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La tentación de Ciudadanos

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera.

Gemma Ubasart i Gonzàlez

Las elecciones andaluzas abren un escenario político inesperado en la comunidad autónoma. Si bien el declive del socialismo andaluz era una realidad constatable demoscópicamente, pocos habían previsto un desenlace final tan abrupto: el batacazo de Susana Díaz, la suma aritmética de las derechas y la entrada con fuerza de Vox. Los resultados se explican en parte por dinámicas internas andaluzas: la “carterización” e institucionalización conservadora del PSOE-A después de 36 años de gobierno ininterrumpido de la Junta; la falta de proyecto para una comunidad económica y productivamente estancada y la poca innovación para enfrentar las necesidades sociales de importantes segmentos; el débil liderazgo de Díaz (a pesar de haber sido la apuesta de una parte de los barones socialistas, no ha conseguido ganar ni una elección importante); las dificultades de Adelante Andalucía de presentar un proyecto atractivo para el votante socialista desencantado pero no demasiado politizado; la debilidad del Partido Popular en la comunidad, etcétera.

Pero a pesar de todo esto, los resultados han tenido (y tendrán) repercusiones en la vida política española. Andalucía manda mensajes (a Pedro Sánchez, a los barones del PSOE, a los partidos independentistas), pero sobre todo Andalucía puede ser un laboratorio político en el campo de la derecha. Justo después de la sesión de constitución del Parlamento andaluz, Pablo Casado se apresuró a apuntar que la fórmula de suma de las derechas es exportable a las próximas elecciones locales-autonómicas-generales.

Las prioridades del Partido Popular y de Vox son claras; los intereses de ambos partidos a nivel autonómico y estatal son coincidentes. El partido azul, a pesar de haber obtenido unos malos resultados, puede hacerse por primera vez con el gobierno andaluz. Su prioridad es pactar investidura y/o estabilidad gubernamental con Ciudadanos y VOX. El partido de extrema derecha al fin y al cabo tiene mucho de escisión del PP en cuanto a dirigentes y votantes. Los de Abascal quieren, por su parte, aparecer como un partido “normalizado”, que hace vida parlamentaria y que puede influir. El objetivo: disputar con éxito las elecciones europeas y autonómicas de mayo.

La complejidad la tiene Ciudadanos. En la gestión de los resultados de las elecciones andaluzas puede estarse definiendo también su ADN para el próximo ciclo electoral. La disyuntiva de Rivera es clara: continuar girando hacia la derecha consolidando a nivel estatal un escenario con una fuerte fractura derecha-izquierda o moderarse, volver a recuperar centralidad e ir a la búsqueda de los socialistas. De momento las diversas decisiones que ha tomado el partido naranja en Andalucía apuntan a la primera opción: convertirse en muleta del PP, incluida la colaboración con un partido de extrema derecha como VOX, aunque este hecho provoque malestar entre sus socios (Manuel Valls en Barcelona) o los colegas del grupo liberal europeo (ALDE).

En el pacto de gobierno con el PP prima tocar poder cuanto antes e intentar seguir drenando votos del partido azul, como muy bien lo ha hecho en los últimos meses (aunque quizá ya no quede mucho por decantar). Aunque se trate de un partido hermético y vertical, es evidente que hay dirigentes críticos con esta opción. Existen intentos por parte de algunas voces de Ciudadanos de hacer OPAs al sector más 'susanista' del PSOE con vistas a pactar autonomías o ayuntamientos. Pero en política no funciona todo lo que se aguanta sobre papel. No todo es posible. Y Rivera parece que ha elegido.

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