Aunque suenen a gallego, los nombres de estos pequeños pueblos de La Alpujarra procederían de la lengua mozárabe

La Alpujarra, en la provincia de Granada, es por méritos propios uno de los espacios más fascinantes de nuestra geografía, no solo por su imponente entorno natural a pocos kilómetros de Sierra Nevada, sino por la singularidad de su historia y la configuración de sus pequeños y encantadores núcleos urbanos. En el corazón de esta comarca se encuentra el Barranco de Poqueira, un tajo profundo donde la vida parece haberse detenido entre cumbres nevadas y laderas vertiginosas que caen hacia el Mediterráneo. Es en este paisaje abrupto donde un agradecido viajero descubre una arquitectura que traslada en el tiempo a los años en los que las tribus del norte de África poblaron estas tierras. Y es en este enclave privilegiado donde se asientan dos municipios que forman parte de una escalera de cal y piedra: Pampaneira y Capileira

Estas localidades, situadas a diferentes altitudes que van desde los mil hasta casi los mil quinientos metros sobre el nivel del mar, comparten un pasado común y una estética que las hace inconfundibles. El conjunto es considerado uno de los ejemplos más claros de la arquitectura musulmana y bereber en la península, con sus casas arrapadas al entorno montañoso de forma escalonada. Pero quizás uno de los aspectos que más llama la atención del visitante al llegar a esta zona es la particular sonoridad de sus nombres. A simple vista, términos como Pampaneira o Capileira evocan tierras del norte peninsular, específicamente de Galicia, debido a su terminación característica en -eira. Esta coincidencia fonética ha generado durante mucho tiempo diversas teorías y confusiones sobre el origen real de estos pueblos y sus denominaciones en el imaginario colectivo.

Históricamente, tras la derrota del reino nazarí de Granada y la posterior rebelión de los moriscos liderada por Abén Humeya en el siglo XVI, la zona sufrió una transformación demográfica profunda. Para ocupar el territorio tras la expulsión definitiva de los antiguos habitantes, se llevó a cabo una repoblación con colonos procedentes de reinos cristianos como Galicia, León y Castilla. Este hecho histórico alimentó la creencia de que la toponimia local era una herencia directa de estos repobladores del norte. Sin embargo, expertos en la materia aseguran que el nombre de estos pueblos es anterior a dicha repoblación y tiene un origen distinto. Aunque la llegada de familias gallegas es una realidad documentada en los tiempos de Felipe II, la toponimia con sabor galaico de La Alpujarra es en realidad un reflejo del estrato mozárabe

Dicho romance andalusí compartía rasgos fonéticos con las lenguas romances del norte, ya que ambas conservaban elementos de un sustrato románico común. Pero el sufijo -eira, tan presente en el Barranco de Poqueira, remite directamente al romance andalusí que se hablaba en el sur mucho antes de la reconquista castellana. Este elemento lingüístico procede del latín -arius y se mantuvo vivo en la comarca gracias al aislamiento geográfico de las tierras altas. De esta manera, nombres como Poqueira, Pampaneira o Capileira son voces plenamente mozárabes que sobrevivieron a la islamización cultural y a los cambios políticos posteriores. En el caso concreto de Pampaneira, su etimología se vincula estrechamente con la actividad agrícola de la zona antes de la llegada de los colonos norteños. El nombre procede del vocablo latino pampinus, que significa pámpano y hace alusión a los brotes o pimpollos de la vid que caracterizaban el lugar. La unión de esta raíz latina con el sufijo mozárabe creó una denominación que ha perdurado hasta hoy como símbolo de la identidad del pueblo.

Capileira, situada en la parte más alta del barranco a más de mil cuatrocientos metros de altitud, sigue este mismo patrón de formación toponímica. Al igual que sus pueblos vecinos, su nombre es un testimonio del arcaísmo de las lenguas mozárabes y de su semejanza formal con el gallego o el leonés. Esta particularidad lingüística permite que el Barranco de Poqueira conserve una identidad propia que une su pasado romano y romance con la posterior influencia árabe y la repoblación cristiana. Pero, más allá de los nombres, lo que también destaca de la impronta de las civilizaciones pasadas es la estructura de estas villas, caracterizada por calles retorcidas y recodos íntimos. La arquitectura alpujarreña, con sus tejados planos de launa, chimeneas cilíndricas y tinaos, es un reflejo del modo de vida de las comunidades que habitaron estas montañas. 

Muros blancos y agua

Este modelo urbanístico, de carácter intimista y adaptado al desnivel, convierte a cada casa en una pieza de un rompecabezas que aprovecha las bondades climáticas del sur. El agua, por ejemplo, juega un papel fundamental en la configuración de Pampaneira y Capileira, descendiendo por acequias y fuentes que jalonan sus recorridos. Esta abundancia de líquido elemento, que baja desde las nieves de la cercana Sierra Nevada, ha sido gestionada durante siglos mediante sistemas de riego y balates de piedra seca que sostienen el terreno frente a la erosión. Estos muros, reconocidos por la Unesco, son fundamentales para la agricultura en terrazas que define el paisaje de La Alpujarra Alta, un destino turístico que se consolida por sus numerosos alicientes y que es muy solicitado estos días de Navidad.

Hoy en día, estas localidades siguen siendo destinos de gran interés cultural que inspiraron en su momento a escritores como Pedro Antonio de Alarcón o Federico García Lorca. Cualquiera que decida visitar esta atractiva zona de Andalucía recorrerá sus empinadas callejuelas y descubrirá no solo la belleza de las casas encaladas, sino también la artesanía local, donde destacan las jarapas de vivos colores. Estos textiles, elaborados con técnicas centenarias, son otro ejemplo de cómo la tradición ha sabido adaptarse y sobrevivir en este rincón de Granada. La Alpujarra, en definitiva, sigue siendo un lugar donde las palabras y las piedras actúan como puentes entre diferentes épocas y culturas. Los nombres de Pampaneira y Capileira son el testimonio vivo de una lengua mozárabe que se negó a desaparecer, recordando que la identidad de un territorio es el resultado de múltiples influencias. En cada rincón del barranco, la historia se manifiesta con la misma fuerza que el agua que corre por sus calles, invitando al viajero a quedarse y a descubrir y quedarse embelesado por sus secretos.