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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Dejad que los niños se acerquen a la violencia

'No matarás', obra de Santiago Talavera que se puede ver en la exposición 'OTRAS TAUROMAQUIAS. En el 200 aniversario de la Tauromaquia de Goya', en Calcografía Nacional, hasta el 25 de mayo de 2016.

Julio Ortega Fraile

“El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde”. Gabriela Mistral.

No soy creyente pero respeto la fe. Creo que en su nombre se han cometido crímenes terribles y que gracias a ella también se han hecho cosas maravillosas, sobre todo cuando han pesado más la caridad y la generosidad que otros intereses; cuando alimentar, curar, alfabetizar o proteger a los más desfavorecidos ha sido prioritario a evangelizarlos; y en modo alguno niego que detrás de todo eso está la labor admirable de mujeres y hombres movidos por sus convicciones.

En la religión caben Torquemada y el Padre Ángel de Vallecas. En el nombre de Cristo se ha asesinado y se ha muerto por otros, y como no puedo preguntarle a Dios lo hago a los hombres, a los hombres que se dicen de Dios: ¿Consentís que quien mata se identifique con el que ejerce el sacerdocio? ¿Vais a admitir que un acto de tortura se describa por su similitud con la liturgia cristiana? ¿Seguiréis bendiciendo la violencia, al que la comete y el lugar donde se practica? ¿Qué piensa Cristo de todo esto? ¿Os atrevéis a afirmar que algo así forma parte de lo que os enseñó?.

En el Evangelio, la Palabra de Dios, pone: “Dejad que los niňos se acerquen a mí porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Y desde la Iglesia se explica qué quiso decir Jesús con esta frase: “El Señor ve en los niños el reflejo del Reino de los Cielos, porque su conocimiento es todavía puro. Es un tabernáculo interior donde el mal y el pecado no pueden penetrar”.

“Conocimiento puro... donde el mal y el pecado no pueden penetrar”

“Conocimiento puro... donde el mal y el pecado no pueden penetrar”Vuelvo a preguntaros y responded, por favor, como lo haría Él: ¿Hay pureza en infligir dolor extremo a una criatura siendo evitable? ¿Martirizar física y psíquicamente es hacer el bien o es hacer el mal? Matar, despacio, sin ahorrar un segundo de miedo ni una bocanada de sufrimiento y hacerlo por diversión y negocio, ¿es pecado o es virtud?.

La página Cultoro tiene un apartado llamado 'Toros para niňos' desde el que a través de dibujos y explicaciones con un lenguaje sencillo se intenta hacer atrayentes y comprensibles para los más pequeňos la aberración, la crueldad, la antipiedad, la antijusticia, la anticaridad de la tauromaquia. Si yo fuese el demonio cada noche retuitearía este blog taurino.

Una de esas historietas se titula El sagrado rito y pregunta: ¿Por qué los toreros visten dorado, llevan coleta, beben de un vasito de plata o llevan una espiga de trigo en las medias? En la primera viňeta explica: “La muerte del toro es una consagración y, a imitación de un sacerdote, el torero hace el paseíllo, viste chaquetilla por casulla, coleta por tonsura, vasito de plata por cáliz, brindan y hacen la cruz para que no los lleve el diablo”. En la Eucaristía se considera que al consagrar el pan y vino se produce una transustación de estos en el cuerpo y sangre de Cristo, según sus palabras en la Última Cena. ¿Seréis capaces de consentir que se le enseňe a los niňos que en las terribles heridas producidas a un ser inocente y en las hemorragias que manan de ellas el Hijo de Dios mismo está presente de manera real, verdadera y sustancial? “Para que no los lleve el diablo”, afirman desde 'Cultoro'. ¿Es que acaso es la mano de Dios la que les guía cuando escarban con la puya, clavan las banderillas, atraviesan con la espada o meten la puntilla?

La segunda viñeta dice así: “¿Y el trigo? La representación del pan, símbolo de antigua cristiandad”. ¿A quién simboliza la espiga en la media del torero: a aquellos primeros cristianos arrojados a morir en la arena de los coliseos o al emperador de turno que defendía y disfrutaba con un espectáculo de un sadismo atroz? El toro es aquellos mártires y el que dice ser como ellos, el torero, es Nerón. ¿Os da lo mismo ese intercambio de papeles, esa prostitución de la verdad en las mentes infantiles?.

Y en la tercera viñeta leemos: “Terna, terno, tercio, tres pares de banderillas, tres puyazos, tres avisos, tres de cuadrilla, tres lotes de toros... Sagrada Trinidad”. ¿Quién es el Padre? ¿la pica?. ¿Quién el Hijo?, ¿el matador?. ¿Quién el Espíritu Santo?, ¿cualquiera de los toros con las orejas y el rabo amputados todavía con vida y arrastrados después?. Fueron también tres, ¿no?, los clavos con los que crucificaron a Jesucristo. Podéis recordarles ese olvido en su siniestra colección de tríos o podéis impedir que a los niňos se les enseñe que las armas y los verdugos no gozan de santidad. ¿Lo seguirá haciendo de vuestro consentimiento?.

