides perderían funcionalidad en cuestión de horas o días, por muy sofisticados que fueran sus programas de control.

Algunos especialistas proponen alternativas más adaptadas a terrenos hostiles. En lugar de imitar la forma humana, sugieren modelos específicos para cada tipo de superficie. La NASA, por ejemplo, prueba un robot con forma de serpiente para moverse por grietas de hielo en Encélado, la luna de Saturno, y para estudiar zonas similares en Marte. Este tipo de diseños se ajusta mejor a entornos irregulares y puede realizar tareas que un androide bípedo no soportaría sin asistencia.

La conclusión técnica es evidente: los humanoides creados por Musk aún están lejos de operar de forma autónoma y mucho más de viajar sin supervisión al planeta rojo. Las predicciones sobre colonias marcianas impulsadas por robots todavía pertenecen a un horizonte incierto marcado por la ambición empresarial y el impulso publicitario. Tal vez el verdadero salto no dependa de replicar la figura humana en metal y cables, sino de reconocer qué tipo de máquina puede sobrevivir allí donde ni siquiera hay quien la repare.