Sobre este blog

De “América para los americanos” (del norte) a “América, lo primero”

El presidente de EEUU Donald Trump

José A. Alemán

Suelen los políticos exigir a sus contrincantes que pidan perdón por esto, por lo otro y lo de más allá. Y como algunos acceden pensando que basta para quedar como un San Luis, debo recordar las imprescindibles exigencias, digamos litúrgicas, del dolor de corazón y el propósito de la enmienda que han de acompañar al reconocimiento de culpa para que el perdón se produzca realmente. Son demasiadas las tribulaciones del personal de a pie para encima obligarlo a discernir si se cumplen o no las condiciones del perdón. En realidad, nunca creí que Dios hubiera delegado la distribución de absoluciones al cura, con aliento a café de refectorio madrugador, surgido de la penumbra del confesionario con la rutinaria pregunta de cuántas veces, hijo mío, a la que contestabas bastantes, padre, pues no ibas a estarlas contando. Eran tiempos peligrosos pues si no eran suficientes el Mundo, el Demonio y la Carne como enemigos del alma, había que pechar con comunistas, masones y demás ralea juramentados, como sabía todo el mundo, para calzar por el Centinela de Occidente, vencedor de cien batallas en defensa del esforzado fortín español que de sucumbir allanaría el camino al Imperio del Mal, contra el que tan explícita fue la Señora de Fátima y no sé si la de Lourdes aparecida en la impía Francia.

Muerto Franco, si realmente murió, que los autores no van muy de acuerdo, volvieron los partidos y las urnas y sin todavía recuperarnos de la impresión se nos vino encima el muro de Berlín que enterró en la escombrera a la URSS. Apenas dio tiempo de arrumbar los rosarios en familia del padre Peyton, parte de la “ayuda americana”. Y cuando nos creíamos a salvo de todo aquello, se nos viene encima la extrema izquierda fanatizada y los antisistemas radicales en un tótum revolútum con toda clase de ecologistas, feministas, gays, drogotas, seguidores del Real Madrid y no pocos culés.

Ya estábamos a punto de asimilar todo eso cuando irrumpió Donald Trump y su “América, lo primero”. El cuerpo le pedía al ya presidente recuperar la doctrina elaborada por John Quincy Adams, el sexto presidente USA, aunque fuera su inmediato antecesor, James Monroe, quien le dio su apellido y la sintetizó con el eslogan “América para los americanos”; para los americanos del norte, claro. Pero debieron los intelectuales de cámara que le rodean hacerle ver que podían cogerlo por la palabra los descendientes de Toro Sentado, Gerónimo o Nube Roja, si quedó alguno, y reivindicarse como los verdaderos y genuinos americanos. Debió ser por eso que se centró en los musulmanes terroristas por Alá y en los cuarenta y pico millones de hispanos, mujeres y niños incluidos, que viven en los USA.

De los musulmanes nada diré que no sepan por lo que casi cierro el comentario sin ocuparme de la foto publicada en los periódicos: una hermosa pancarta llamando a los americanos a resistir en lo alto de una grúa a 80 metros del suelo en el área de la White House, a la altura del 1.600 de la Avenida de Pennsylvania. Si piensan que me da cosa llamarla como hasta ahora Casa Blanca, en español, están en lo cierto: me da. La pancarta y su colocación fue asunto de activistas de Greenpeace disconformes con que Trump considere el cambio climático un cuento chino para dañar el made in USA y su no menos trumpeteada profesión de fe en el racismo, la misoginia, la homofobia y la intolerancia; y la tortura a los detenidos que acaba de aceptar el miércoles último.

