Déjame insultarte
La red social de opinión y política por excelencia, Twitter, ha decidido que ya se pueden limitar las respuestas a los mensajes que se publican. La medida no es exclusiva de Twitter y existía en otras plataformas conocidas por su negatividad, como Instagram, donde puedes permitir que solo respondan tus seguidores o limitar ciertas palabras en los comentarios. Por ejemplo: si intentas comentar en los perfiles de Instagram de Xavier García Albiol o Laura Escanes (por poner dos ejemplos muy diferentes) verás que no puedes hasta que empieces a seguirles. Otro caso, más extremo aún, es el de la congresista estadounidense Ilhan Omar, que limita los comentarios a la gente que ella sigue. Al hacerlo así, reduce considerablemente la negatividad que recibe. Prueba de ello es comparar las respuestas que reciben sus tweets (sin restricción) y las que recibe en sus fotografías en Instagram.
La cosa es que ahora podremos hacerlo todo en Twitter. Antes de darle al botón de publicar, podemos escoger si puede responder todo el mundo, si no puede hacerlo nadie o si solo dejamos que comenten las personas a las que seguimos o que hemos mencionado directamente.
Leyendo las quejas que reciben las personas que han empezado a usar esta función, cualquiera diría que Twitter es un club de debates educados y empáticos, nada más lejos de la realidad. Aparecen usuarios que se quejan de no poder decirte lo que piensan, cuando lo que piensan suele ser que “te deberías ir a tu país”, que “mejor que te calles” o que “a ver si alguien te pone ya en tu lugar”. No sé a vosotros, a mí me da la sensación de que están pidiendo que abras las respuestas como quien pide permiso para poder insultarte.
Salma Haidrani, periodista en Vice, habla del problema de las “ocho notificaciones”. La periodista escribe frecuentemente historias relacionadas con mujeres musulmanas en Reino Unido y, como tantas periodistas, comparte sus piezas en su cuenta de Twitter. Como ella explica, hay momentos en los que su hermana es quien le controla el móvil y lo único que Salma pregunta es si hay más de ocho notificaciones. Según Haidrani, a partir de esta cifra hay dos opciones: puede que el tweet se haya viralizado sin más (entonces no pasa nada) o puede que hayas levantado una horda y que estés varios días recibiendo críticas e insultos.
Estas críticas e insultos, que reciben ciberactivistas de diferentes ámbitos (antirracismo, feminismo, derecho a la vivienda, etcétera), pueden generar ansiedad en las personas que las reciben constantemente y acabar consiguiendo su objetivo, que no es otro que silenciar las voces que no les gustan. Varias activistas han acabado abandonando sus redes sociales, temporal o permanentemente, al no poder aguantar más la presión que supone tener que enfrentarse a discusiones constantes cada vez que publican su opinión sobre algún tema. Leila Nachawati explicó muy bien en Píkara las consecuencias de todo ello y la necesidad de “desarrollar estrategias de autoprotección y de reconocimiento”.
Limitar quién te responde no deja de ser una forma de controlar el foco de la ansiedad que puede generar estar esperando esas “ocho notificaciones”. Hacerlo así da mucha paz mental, puedes dar tu opinión sin tener que borrar un tweet de cada diez porque no tienes ganas de estar pendiente de las notificaciones para ver quién ha decidido insultarte esta vez.
Si el debate en Twitter fuera real y sano, esta función no sería necesaria. Ahora bien, viendo la realidad, esto de limitar las respuestas se añade automáticamente a mi lista de consejos para evitar tener que sufrir la ciberviolencia que se genera al dar ciertas opiniones en Twitter. Ojalá se convierta en una forma más de limpiar nuestros espacios.
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