Ya no hablo, que podría, de la Bula De Salutis Gregis Dominici (todavía en vigor) promulgada por el Papa Pío V, donde considera cruentos y vergonzosos “esos espectáculos que se corren con toros y otras fieras en ciudades, plazas... prohibiéndolos terminantemente por esta nuestra Constitución, que estará vigente perpetuamente, bajo pena de excomunión y de anatema... cualesquiera que sea la dignidad, eclesiástica o civil, incluso imperial o real que permita su celebración”.

Ya no hablo de la empatía como mortales o de la compasión como almas entregadas al servicio a los hombres a través de la religión, que también, sino que os ruego que seáis la voz del Dios al que os debéis y que digáis sin ambages, sin parábolas, sin comparaciones, sin titubeos o silencio qué siente Ese cuyo mensaje de Paz, Amor y Bondad predicáis cuando os ve mover el hisopo en la arena de un ruedo, cuando en la capilla de una plaza se encomienda a Él o a su Madre el que minutos después va a torturar y matar, o cuando los que tienen las manos manchadas con la sangre de inocentes llaman a los niňos para que se acerquen a ellos y acariciándoles la cabecita les dicen: “la tauromaquia es como la religión católica y los toreros somos como los sacerdotes”.

¿Qué sienten la Virgen y Dios, hombres justos, puros y rectos de la Iglesia, cuando os contemplan consentir y callar?, ¿qué cuando os observen aplaudir -que tampoco es inusual-, esa exaltación al abuso, a la crueldad, a la violencia y a la cobardía que es la tauromaquia?.

Si fuese creyente estaría seguro de que Cristo, su Madre y su Padre llorarían por esos niňos, por esos toros y por vosotros, “porque asemejáis a sepulcros blanqueados, por fuera parecéis hermosos y justos a los hombres pero por dentro estáis llenos de hipocresía y desafuero, llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicia”. Si dejáis que los niňos se acerquen a ellos y ellos a los niňos, si permitís que mezclen tauromaquia y religión y seguís bendiciendo sus actos estaréis demostrando que la Iglesia hoy es más tridentina que nunca, que siguen los métodos inquisitoriales, que cambió la especie pero permanecen el oscurantismo y cabe la violencia en una bendición. Y será la prueba de que la pureza de los niños se puede tratar a capotazos.

La tauromaquia por sí misma está tan rechazada socialmente como desahuciada económicamente sin subvenciones, por eso necesita mezclarse entre aquellos que gozan de consideración ética, artística o mediática. Lo mismo tira el lobby taurino de Hemingway o de Vargas Llosa que de Juan Carlos I o de la Iglesia, pero si el primero, cuyo espíritu agresivo es de sobra conocido, el segundo con su pasado negro de Ayacucho o el tercero, un día cazando osos en Rusia y otro elefantes en Botswana no eran o son más que humanos con querencia por la violencia con animales (y humanos en algunos casos también) e indiferencia por el sufrimiento, la Iglesia es una Institución que, al menos en pleno siglo XXI, se supone que ya ha dejado atrás toda su carga de identificación o participación con prácticas cruentas incluyendo la tortura. Vuelvo a preguntar, y no a Dios porque no es Él quien bendice o presencia corridas; no es él quien, como el Padre Rayito, hunde el acero en el cuerpo de toros; sino a vosotros: ¿Sois sacerdotes-toreros? ¿Son ellos toreros-sacerdotes? ¿No hay problema en que los niños asuman como válido el tándem tauromaquia-religión?.

Y si se puede pecar de palabra y de obra, y en este caso hay de ambas, también existe el pecado de omisión y el silencio lo es de la voz expresando una postura, clara, sin ambages, sin medias tintas y con sangre entera. Dios, los católicos, los no creyentes, los niños y ese mensaje de Paz y Amor, absolutamente todos nos merecemos saber la Verdad, saber dónde y con quién estáis, si con Francisco de Asís o con lo que dijo Juan Pablo II al afirmar que “los animales poseen un soplo vital recibido por Dios”, o con los guionistas de 'Cultoro' asegurando que esas criaturas están aquí para ser torturadas, mutiladas y asesinadas pero eso sí, sin pronunciar jamás esas palabras, que de eufemismos saben un rato, y explicándolo en forma de viñeta, que queda mucho más correcto y entra con más facilidad en las cabezas de los niños.

Podría preguntarle también a los taurinos, qué duda cabe, pero ya conocemos cuáles son sus respuestas: desde que el toro desea morir así hasta que no sufre en la plaza, pasando porque la tauromaquia no recibe subvenciones. No parece que le tengan demasiado respeto al octavo mandamiento, nada que extrañe si no le tienen ninguno al quinto.

¿Y vosotros?

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