Imagino que alguna más se sacará de la manga de aquí a que produzca los primeros muertos. Confío en que aclare si el rubio hortera que luce es natural. Una disquisición ésta que dejaré hasta que la nueva primera dama instale en la White House su anunciado salón de belleza y teñido, que será, imagino, un “beauty parlour” estilo suntuoso trumpero. Y como el diablo las carga, diréles que el nombre de Melania que gasta la buena señora propiedad de Trump es de origen griego y se relaciona con lo negro y oscuro; específicamente con la mujer muy morena de ojos y pelo negros. No sé si don Donald, nombre común en Escocia que significa “el que manda en el mundo”, está preparado para soportar la asimilación del nombre de Melania y de otros masculinos. Como el de Melámpigo, el misterioso “hombre del trasero negro” que resultó ser, por último, el mimisimo Heracles. O el del médico y adivino Melampo, llamado “el de los pies negros” porque al nacer su madre lo puso a la sombra de un árbol, pero le dejó sin querer los pies al sol y se le tostaron malamente, angelito. Son coloraciones insoportables para un racista que no ha dudado en ir por la vida con una bayeta amarillo-metálica en la cabeza. Y me callo lo de Melancio y su hermana, Melanto, criados los dos de Penélope y Ulises y qué sé yo.

No obstante, Trump aporta a nuestros sencillos regocijos de pueblo orillado. Así, supimos de la desaparición de la web en español de la White House, al tiempo que supimos de las gestiones de Rajoy en demanda de explicación. O sea, cuando Rajoy agarró el primer micrófono a mano y contó que, nadita más saber lo ocurrido, llamó a Washington donde le aseguraron que no se había suprimido la página sino que estaba “en construcción”. Hasta ahí, bien. Quizá confió demasiado en su informador pero la verdadera metedura de pata vino después: quiso aprovechar la ocasión para meterle un cuerno a los catalanes y afirmó que la Generalitat no tiene una versión en español de su página web. Y ni que decir tiene que la misma tarde del martes 24, día del desliz, ya estaba el Gran Wyoming con el asunto en su programa (El Intermedio, de La Sexta) mostrando en pantalla la web de la Generalitat que no existía. Un caso a incluir en el catálogo de “postverdades”, el palabro para designar la afirmación y difusión como cierta de mentiras que se desea verdaderas. Las hay, desde luego, no demasiado trascendentes, como ésta que a lo sumo persuadirá a unos pocos catalanes que mejor puede irles separados; a diferencia de la que se montaron Bush, Blair y Aznar con la mentira de las armas de destrucción masiva como pretexto para destruir el Estado iraquí en el inicio de la actual bronca. La última buena de Rajoy es del jueves 26. El recibo de la luz se anunció como el más caro de la historia, ya por encima de los 80 euros y picando los 90 e incluso los 100, pero aseguró Rajoy que su Gobierno nada hará y que el exceso se corregirá sólo con las lluvias que vendrán, “porque lloverá”, aseguró en modo “perlo” que es, si mal no recuerdo, como llamaban en El Hierro a quienes sentían venir las lluvias. Francamente, con perdón, no se equivoca Aznar al considerarlo medio zoquete.

Y sigo con Trump porque es él, no Rajoy, el que me tiene pasmado. Está tan dispuesto a ponerlo todo patas arriba que se le advierte una decidida querencia diría que orwelliana a emular la revuelta contra el granjero Jones. Aquella rebelión de la granja narrada por Orwell bajo el título de Animal Farm, tenía como primer mandamiento de fe que “todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo”. Cosa que quedó muy clara cuando Napoleón y el resto de los cerdos, ya convertidos en clase dirigente, logran erguirse y comienzan a caminar sobre dos patas, además de aprender a utilizar el látigo con soltura. George Orwell, seudónimo del escritor Eric Arthur Blair, acabó de escribir su sátira política en 1943 con un prólogo, titulado La libertad de Prensa, que no apareció hasta después de su muerte (1950), incluido en una edición de 1971. En ese prólogo, denuncia la censura impuesta a cualquier crítica a Stalin o a Rusia al entrar en la II Guerra contra Alemania y la cobardía de los intelectuales, hasta entonces críticos con la revolución soviética. No sé por donde cogerlo, por respeto a Orwell, pero, qué quieren, me vino a la cabeza su sátira dirigida a Stalin, a la corrupción del poder y a los dictadores.

