La portada de mañana
Acceder
El PSOE convierte su Comité Federal en un acto de aclamación a Pedro Sánchez
Las generaciones sin 'colchón' inmobiliario ni ahorros
Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol

¿Cuánto hace que no te aburres? Por qué el aburrimiento es necesario para el cerebro

aburrimiento necesario

Darío Pescador

6

El pasado verano, en un picnic, mis sobrinos adolescentes se acercaron a mí interrumpiendo la conversación con mis amigos. “Nos aburrimos, tío”. Mi primera reacción fue de una envidia profunda. Como muchos adultos, hace años que no me aburro, y eso es un problema.

Mis sobrinos no tienen teléfono móvil, y solo pueden usar una tablet durante ciertas horas del día. Ninguna de esas opciones estaba disponible en el picnic. Por el contrario, la mayor parte de nosotros estamos consumiendo algún tipo de contenido digital la mayor parte de nuestro tiempo. 

Una encuesta de 2019 en EE UU comprobó que una persona mira su teléfono inteligente 96 veces al día como media. Eso quiere decir cada diez minutos. Entre los 18 y los 24 años de edad, este número se duplica. El tiempo mirando al móvil o tablet ha pasado de unas dos horas y media en 2014 a casi cuatro horas en 2021. A cambio, el tiempo mirando la pantalla de televisión ha pasado de cuatro horas y 20 minutos a tres horas y veinte minutos en el mismo periodo. La pandemia ha acelerado esta tendencia, el tiempo en redes sociales se duplicó durante 2020

Si a esto se suman las horas delante de un ordenador en el trabajo, una persona puede pasar unas 12 horas al día mirando pantallas, según Nielsen, algunas personas mucho más. Una persona en la actualidad recibe cada día cinco veces más información que hace 50 años. 

Nuestro cerebro es un órgano asombrosamente adaptable, pero lidiar con la avalancha de información constante se puede estar cobrando un precio en salud mental. 

El aburrimiento como terapia

¿Necesitamos aburrirnos? El cerebro tiene dos circuitos o modos de funcionamiento principales. Uno es la función ejecutiva, cuando necesitamos hacer algo para alcanzar un objetivo. ¿Estás haciendo una tortilla? ¿Resolviendo un crucigrama? ¿Pintando la pared del dormitorio? ¿Jugando al mus? Función ejecutiva.

El otro circuito es la red de modo por defecto. Se activa cuando no estamos haciendo algo específico y nuestra cabeza empieza a divagar. Es el circuito que se activa cuando nos distraemos de una tarea y nos perdemos en neutros pensamientos. También es la parte que está hiperactiva en la depresión y en la ansiedad, provocado esos pensamientos circulares que nos atormentan y no nos dejan dormir.  

Sin llegar a esos extremos, necesitamos dar una oportunidad a esa parte del cerebro entre en escena, para olvidarnos de planificar, ejecutar o resolver, y poder dejar que nuestros pensamientos floten libres. Esto es especialmente importante en la infancia. El aburrimiento es esa oportunidad. 

Lo cierto es que no podemos estar concertados en una tarea indefinidamente, ni tampoco estar sometidos a constantes estímulos externos sin respiro, porque es agotador para el cerebro. Podría parecer que ver un maratón de series o los videojuegos son actividades que hacen descansar al cerebro, pero es lo contrario. En una serie de ensayos con un juego en el que se tenía que recordar e identificar rápidamente la posición de objetos en la pantalla, se vio que las áreas del cerebro que se activaban eran las mismas que durante la lectura. No se trata de la actividad, sino de la motivación para interactuar con la información.

Especialmente en adolescentes, el aburrimiento se experimenta como dolor. El aburrimiento se define como un desajuste entre la excitación intelectual que necesita un individuo y la disponibilidad de estimulación externa. Es decir, cuando tenemos el deseo de participar en una actividad satisfactoria, pero no podemos hacerlo. 

En los niños y adolescentes, el aburrirse en clase es un síntoma de que esa actividad (escuchar pasivamente a alguien que habla de algo que no entienden) no es satisfactoria. En este momento la amigadla, el centro emocional del cerebro, se activa provocando incomodidad.

Pero al igual que el dolor de hacer ejercicio es necesario para mantener la salud, el dolor del aburrimiento es imprescindible para nuestra salud mental. Según los neurocientíficos, el aburrimiento tiene una inmerecida mala reputación, y en realidad puede aumentar la creatividad, la dedicación a las tareas y la productividad laboral.

El arte de aburrirse

Muchos escritores, científico y artistas famosos han confesado que sus mayores logros les vinieron a la cabeza mientras paseaban por un bosque, se duchaban, limpiaban o realizaban cualquier tarea automática que no requería de su atención plena. Cuando nos desentendemos del trabajo intelectual, se activa la red de modo por defecto, y es aquí donde se incuban nuevas ideas. 

Aburrirse nos hace más creativos. Cuando nos distraemos de nuestras tareas, el cerebro no está quieto, sino que la actividad se desplaza a las partes que rigen la imaginación y la creatividad. Aunque parezca que este estado de divagación es al azar, en realidad nuestra mente está planificando para el futuro, imaginando escenarios, descartándolos y creando otros nuevos. 

Aburrirnos también es necesario para dedicar tiempo y atención a los demás, y con ello dar un significado a lo que hacemos. Un grupo de investigadores de Irlanda descubrió que las personas eran más propensas a tener comportamientos prosociales para ayudar a los demás y recuperar el sentido de sus vidas cuando se aburrían.

El aburrimiento además es motivación. Igual que el hambre nos impulsa a buscar comida, los investigadores consideran que el aburrimiento es una emoción que sirve para animar a las personas a buscar nuevos objetivos y experiencias. El aburrimiento es adaptativo, y es el motor de la curiosidad, es el picor que hace que rasquemos nuestro cerebro para descubrir algo nuevo. 

 El aburrimiento nos permite recargar las pilas de nuestra cabeza, y aunque sea una sensación incómoda, es un ejercicio necesario que hemos perdido la costumbre de hacer. 

  • Reservar tiempo para salir a caminar sin llevar el teléfono, ni música, ni cualquier cosa que emite información, a ser posible en la naturaleza.
  • Hacer pausas de diez minutos cada hora en las que movamos nuestro cuerpo. Durante esta pausa tampoco podemos consultar el móvil.
  • Programar vacaciones de móvil, puede ser un día por semana, unas horas cada día o incluso una semana entera al año.

¿Qué ocurrió en el picnic? Cuando mis sobrinos me dijeron que se aburrían, les presenté a uno de mis amigos adultos y a su enorme perro, llamado Lenin, con quien pasaron dos horas jugando y aprendiendo. Ese día al menos, no volvieron a quejarse del aburrimiento.

¿En qué se basa todo esto?

Etiquetas
stats