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Cómo no hacer cálculos sobre emigración juvenil

Daniel Fuentes Castro

Desde hace unos días el PP nos ilustra, en su cuenta oficial de Twitter, sobre la emigración de jóvenes españoles al extranjero desde el inicio de la crisis. En la infografía que acompaña al tuit, y que responde a un tuya-mía con el PSOE, la rojigualda acompaña al eslogan popular de la presente campaña electoral: “Trabajar. Hacer. Crecer”. Orgullo de país del que sólo emigran los que quieren. Aunque no se señala explícitamente, las cifras proceden de la Estadística de Migraciones del INE. Corresponden, en concreto, al flujo de emigración con destino al extranjero por año, sexo, grupo de edad y país de nacimiento. Hasta aquí lo poco salvable del caso, el resto es un auténtico despropósito.

En primer lugar los flujos de emigración en la tabla de la derecha no suman 24.638 personas, como se afirma, sino 33.081 personas.

En segundo lugar, aunque dicha tabla lleva por título “Flujo de emigración de jóvenes desde 2008”, solamente tiene en cuenta las cifras de emigración desde 2011 en adelante. Los años 2008, 2009 y 2010 no figuran en la tabla. Si se contabilizan los datos desde 2008 en adelante el número correcto es 51.639 personas, más del doble de lo que se anuncia.

En tercer lugar, las cifras recogen únicamente el intervalo de edad de 15 a 29 años. Cierto que ésta es la manera habitual de clasificar estadísticamente a los “jóvenes” pero, en un país en que la edad media de las mujeres que tienen su primer hijo es 31,6 años, no estaría de más revisar a qué llamamos joven, adaptarse a la realidad y extender el estudio, al menos, a la categoría 30 a 34 años. En este caso estaríamos hablando, según la misma fuente, de 90.058 personas. Si no se discrimina en función de la edad la cifra asciende a 339.803 personas (españolísimos todos, no vayamos a sesgar las estadísticas con hordas de estudiantes alemanes y holandeses que regresan a sus casas después del Erasmus). El flujo total de personas emigradas desde 2008, independientemente de su edad, país de nacimiento y nacionalidad, supera los 2,6 millones de personas.

En cuarto lugar, las cifras atribuidas al PSOE no son legibles. Es imposible contrastar de dónde salen los citados 523.358 jóvenes. Se aprecian, eso sí, seis columnas que parecen corresponder a datos de tres años diferentes. Si existiera la voluntad de que el destinatario de esta burda propaganda electoral cotejase el número 523.358 con la información presentada en la infografía, se habrían hecho figurar tantas columnas como años han transcurrido desde 2008, nítidas o borrosas (puede suceder), en lugar de únicamente tres.

En descargo del autor de semejante chapuza, es justo señalar que la emigración de los jóvenes españoles desde el inicio de la crisis es un fenómeno difícil de cuantificar. Precisamente por eso el Observatorio de la Juventud, dependiente del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha elaborado un minucioso estudio en el que explica las limitaciones de las fuentes estadísticas al uso, pasa revisión a las más pertinentes (nacionales e internacionales), presenta los detalles de una encuesta diseñada a tal efecto y concluye que unos 341.000 españoles han emigrado en los últimos años, de los cuales 218.000 corresponden a jóvenes entre 18 y 30 años emigrados entre 2009 y 2013. El estudio es poco asertivo en cuanto a si se trata de “un número muy alto o más bien aceptable para la situación de las migraciones modernas” pero señala que existe “una incuestionable tendencia al alza desde el año 2009 hasta el 2013 para todos los destinos y que aún no muestra desgaste ni moderación”.

Alguien podría pensar que se trata de una mera disputa entre fuentes estadísticas y que, puestos a arbitrar, mejor hacerlo a favor del INE. Que para algo es el INE.

Sucede, sin embargo, que la Estadística de Migraciones del INE no registra exhaustivamente a todos los españoles que residen en el extranjero. Se trata de una estadística de reciente creación, elaborada a partir de las variaciones residenciales en la base de datos del Padrón Municipal, que se contrastan con los registros de matrícula consular en el extranjero. El principal problema de esta metodología es que requiere que los emigrantes se inscriban en el consulado correspondiente, cosa que no siempre ocurre. Muchos jóvenes salen al extranjero con la intención de tantear las opciones de construirse un futuro mejor, sin por ello fijar su residencia permanente en el primer destino que pisan y tardan meses o años en inscribirse en los censos consulares (se trata de una inscripción voluntaria). Otros, nunca lo hacen.

Por otra parte, es un hecho probado que existen grandes divergencias entre las estadísticas de inmigración y las de emigración que proporcionan los distintos institutos nacionales de estadística. Así lo reconoce el mencionado estudio del Observatorio de la Juventud, que cita como ejemplo que las fuentes estadísticas de inmigración juvenil en el Reino Unido registran un movimiento migratorio proveniente de España hasta treinta veces superior al registrado por el INE en el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (hasta seis veces en el caso de Alemania).

El propio INE, consciente de estas limitaciones, lo advierte con la debida precaución en la nota metodológica que acompaña a la Estadística de Migraciones: “La observación de variaciones en el Padrón pudiera ser insuficiente para la medición de los flujos migratorios. Así, esta operación [nota: se refiere a la propia estadística] nace con la vocación de ir incorporando en su metodología de cálculo cuantas fuentes adicionales de información y mejoras metodológicas se consideren oportunas para una mejor identificación y medición del fenómeno migratorio. Estas mejoras metodológicas se irán incorporando a lo largo de las próximas ediciones [nota: se realiza desde 2013, con carácter semestral, y la última actualización disponible corresponde a la primera mitad de 2014] y serán documentadas para conocimiento de investigadores y usuarios.”

Lo más absurdo del caso no es haber seleccionado una fuente estadística poco adecuada para medir el flujo de jóvenes españoles en el extranjero, no haberla contrastado con otras fuentes y, sobre todo, haberla utilizado de manera torticera. De hecho, nada nos garantiza que la cifra de 218.000 personas propuesta por el Observatorio de la Juventud sea la más acertada. Eurostat, por ejemplo, estima que han salido de nuestro país 617.201 jóvenes españoles (misma franja de edad, mismo periodo), casi tres veces más que Irlanda, el siguiente país en el ranking de emigración juvenil.

Lo verdaderamente lamentable es que alguien, que además tiene responsabilidades de gobierno, se empecine en negar lo que es una triste evidencia. Que muchos jóvenes españoles se están yendo sin haberlo elegido. Y no para mejorar, sino por pura necesidad. El resto es no querer admitir la realidad.

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