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Los thieldones de Saldaña o el homenaje de este pueblo a los caballos vacceos que conquistaron el imperio romano

La pequeña localidad palentina de Saldaña ha querido ser justa con su propia historia y ha rendido homenaje a los caballos de los vacceos, un pueblo valiente que compartió batallas con una especie muy extraordinaria y a la vez muy particular de caballo, el thieldón, y cuyo gran protagonismo sigue hoy presente en este pueblo de Castilla y León.

Y es que se trataba de un caballo que, al caminar, no movía las patas en diagonal, como la mayoría de caballos, sino las dos del mismo lado a la vez, como hacen las jirafas. Una curiosa manera de moverse conocida por los expertos como “paso portante en ambladura”, que es la característica más distintiva del thieldón. Pero, en todo caso, se trataba de una noble clase venerada en la guerra y en el circo, hasta convertirse en todo un símbolo para Saldaña.

Escritores romanos como Vegencio y Varrón denominaban a la peculiar manera de caminar de los thieldones como “tolutin ambulare” (corriendo con ligereza), y Plinio, “tolutin ire” (al trote). Este andar tan particular no era solo una excentricidad, sino que era cómodo para los jinetes vacceos, que sentían que montaban con un balanceo similar al del dromedario.

Los thieldones tienen su origen en las estepas asiáticas, donde fue domesticado hace unos 5.000 años. Adaptados a climas extremos y a una dieta escasa, sobrevivieron a los cambios geológicos que sí terminaron con otras especies. Eran caballos de tamaño medio, algo desgarbados, con una cabeza grande de perfil recto, patas delgadas y cascos grandes.

Los thieldones eran, como hemos mencionado anteriormente, los caballos del pueblo vacceo, considerado por Diodoro como el pueblo más culto de la celtiberia. En aquella época ocuparon buena parte de Castilla y León, sobre todo en la zona en la que actualmente está situada Saldaña, en Palencia. Era un animal, para los vacceos, una pieza imprescindible para tareas del día a día como la labranza, el transporte, la guerra, los rituales. Incluso se han encontrado pequeñas cabezas de caballos, posiblemente exvotos rituales, en yacimientos vacceos como Tariego.

La caballería vaccea tenía una gran reputación. De ahí que haya expertos en la materia que aseguren que Aníbal se llevó 12.000 caballos con sus jinetes de estas tierras para vencer a los romanos. Estos quedaron asombrados por su velocidad y belleza, y no era raro que fueran llevados a Roma para exhibirlos en el circo, donde cosechaban éxitos y galardones. Tal era su fama, que los romanos los mitificaron como “hijos del viento”, creyendo que las yeguas eran fecundadas por el viento Favonio, dando lugar a potros rapidísimos.

Se les enseñaba a escalar montañas, a ocultarse con el jinete flexionando las patas, a lanzar ataques sorpresa y a desaparecer velozmente. Esto permitía a los jinetes vacceos operar con las manos libres para el arco y las flechas o la jabalina y el escudo, ya que el caballo respondía ciegamente a las órdenes dadas con la rodilla, el muslo y la voz del jinete. Por eso lograron victorias espectaculares como la de la ciudad vaccea de Intercatia frente al general romano Lúculo.

El homenaje de Saldaña a estos caballos con tanto protagonismo para la zona ha tenido lugar en el yacimiento de La Morterona, cerca de la localidad palentina y que es considerado un importante núcleo celtíbero desde la Segunda Edad del Hierro. Y es ahí donde se han levantado los conocidos como “los caballitos de Saldaña”, obra escultórica de seis metros y medio de altura y seis toneladas de peso, que domina el paisaje desde el nuevo mirador turístico de La Morterona. Se trata de una obra que visible a mucha distancia y que hace justicia al papel que tuvieron los thieldones vacceos en el siglo II a.C.