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La moderación de quita y pon

El presidente del PP, Pablo Casado.

Esther Palomera

El Pablo Casado de septiembre no era el mismo que el de abril. ¿Recuerdan? El hombre que más y peores epítetos dedicó al presidente Sánchez volvió renovado del verano. Estrenaba barba y verbo. Más tranquilo, más maduro, más institucional... Y no fue por la brisa del mar, sino porque sus asesores concluyeron que entre generales y autonómicas y municipales al PP le había ido mejor tras dejar de lado el discurso hiperbólico de la estrategia de negación del “marianismo” que le aupó a la presidencia del partido. Nada más lejos de la realidad porque los resultados en mayo fueron igual de nefastos que en abril, pero la negativa de Ciudadanos a pactar con el PSOE permitió a los populares recuperar el Ayuntamiento de Madrid y mantener los gobiernos de Madrid, Murcia y Castilla y León.

El caso es que con noviembre vuelve el registro de abril en una demostración de que el PP no tiene un presidente sino varios, aunque todos lleven el mismo nombre. Depende del contexto y las encuestas. Sobre todo de las encuestas, que siempre mandan en la estrategia y con la nueva política, hasta en el verbo y el estilismo. Hay tantas versiones del PP como muñecos exhibía por los escenarios el ventrílocuo José Luis Moreno. Hoy toca Monchito. Mañana, Macario. Y pasado, Rockefeller. Lo que se tercie en cada momento. Que los datos son desfavorables y los cualitativos dicen que su tono genera rechazo, pues se modula el verbo. Que los expertos le aconsejan que se distinga de Rivera, pues se deja crecer la barba. Que su imagen recuerda al del Aznar más desabrido, pues se esconde de los medios una temporada. Que se convocan elecciones generales, pues se da una pátina de institucionalidad y se reclaman unos cuantos pactos de Estado. Que llega la campaña, pues en principio toca moderación, pero ya se irá viendo.

Y ya se ha visto. Cuatro días le ha durado a Casado la templanza. Ha sido subir VOX en los sondeos, y la mesura y las propuestas en positivo han salido por la ventana de la calle Génova. Si Abascal crece a costa de la unidad de España, las boutades sobre el independentismo y cuatro zascas al presidente en funciones, el líder del PP no piensa quedarse a la zaga. “A Sánchez le interesaba que hubiera violencia en Cataluña para aparecer como el de la porra envuelto en la bandera”, ha dicho sin que se le moviera un músculo.

El líder del PP, que ha responsabilizado directamente al presidente en funciones de cualquier incidente que pudiese ocurrir en la entrega de los premios Princesa de Girona, ha demostrado que en su caso la moderación es una postura, y no una actitud. Y todo porque las encuestas han frenado en seco un ascenso del PP que algunos relacionaron con la madurez sobrevenida de un líder que al parecer había aprendido de los errores con los que llevó a su partido al peor registro de toda su historia. Ni prudencia ni templanza. Casado vuelve a ser él. El mismo de abril. Más parecido a Cayetana Álvarez de Toledo que a Ana Pastor. Más cerca de Aguirre que de Rajoy. Más pendiente del resultado de Abascal que del de Sánchez.

La moderación era de quita y pon. El temor al avance de Santiago Abascal ha resucitado al peor Casado, al del “traidor”, “felón”, “incapaz”, “incompetente”, mediocre“, ”mentiroso compulsivo“, ”ilegítimo“ y ”okupa“, que son, entre otras lindezas, los calificativos que en una misma sesión parlamentaria dedicó a Pedro Sánchez. Y solo llevamos media campaña electoral. Como siga así, capaz es de llamar a la Reconquista, subirse a un caballo y cantar 'El novio de la muerte'. Todo sea por recuperar el espacio que con Catalunya y la exhumación de Franco ha ganado Abascal para Vox.

Con todo, en el PSOE lo que debiera preocupar no es el cambio de tono ni la irresponsabilidad de que Casado adose al presidente en funciones todos los males del averno que cayeran en España de aquí al próximo domingo, sino la posibilidad de que el bloque de derechas sume más votos y más escaños que el de la izquierda si se deja fuera de la ecuación a ERC. Si eso ocurriera, el líder del PP no se pensaría dos veces plantarse en La Zarzuela y exponer ante Felipe VI que Sánchez solo podría ser investido con el voto de quienes han sido condenados a 13 años de cárcel por intentar acabar con España. Y en ese caso, ya sabemos quién pondría entonces en marcha el reloj de la democracia.

P.D. En La Moncloa aún siguen esperando noticias de esa “mayoría cautelosa” que, hasta el momento, no emite señales. Pero tan cierto es que hasta el domingo todo está abierto como que con Vox por encima de los 40 diputados, Casado tendrá mucho más complicado abstenerse, como espera el PSOE ante una investidura de Sánchez. Hacerlo sería dejar todo el espacio de la oposición a la ultraderecha de Santiago Abascal.

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