El pequeño pueblo de menos de 50 habitantes que conserva su trazado medieval y es Conjunto Histórico Artístico

Edu Molina

23 de septiembre de 2025 13:58 h

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Calatañazor se localiza en la provincia de Soria, dentro de Castilla y León, sobre un terreno elevado que alcanza los 1603 metros sobre el nivel del mar. Su emplazamiento, próximo al río Milanos y rodeado de formaciones rocosas, influyó en la organización de calles y edificaciones desde épocas medievales. La villa mantiene un número reducido de habitantes lo que ha permitido preservar el trazado original del núcleo urbano y las construcciones históricas sin modificaciones significativas.

El pueblo se caracteriza por la arquitectura popular de sus edificaciones, con fachadas de piedra y madera y tejados coronados por chimeneas cónicas. Estas últimas constituyen un elemento distintivo de la localidad y se encuentran dispersas sobre las construcciones, indicando el uso doméstico y la adaptación a las condiciones climáticas.

Las calles principales conducen a la Plaza Mayor, desde donde se accede a los templos y monumentos históricos. El reconocimiento de la villa como Conjunto Histórico-Artístico Nacional, otorgado en 1962, incluye la protección tanto de sus edificios como del entorno natural. Entre los espacios preservados se encuentran la iglesia de Nuestra Señora del Castillo y la ermita de la Soledad, así como el castillo situado sobre un peñasco en el extremo del núcleo. La conservación del bosque de sabina albar que rodea la villa, el mayor de su especie en la Península Ibérica, evidencia la relación histórica entre los asentamientos humanos y el ecosistema local.

Patrimonio arquitectónico y defensivo

El castillo de Calatañazor, ubicado en la cima de un peñasco, data de los siglos XIV y XV y fue diseñado para controlar los accesos al núcleo y proteger a los habitantes ante posibles ataques. La fortificación conserva restos de torres y murallas, que permiten estudiar la organización defensiva y las técnicas constructivas de la época. Su posición elevada refleja la estrategia de planificación del asentamiento, en la que la altura y el relieve se utilizaban como herramientas de vigilancia y protección, manteniendo la conexión con las calles y edificios del núcleo.

La iglesia de Nuestra Señora del Castillo se ubica en un punto central del pueblo y combina elementos románicos y góticos, con detalles exteriores influenciados por estilos árabes. Su interior alberga retablos, una pila bautismal de época románica y un Cristo gótico, que documentan la práctica religiosa a lo largo de varios siglos. La ermita de la Soledad, más pequeña, refleja la ubicación de templos secundarios en la villa y la manera en que se distribuían los espacios religiosos en relación con las áreas públicas. La plaza mayor y los templos muestran la integración de funciones civiles y religiosas dentro del núcleo histórico.

La arquitectura doméstica de Calatañazor también es relevante. Las viviendas están construidas en piedra y madera, con chimeneas cónicas que sobresalen sobre los tejados y fachadas que mantienen proporciones y disposición originales. El conjunto urbano permite recorrer la villa observando cómo se relacionan los espacios habitacionales con monumentos, calles y áreas públicas, proporcionando información sobre la planificación de asentamientos medievales en Castilla y León y su permanencia hasta el presente.

Entorno natural y población

El entorno de la villa incluye el Sabinar de Calatañazor y otras formaciones vegetales que han permanecido prácticamente inalteradas. La altitud, orientación y disposición del relieve condicionan la vegetación y la ubicación de construcciones, mostrando la interacción histórica entre asentamiento humano y ecosistema. La protección legal asegura la conservación de estas relaciones, garantizando que la arquitectura y el paisaje permanezcan en condiciones similares a las originales.

Calatañazor fue seleccionado como escenario cinematográfico por Orson Welles para su película 'Campanadas a medianoche' (Chimes at Midnight, 1965). La villa se utilizó sin necesidad de decorados debido a la conservación de calles, edificaciones y espacios históricos. Este hecho evidencia que la planificación urbana y la arquitectura han permanecido estables, permitiendo observar de manera directa la relación entre defensa, vida cotidiana y entorno natural. La villa continúa siendo un ejemplo de asentamiento medieval con coherencia arquitectónica y funcionalidad histórica.