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La negación de la negación

Rajoy

José Saturnino Martínez García

La negación de la negación es una afirmación. Doce millones de votantes hemos estado felices con la negación del gobierno del PP, felices de que se vaya un presidente indolente, ministros soberbios, una política económica que lleva al saneamiento macroeconómico mediante el aumento de la miseria de las familias más pobres, que no sabe separar la religión y el Estado, que humilla a las víctimas del terrorismo fascista. En fin, estamos contentos en negar un gobierno al que solo apoyaba una de cada cinco personas con derecho a voto. Pero ahora hemos entrado en otra fase, la negación de la moción de censura, es decir, un gobierno en positivo. En votantes, este gobierno es más débil que el anterior, pero en conectar con el espíritu de los tiempos ha hecho una jugada maestra, pues los nombramientos a los que hemos asistido captan bien las principales tensiones de la sociedad española, y apuntan a buscar soluciones de forma activa, en vez de negar los problemas, o peor aún, acrecentarlos mediante la pasividad, como ha hecho Rajoy.

En política económica, hay escaso margen en el corto plazo, una vez que los presupuestos están aprobados y a lo sumo quedan dos años de legislatura. En diversas partidas presupuestarias la ejecución quedaba muy por debajo de lo presupuestado, como en Ciencia, así que ajustar a lo previsto, ya puede ser una gran revolución. También hay que mirar en el largo plazo. Con tanto ruido diario, se nos pasó la cesión de Rajoy a Merkel a la hora de pelear por los mecanismos de integración económica que amortigüen los efectos de la próxima crisis económica (les recuerdo, “amigüitos”, que el capitalismo es burbujeante, así que vendrá otra crisis). La UE debe ir hacia la mutualización de la deuda pública y a un fondo de solidaridad con cargo al presupuesto europeo.

En política social, se ha apostado fuerte con el Comisionado contra la pobreza infantil, aunque sin presupuesto para financiar el bienestar de los menores, no sé qué puede hacer, además de coordinar las partidas que ya estén asignadas y promover debates y estudios. La política social también es política laboral, pues aumentan los trabajadores pobres debido a la última reforma laboral. Si queremos menos niños pobres, necesitamos más adultos con empleos, y con empleos de calidad. La recuperación de la negociación colectiva más centralizada y con mayor cobertura puede contribuir a repartir mejor los beneficios de la recuperación.

Y hay gestos para los que no hace falta presupuesto, o muy poco. Zapatero se atrevió tímidamente con la recuperación de la dignidad de nuestra historia reciente. Una timidez que buscaba no satisfacer a todos, pero sí incorporar a todos. La derecha, que tanto se enorgullece de la bandera de España, no se le atraganta que seamos el segundo país del mundo con más desaparecidos, después de Camboya. Acabar con los honores y privilegios de los descendientes de Franco, de los torturadores, enterrar con dignidad a los muertos… que por fin se cierren las heridas, que no pueden cerrar mientras haya paz para los toturadores y no para los desaparecidos.

Será el momento Borgen de la geometría variable en la vida parlamentaria, con aliados cambiantes, de la tensión entre cálculos electorales y sacar medidas que nos beneficien y enorgullezcan, si no a todos, sí a los más débiles, a los más humillados, a los más pobres. Queda por ver cómo se recompondrá el PP, si ha aprendido que ya pasó el tiempo de la indiferencia ante la corrupción, de la soberbia y de legislar para empeorar las condiciones de vida de trabajadores, pensionistas, inmigrantes y refugiados o entorpecer las políticas ambientalistas. Ciudadanos ha quedado con el paso cambiado, por un lado, como muletilla de los corruptos, por otro, sin el discurso meritocrático en política, que se lo ha arrebatado Sánchez. Y Podemos puede jugar a ser IU rejuvenecida y ampliada, pues una vez que optó por renunciar a la transversalidad e ir con la izquierda tradicional, se ha alejado del centro, que es donde se ganan las elecciones. O no, que no hay cosa más absurda que intentar hacer predicciones en la política española.

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