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Higiene mental para evitar una epidemia sectaria

Juan Pedro Sarrión, preparando los menús solidarios.

Violeta Assiego

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Mientras la gran mayoría de la población trata de sobrevivir a la ansiedad del confinamiento, a la preocupación que provoca la inseguridad económica en la que estamos inmersos y a la tristeza que nos sobrevuela por la pérdida de miles de vidas humanas, la derecha descentrada de España está en campaña. 

Como si no tuviésemos suficiente con el impacto que esta crisis sanitaria implica ya de por sí en la salud mental de cada una y cada uno, nos encontramos que los perdedores de las últimas elecciones buscan crear la tormenta perfecta y desestabilizar a todo el país. Montajes fotográficos terroríficos, convocatorias fantasma de caceroladas, un ejército de bots creando tendencias odiosas en Twitter y miles de bulos creados, difundidos sin escrúpulos, que luego son reproducidos por algunos periodistas e incluso los propios políticos. Una responsabilidad individual de la que han advertido los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad que puede implicar una responsabilidad penal. Lanzar bulos puede no salir gratis, puede ser delito

Más allá de la responsabilidad penal, desde un plano ético y de ejemplaridad, la oposición que está haciendo la derecha descentrada a la gestión del Gobierno está resultando un ejercicio inmisericorde de falta de empatía y respeto a la ciudadanía. No ya a los más de 26 millones de electores que rechazaron votar al PP o a Vox el pasado mes de noviembre, sino a los más de cuarenta millones de personas que habitan este país en un momento en el que tratan de sobrevivir a una tragedia global desde la solidaridad dejando de lado cualquier otro interés. Es como si todos fuéramos conscientes de lo que está en juego menos los representantes de Vox y PP. A no ser que para ellos esté en juego algo muy distinto a lo que nos preocupa e inquieta a la inmensa mayoría de conciudadanos.

La Federación Andaluza de Salud Mental y la Sociedad española de Psiquiatría, entre otras muchas entidades, recomiendan que cuidemos activamente nuestra higiene mental en estos días de confinamiento. Aconsejan que hagamos todo lo contrario a lo que buscan que hagamos los de Casado y Abascal en su demanda continua de atención. El principal consejo que nos dan para una buena higiene mental es no saturarnos de información, reservar un solo momento del día para consultar las informaciones y hacerlo de fuentes oficiales y contrastadas. Es más, aconsejan que evitemos estar en espacios (redes sociales, grupos de WhatsApp, foros de internet...) donde se crea un alarmismo desproporcionado y se difunden los bulos. Y, por supuesto, nos piden que evitemos difundir esas noticias falsas sin antes contrastarlas.

La testarudez, la obsesión, la rigidez, la sobreinformación y el desasosiego desproporcionado es, en estos momentos, una bomba de relojería para nuestra propia salud, más allá de partidos e ideologías. El confinamiento, de por sí, es una situación de muchísima ansiedad y para intentar manejar la situación, todos los expertos aconsejan evitar al máximo las perturbaciones en nuestros estados de ánimo. La música, la lectura, las rutinas, la actividad física, el contacto con nuestros seres queridos... son las recomendaciones que nos hacen para tratar de no caer en el pánico, el miedo y, por supuesto, la depresión. Y esto en el mejor de los casos, pues hay millones de personas cuyas situaciones vitales, familiares, personales, emocionales, físicas, de salud... conllevan situaciones de un desgaste emocional inconcebible para quienes no las padecen. Por eso no deja de ser una actitud cruel y falta de escrúpulos la que tienen quienes, desde su posición de poder político, mediático o social, pasan por alto todo esto para seguir con su agenda, con su guion, con sus encuestas...

Mientras todos los profesionales de salud mental nos aconsejan adoptar medidas de higiene emocional para afrontar la situación actual, nos encontramos que los responsables políticos del ala más conservadora, tradicional, patriótica y religiosa de nuestro país no pueden esperar. Están tan impacientes por golpear al actual gobierno que se saltan todas y cada una de las recomendaciones que velan por nuestra salud metal, pero también por la salud de quienes comparten con ellos el día a día. Están tan por encima del bien y del mal y se creen tan esenciales que acudirán al Congreso a hacerse notar. Sin embargo, lo esencial no son ellos, los políticos, sean del partido que sean. Al fin y al cabo, la Historia y la memoria los termina colocando a cada uno en su sitio.

Lo esencial es que el poder lo tiene la gente corriente, esa que ha optado por quedarse en casa, crear redes vecinales, estar atenta a la gente más frágil, llorar a nuestros mayores desde el mayor de los respetos a su memoria y su recuerdo. Es la gente corriente, la más despreciada por ese pensamiento clasista y retrógrado que representa la ultraderecha la que está manteniendo este país en pie. Es la cooperación y no la represión lo que nos está haciendo avanzar hacia el final de esta crisis sanitaria. Ahora, en esta desescalada solo nos queda velar por nuestra higiene emocional ante quienes desean que escale la tensión política.

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