La verdad es que hace años no podía pasárseme por la cabeza que un tipo como Trump estaría hoy más cerca del legendario oro de Moscú que lo estuvo el mester de rojería de aquellos tiempos. Se lleva bienísimo, cuentan, con Vladimir Putin, el ex agente del KGB, ahora cuasi zar de todas las Rusias que, al decir del FBI, le echó una manita para que ganara la mano a Hillary Clinton, pobrecita mía. Fíjense como será que Trump nombró secretario de Estado a Rex Tillerson, íntimo amigo del mentado Putin que fuera consejero delegado de la Exxon Mobil. Dicen que no tiene experiencia política maldita pero no creo que le falten sugerencias llegado el caso.

Propósito proclamado por Trump es “traspasar el poder de Washington al pueblo” y qué mejor cosa que nombrar un Gobierno de plutócratas y militares ideologizados. Entre ellos destaca el secretario de Defensa, el general retirado James Mattis, apodado perro furioso; cariñosamenmte, supongo. O el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, que fuera gestor de fondos de la Goldman Sachs a la que la Comisión del Mercado de Valores USA acusó en 2010 del fraude de las hipotecas subprime. También ayudó la Goldman al líder conservador Kostas Karamanlis a ocultar el déficit origen de la crisis de la deuda soberana griega, el ladroneo que la postverdad al hispánico modo cargó sobre las espaldas del presidente Tsipras para darle de rebote a los de Podemos. Para que se advierta la ausencia de casualidades, recordaré que en esa época el director operativo para Europa de Goldman era Mario Draghi, hoy presidente del Banco Central Europeo.

Algo más podría decirse de los nombramientos de Trump. Como el de Mike Pompeo, del Tea Party, al frente de la CIA; y el de su yerno, Jarib Kushner, asesor presidencial. Pero llevo prisa para ocuparme de quienes, por el momento, son los principales beneficiarios de la irrupción de Trump, los chinos o sea. Así se las ponían a Fernando VII y a Franco los cachalotes. No han tenido los chinos necesidad de recurrir a su sabiduría milenaria ni a su retorcida y mítica astucia. No tuvo Xi Jinping sino que plantarse en el Foro de Davos y erigirse en alternativa a la globalización frente a Trump que la maldice y anda rompiendo todos los compromisos que aseguraban a Washington la primacía. De momento se ha salido del pacto comercial con los países asiáticos que concibiera Obama para aislar precisamente a los chinos. No deja el presidente americano otra alternativa a sus socios que someterse a él en la forma que mejor le parezca. Está por el proteccionismo nacionalero, contra la UE, la OTAN, a favor del Brexit y dejar a las grandes industrias que acaben de destruir el planeta.

Está Trump claramente dispuesto a recuperar la tradición histórica aislacionista de Estados Unidos, abandonada cuando vieron que el negocio era controlar el mundo. Aunque el aislacionismo siguió, nunca dejó de estar ahí. El país lo poblaron gentes huidas de los desastres europeos que no quisieron saber nunca más de sus lugares de origen y mucho menos involucrarse en sus guerras. Para vencer esa resistencia se provocaron tragedias como la del Maine en Cuba o fueron concentrados en Pearl Harbour barcos suficientes para que picaran los japoneses y que la opinión pública americana cambiara de actitud clamando venganza. Fue una sorpresa para los japoneses convencerse de que en Pearl Harbour no habían destruido al grueso de la flota americana, como creían.

De momento ha logrado Trump dividir a la opinión pública estadounidense que no parece estar demasiado de acuerdo con él. Él se pregunta, frente a las críticas de quienes se le oponen, dónde estaba toda esa gente cuando tocaba votar, pero hace como que no oye cuando se le recuerda que Hillary Clinton le sacó una notable ventaja en votos reales emitidos. Cosas de las leyes electorales de las que algo sabemos los canarios.

