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Mariano tautológico y las testigas

Mariano Rajoy, durante su declaración en la Audiencia Nacional por el caso Gürtel.

José María Calleja

Estaba Rajoy entronizado como si fuera un juez extranjero invitado a una vista oral ajena. No se si fue el propio magistrado Hurtado quien se afanó en buscar un plano radicalmente distinto al que había retratado a testigos anteriores; a saber: sujetos sentados frente a los jueces realmente existentes y detrás un porrón de acusados, desde Bárcenas hasta Sepúlveda (gananciales con Mato, Aznar, boda con José María y cumpleaños con Rajoy); de Correa a Bigotes; de Crespo a los cien mil corruptos de San Luis de los ayuntamientos de Madrid.

No quería el juez Ángel Hurtado, no, un plano como el de Rato, el de Cascos, el de Acebes, el de Mayor, que los hacía sospechosos antes de empezar a hablar. Se empeñaba Hurtado en decir “vamos, vamos”, pero no como Rafa Nadal, más bien para acabar cuanto antes y llegar indemne al aperitivo.

Tampoco quería la organización un ‘no sé, no me consta, no me acuerdo’ de la cúpula del PP que pasó antes por semejante trance, aunque en distinto sitio. Lo consiguieron, pero solo hasta el final de la primera parte de las preguntas, luego fue el Rajoy intrínsecamente tautológico. El responsable intelectual de “la cerámica de Talavera no es cosa menor, que quiere decir que es cosa mayor”; “los plátanos son muy importantes en Canarias”, y así.

El caso es que Mariano, en oblicuo a los tres magistrados ya colegas, tangente al juicio, afincado en el burladero de una mesa que parecía la del maestro ciruela (no sabía leer y montó escuela, etc.) se puso estupendo mientras retuvo en su memoria las respuestas entrenadas con Santos, exfiscal de la Audiencia Nacional; este ahora abogado del PP que pidió al juez anular la causa entera contra una de las corrupciones del PP.

Rajoy se adornó en triquiñuelas del tipo 'somos de otro nivel', que enlazaban con su antiguo artículo publicado en la prensa gallega, según el cual hay gente genéticamente superior a otra, se ponga como se ponga la inferior.

Pero Rajoy se gripó cuando le preguntaron qué quería decir “hacemos lo que podemos”, referido a Bárcenas. Contestó el presidente después de una pausa y un leve parpadeo con la ceja izquierda enarcada de las trolas: “hacemos lo que podemos significa eso, que hacemos lo que podemos”. Trató de rehacerse diciendo que no hacían nada malo. Rajoy tautológico.

Los coros y danzas marianescos han decidido que su amado líder salió airoso del trámite, sin tener en cuenta que el hecho en sí de la propia declaración de un presidente del gobierno, presidente del partido, en un caso de evidente corrupción constituye todo un retrato de una época.

Este periódico ha desvelado el interés de Rajoy por la cosa económica cuando dirigía campañas en el PP y sabemos de su querencia para decir que la economía española chisporrotea por mucho que se tenga que sentar en el trono de los sospechosos. También vimos cómo el penúltimo abogado de Bárcenas entraba en falta a las preguntas de los letrados de la acusación, con el consentimiento de regañina paternalista del juez Hurtado.

El sistema judicial español garantiza que un testigo no acabe de acusado, pero quedó claro en capítulos anteriores “que las testigas no mentimos” y no sé si Rajoy cumplió con esta frase de Chus Lampreave en la peli de Almodóvar.

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