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Israa Ghareeb y las reivindicaciones de las mujeres árabes

Mujeres palestinas en una protesta a raíz del asesinato de Israa Ghareeb / Mahmoud Ajjour (APA)

Míriam Hatibi

Israa Ghareeb fue asesinada en Palestina hace unas semanas. Tenía 21 años. Los detalles de su asesinato siguen siendo confusos y cambian según la fuente que los consulte. A día de hoy hay una investigación en marcha y queda pendiente saber qué sucedió exactamente.

En cualquier caso, la razón última habría sido la violencia ejercida por su hermano y otros familiares después de que publicara en redes sociales un vídeo con su pareja. La muerte de Israa Ghareeb ha generado un mar de indignación en forma de hashtag alrededor del mundo, en un contexto en el que el hartazgo de las mujeres no para de crecer para seguir generando más movimiento.

Su asesinato se puede clasificar como crimen de honor. El tipo de crimen en el que toda la fragilidad masculina que pueda haber en la familia queda puesta en las manos de las mujeres cuyas vidas corren peligro si la rompen.

Las mujeres, las árabes, las magrebíes, las musulmanas y todas en general estamos hartas. Hartas de que la sociedad, la policía o el Estado se crean con derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.

Y en esta ola de indignación alrededor del caso de Israa Ghareeb, parece sonar de fondo lo que Mona El Tahawy explica sobre cómo las mujeres árabes se encuentran entre la roca y el muro cuando tienen que denunciar el machismo que sufren. Si la roca es la sociedad occidental, pendiente de escuchar cualquier aspecto negativo entre la comunidad musulmana para hacer gala de su islamofobia y el muro es el machismo que las mujeres musulmanas viven, alzar la voz, si no es con un equilibrio perfecto, es asumir el riesgo de caer en un lado en el que no estás cómoda. Acabar, por lo tanto, instrumentalizada por unos o por otros.

El sufrimiento de las mujeres árabes, magrebíes o musulmanas es a menudo utilizado por una sociedad que nos quiere “salvables”. El caso de Israa Ghareeb se repite desde los ámbitos más racistas e incluso machistas. Repitiendo el clásico “mirad, sobre estos países no os quejáis”, haciendo referencia a las feministas españolas. Las musulmanas, mientras tanto, deben ser ese sujeto pasivo que espera una salvación que venga “de fuera” para todos los problemas “de dentro”.

Así, a las mujeres musulmanas que nos queremos llamar feministas se nos exige que denunciemos y criminalizar así nuestros contextos. La fórmula perfecta para asumir que todo lo que vivimos es machismo y que todo el machismo que vivimos es el “nuestro”.

El asesinato de Israa Ghareeb será una de las muchas llamas que enciendan uno de los muchos movimientos feministas que hay en países árabes. Que la instrumentalización no se apodere de la lucha.

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