Las Hurdes, una escapada rural para volver a lo natural

Meandro del Melero, en Cáceres

Roberto Ruiz

“Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres”, decía Miguel de Unamuno. Y es que en el extremo norte de la provincia de Cáceres, ya lindando con la de Salamanca, entre montes, valles y ríos, la comarca de Las Hurdes ofrece un pequeño reducto natural donde la desconexión está asegurada y el ajetreo diario desaparece. Un lugar no especialmente turístico, que se ve eclipsado por el cercano Valle del Jerte o la próxima Sierra de Francia, pero que tiene todo lo necesario para reencontrarnos con nuestras raíces, volver a lo natural y olvidarnos de todo lo demás.

La que hace un siglo fue una de las regiones más deprimidas de España, y hasta el propio rey Alfonso XIII visitó en 1922 para reactivarla, es hoy un lugar que acoge con cercanía al viajero que busca pueblos con encanto, valiosos espacios naturales, gastronomía tradicional y costumbres llenas de historia. Un lugar tranquilo, idóneo para disfrutar de una buena escapada rural y donde replantearnos las prisas que nos persiguen en el día a día. Y es que quién le iba a decir a Las Hurdes que ese aislamiento geográfico que hace un tiempo le causó tantas penurias, hoy iba a ser su mejor y más exitosa virtud, pues es capaz de ofrecer esa autenticidad que ya tanto cuesta encontrar.

Tierra de pueblos, alquerías y pequeñas casas de pizarra

Si vas huyendo del bullicio de la ciudad has llegado al lugar adecuado. No busques grandes monumentos, importantes edificios o avenidas llenas de tiendas, porque no las encontrarás. Aquí el patrimonio es natural y etnográfico, y municipios como los de Pinofranqueado, Casar de Palomero, Casares de Hurdes, Caminomorisco, Nuñomoral y Ladrillar son un buen ejemplo de su riqueza. De ellos dependen además más de treinta pequeñas aldeas, aquí conocidas como alquerías, que se encaraman hasta en los lugares más insospechados. 

Los pueblos de Las Hurdes te abrirán sus puertas para que conozcas su gastronomía, su cultura, su artesanía en barro y sus tradiciones, como por ejemplo la matanza, el carnaval hurdano o la enramá de Pinofranqueado. Y además te cautivarán con su arquitectura tradicional, a ti y a tu cámara de fotos.

La orografía de Las Hurdes ha dado forma a sus pueblos y a sus construcciones, con casas pequeñas, de formas sencillas y levantadas en piedra y pizarra. E incluso dando lugar a una interesante ruta de la arquitectura negra de origen celta que pasa por alquerías como las de Riomalo de Arriba, Aceitunilla, El Gasco, Sauceda u Ovejuela.

De montes, meandros, cascadas y piscinas naturales

Es el lugar para ponerse las botas de montaña y salir a caminar. Atravesar laderas sembradas de castaños, cerezos y chopos, seguir causes de ríos y abrir bien los ojos en busca de nutrias, o mirar hacia arriba para encontrar buitres negros o águilas reales. En Las Hurdes existe una importante zona ZEPA, de especial protección para las aves, y los amantes de la ornitología harán bien en no olvidar los prismáticos en casa. 

Pero aquí la protagonista indiscutible es el agua. Ya sea en forma de ríos, meandros, lagos, cascadas o piscinas naturales, por lo que la vegetación rebosa vida allá donde miremos. Para disfrutar de uno de los mayores espectáculos naturales de Las Hurdes hemos de poner rumbo al Meandro del Melero, donde el curso del río Alagón ha dibujado una caprichosa herradura acuática en el terreno. El Mirador de La Antigua, que se asoma a él, es uno de los más bonitos de España. Pero otros valles, como el del Malvellido, también son dibujados por pequeños meandros, y puntos clave como el Mirador Del Gasco o el Mirador de Martilandrán bien merecen una visita para presenciar el poder que ejerce el agua allá por donde pasa.

Podemos caminar en busca de saltos de agua, como el espectacular Chorro de la Meancera con sus 100 metros de altura, o el llamativo Chorrituelo de Ovejuela. O hasta llegar a refrescantes piscinas naturales como las del río Los Ángeles, en Pinofranqueado, o la del Charco de la Olla, cerca de Las Mestas. El plan perfecto para remojarse los días más calurosos del verano si es que las autoridades y la Covid lo permiten. 

Y con una gastronomía tradicional adaptada a los nuevos paladares 

Históricamente la gastronomía hurdana se ha basado en platos sencillos y recetas con productos básicos, como buen entorno rural. Pero hoy, gracias a su riqueza de productos naturales y al trabajo de sus hortelanos, ganaderos, agricultores y apicultores, un viaje a Las Hurdes también se puede convertir en un deleite para nuestro paladar.

Las Hurdes basa gran parte de su actividad y su economía en la apicultura, por lo que la miel es su producto estrella. De hecho en Pinofranqueado cuenta con su propio Centro de Interpretación de la Miel. Pero una vez ya sentados a la mesa, el cabrito protagoniza muchos platos y en diferentes versiones, incluso al polen. La ensalada de limón o ensalada hurdana es el aperitivo por excelencia, refrescante y a base de cítricos con chorizo y huevo. Y a partir de ahí, puede que en las cartas veas nombres poco conocidos que quizá no hayas oído nunca, como por ejemplo: los rebujones, elaborados con callos y tripas de cabrito; el moje de peces, fruto de los abundantes ríos de la región; el matajambre, una especie de buñuelo; o los socochones hurdanos, que son castañas cocidas y servidas en leche. Por lo que si quieres probar una cocina tradicional, cuidada y diferente, en Las Hurdes también hay opciones para todo tipo de gustos.

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