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Cinco rutas para descubrir los Pirineos

Glaciar del Aneto, en Aragón

Elena Segura

28 de junio de 2024 16:38 h

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Con la llegada del verano, la tentación de caminar por los valles y subir las cumbres pirenaicas es ya irreprimible. Esta cordillera siempre ha generado curiosidad y misterio debido a sus paisajes abruptos, aislados por su orografía y con un clima duro de alta montaña. Además, pasear por la naturaleza mientras se descubren nuevos enclaves es todo un lujo.

Los Pirineos son más antiguos que los Alpes: sus sedimentos se depositaron por primera vez en las cuencas costeras durante las eras Paleozoica y Mesozoica. La cordillera abarca tres países: Francia, España y Andorra. Cada uno de ellos ofrece una experiencia distinta: los españoles cuentan con una rica historia y una gran cantidad de monumentos y parques naturales.

Estas cinco rutas seleccionadas de los Pirineos aragoneses, catalán y navarro, a excepción de la subida al pico de Aneto —la cumbre más elevada de los Pirineos—, son bastante accesibles y se pueden realizar en un día. Un aspecto muy importante a tener en cuenta es que se trata de zonas naturales sin servicio, ni papeleras, tiendas o restaurantes. Así que los visitantes deben llevar sus propias provisiones y acarrear consigo la basura que generen.

Subida al Aneto

En la parte más oriental del Pirineo aragonés, en la cabecera de los valles de Chistau, Benasque y Barrabés se halla el parque natural que mejor representa la pureza y la dureza de la alta montaña: el parque natural Posets-Maladeta. En este parque se pueden contemplar más un centenar de lagos de origen glaciar de azuladas aguas (conocidos en Aragón como ibones), impresionantes cascadas y un buen número de heleros.

La estación de Llanos del Hospital se encuentra a los pies del Aneto y la Maladeta y de sus glaciares, por lo que se trata de un punto de partida frecuente de muchas excursiones. El Aneto y la Maladeta son dos cumbres emblemáticas por encima de los tres mil metros. Éstos, junto al Pico Maldito, la Maladeta y el Perdiguero, constituyen un auténtico paraíso para los montañeros.

Lago de Malniu (Girona)

La comarca de la Cerdanya es una de las zonas del Pirineo catalán con más variedad de excursiones: desde ascensiones a picos emblemáticos hasta paseos junto a ríos por los que se llega a pueblos o ermitas románicas. Las lagunas de alta montaña son un buen objetivo para salidas familiares por su baja dificultad y duración.

Al lago de Malniu o de Meranges, uno de los más populares, se accede desde el pueblo y refugio de Malniu o bien desde la pista que sube del pueblo de Guils de Cerdanya. El sendero serpentea por un bosque de pino hasta llegar a la orilla misma del lago. Hay que tener en cuenta que está permitido remojarse los pies, pero no bañarse.

El lago Malniu se encuentra situado en un paraje muy bonito, bajo las rocas que se desprenden del Castillo dels Lladres y del Pedró de la Tossa. Las dimensiones de este lago sorprenden. Es recomendable dar un paseo junto al lago para admirar su belleza. Si seguimos el camino se puede llegar hasta el lago de Guils, rodeado de piedras.

Lago de Colomers (Valle de Arán, Lleida)

El lago de Colomers es una de las puertas del Valle de Arán al Parque Nacional de Aigüestortes i estany de Sant Maurici del Pirineo catalán. Se encuentra en medio de un circo glaciar coronado por cumbres que alcanzan los 3.000 metros y que en verano a veces aún conservan nieve. No hay que subestimar la ruta porque se trata de un recorrido de montaña a más de 2.000 metros de altitud.

El lago realmente un embalse que recoge las aguas de los arroyos que descienden de las cumbres nevadas. A la orilla se erige uno de los refugios más veteranos del Pirineo, el de Colomers, renovado y reconstruido hace unas décadas. Se accede desde el hotel Banhs de Tredós, donde se debe dejar el coche y tomar uno de los autobuses que suben por la pista, pero también es posible empezar en Banhs de Tredós y subir entre el bosque siguiendo el río Aiguamòg.

En las casetas de aparcamientos está disponible toda la información actualizada del servicio de taxis en el caso de dejarse vencer por el cansancio.

Foz de Arbayún (Navarra)

Los recovecos de este espectacular desfiladero navarro son bastante conocidos por los buitres que lo sobrevuelan desde sus acantilados. El camino que se asoma a sus paredes verticales no es muy largo, pero sí vertiginoso al llegar al mirador de Peñacor, en el borde de la foz. Mejor prestar atención si se va con niños.

Esta garganta, tallada por las aguas del río Salazar, es más inaccesible que su vecina de Lumbier. Desde el Mirador de Iso se puede apreciar toda su magnitud. Se trata de una plataforma de hormigón que asoma al precipicio y que cuenta con paneles informativos y un aparcamiento gratuito.

Los casi seis kilómetros de paredes de hasta 400 metros de altura que le han valido a la Foz de Arbayún los títulos de Reserva Natural y Zona de Especial Protección de las Aves.

Valle de Irati (Navarra)

Se trata uno de los hayedos-abetales más grandes y mejor conservados de Europa, al tiempo que una de las rutas más apacibles del Pirineo navarro. La selva de Irati es un extenso bosque que, aunque se haya explotado forestalmente desde el siglo XV, se conserva en plena forma. Hayas, robles, abetos, abedules, sauces, helechos y musgos, entre otros, sirven de morada para ciervos, corzos, jabalíes y multitud de habitantes más, que aportan a este entorno una gran riqueza medioambiental.

También es una Zona de Especial Protección de Avifauna. Hay pájaros carpinteros, pitos negros y picos dorsiblancos. Y grandes rapaces como el quebrantahuesos, el halcón peregrino o el águila real.

Esta magnífica conservación y biodiversidad se debe también a las tres zonas protegidas de la Selva: las reservas naturales de Mendilatz y de Tristuibartea y la reserva integral de Lizardoia, que contribuyen a la salud del bosque.

El coche se puede dejar en las Casas de Irati y enseguida se toma el sendero SL 63A, señalizado con marcas verdes y blancas, que asciende entre un bosque de hayas hasta alcanzar el lago. La ruta puede ser circular y así no andar sobre nuestros pasos a la vuelta.

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