Para terminar, diréles que, aparte de cuanto me inquieta que semejante payaso esté tan cerca del maletín nuclear, me subleva que este personaje haga bueno el descarnado neoliberalismo del sistema contra el que va y que tanto daño ha causado y sigue causando. Por otro lado, 2017 verá varias confrontaciones y manda huevos que casi la única esperanza frente a Wilders, Le Pen o los del Brexit, suponiendo que Farage esté de verdad en un segundo plano, sea Angela Merkel. Nos están obligando a elegir entre dos males, lo que está dando lugar a tremendas paradojas que han hecho exclamar a muchos que se acabó aquello de las derechas y las izquierdas, que ya no tiene sentido. A lo mejor ocurre que esa división nunca ha conseguido abarcar completa la realidad social, la que nunca abarcará; quizá incluso sirva para todos ellos la maldición que pesa sobre los idealistas del signo que sea: que vivan lo suficiente para que puedan padecer los desastres que provocaron a la humanidad las ideas que defendieron en su juventud.

Ya está bien

No sé a ustedes, pero a mí me tienen hasta el gorro las porfías de políticos. Me refiero a la del presidente Fernando Clavijo y el exconsejero de Sanidad, Jesús Morera. Ya parece haber aflojado, pero se han tirado varios días los trastos a la cabeza a ver quién tiene la culpa de qué. Morera dice que Clavijo le dijo que si tu-tú-tú y Clavijo le responde a Morera que fue él quien le vino con que si ta-tá-tá. La disputa fue, por lo visto, acerca del ahorro en materia sanitaria y cuál de los dos propuso cierres de camas e incluso de hospitales completos, además de recortar los dineros para ese carísimo medicamento que, tengo entendido, es el único remedio o paliativo, no sé exactamente, para la hepatitis C. Al fin la discusión cesó, cada uno volvió a la casilla de salida hasta una próxima ocasión. He recopilado los recortes de la discusión y si les digo la verdad, he acabado por no saber de qué discutían realmente; salvo que se tratara de una pura cuestión de partido dilucidar quien es el macho que más pis hace.

Lo de menos es el interés de los ciudadanos. Parece que lo importante políticamente es que Fernando Clavijo se mantenga en su puesto, lo que pasa por la servidumbre del insularismo tinerfeño que poco tiene que hacer en Gran Canaria donde cuentan los nacionaleros con el vicepresidente Rodríguez nada menos que para “darle peso” a la isla en el conjunto regional y Bañolas torpemente empeñado en quitárselo a Antonio Morales. Éste, por su parte, debe sentirse tan por encima de todas las cosas que no anda muy afinado con su apoyo a Brito, que bascula sobre Sí se puede para traerlo a Gran Canaria, hacerle la puñeta a Podemos, que tampoco está como para dejarse ver.

Por mi parte, ya he perdido la curiosidad y las ganas de saber que está realmente pasando. Hasta tal extremo aquella voz de alarma general que dio Einstein en su día: “Pronto llegaré a la hora estacionaria y estéril en la que uno empieza a quejarse de la mentalidad revolucionaria de los jóvenes”. En realidad no puede uno quejarse de una mentalidad que hoy por hoy no existe en las islas.

Son tan parecidas las actuales relaciones y sus conflictos a las de épocas anteriores que no sé si ponerme a numerarlas y tratar de detectar diferencias ahora mismo imperceptibles que me digan si vamos para alante o para atrás. No lo hago por la lógica pereza y por la prudencia de que acabo de desprenderme de carpetas repletas de papelotes. Lo dice apesadumbrado menos por la memoria que cogía camino que por el hecho, constatado, de que siempre se han impuesto los criterios de Madrid. Lo que es normal en los partidos de ámbito estatal pero no en CC, pongo como ejemplo. Ya podrían los partidos en las islas reflexionar los asuntos de Canarias desde Canarias misma y entender de una maldita vez que gran parte de los problemas isleños, incluido el fracaso autonómico, se debe a que aquí simplemente se aplica la visión política de Madrid.

Y acabo con Tony Judt que dejó escrito lo siguiente: “Sin idealismo, la política se reduce a una forma de contabilidad social, y esto es algo que un conservador puede aguantar muy bien, pero para la izquierda significa una catástrofe”. Pues eso, qué voy a decirles.

Sobre este blog

Etiquetas
stats