Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

Y además, estos canallas nos roban el tiempo

Los exdiputados socialistas, Santos Cerdán y Jose Luis Ábalos, en una imagen de archivo. EFE/ Javier Lizón
15 de diciembre de 2025 21:28 h

17

Hasta la palabra es fea. Y no podemos despegárnosla de la piel, porque todas las mañanas nos despertamos con una náusea nueva provocada por un mismo sentimiento: el asco. ¿Qué otros sentimientos pueden producirnos esos cargos socialistas que se dirigían a las mujeres de su entorno echando mano a la bragueta? Burros rijosos, sucios y zafios, gente a la que hay que expulsar de inmediato de cualquier organización que, simplemente, quiera considerarse decente. Y si en ellas ha habido personas que han mirado para otro lado, los máximos dirigentes solo tienen una obligación: echarlos a la calle, arrancarles los galones y someterlos al oprobio de gritar sus nombres a los cuatro vientos. Nunca, jamás, os queremos a los canallas, pero tampoco a vosotros, sus cómplices.

Qué decir de esos tipos corruptos que han engordado sus cuentas corrientes y se han pagado sus caras juergas con el dinero recaudado con los sistemas mafiosos de delincuentes despreciables. ¿Decimos presuntos? Digámoslo. Pero espanta lo que ya sabemos y lo que vamos sabiendo de poco a poco, como si nos castigaran con una taza de acíbar diaria. Tenían poder, unos sueldos abultados, coches oficiales, gastos pagados y casa gratis, y gozaban del respeto de todos sus votantes, que los aclamaban allá por donde iban. ¿De qué oscuras covachas han salido estas gentuzas, en qué nido de buitres han crecido, cómo han caído hasta esas bajezas, sin que sus vecinos de tienda de campaña, por cierto, hayan olido su fetidez hedionda?

Y todos estos especímenes dignos de acabar en el vertedero han acarreado, además, otro daño colateral que conviene destacar. Cuando es obvia y escandalosa la guerra emprendida por los jueces, hay quien cree que en pinza de sangre con una parte de la dirección de la Guardia Civil, los desmanes de esa piara de socialistas, su corrupción o sus abusos, empañan la defensa de la izquierda ante esa evidente cacería contra el gobierno de coalición. Decimos paladinamente la UCO, sí, porque si ponemos en tela de juicio la imparcialidad de los ilustrísimos señores jueces del Supremo, un suponer, ya me dirán por qué no podemos hacer lo propio con algunos miembros de ese ejército dentro del ejército que es la Guardia Civil, pero también con los miembros de la llamada policía patriótica que tan ricamente utilizó el gobierno de Mariano Rajoy. ¿Acaso no sería de temer un equipo formado por un juez militante de la derecha más procaz que encarga la investigación sobre un acusado de izquierdas a un guardia civil que bebe los vientos por Vox o a un policía muy patriota que acusa de traficar con drogas a un dirigente de Podemos? Ah, ya, que ustedes no se creen que existan esos comandos de ataque. ¿Cómo van a existir jueces que condenan sin pruebas, o guardias civiles que dejan pasar años sin investigar determinados expedientes que afectan a la derecha, mientras se vuelcan en atender con suma diligencia las ansias chocarreras de ciertos jueces que piden más y más investigaciones y papeles absurdos en procesos contra socialistas iniciados por organizaciones de ultraderecha, estos sí, corre que te corre, aunque confundamos nombres o números?  

Estos sinvergüenzas, bergantes y perdularios, los Ábalos, los Cerdá, los Koldo, y otros chicos de ese repugnante montón de otra peculiar peste porcina, son los culpables, además, de que perdamos de vista los grandes debates, en los que de verdad nos jugamos la vida, obligados como estamos a gastar toneladas de energía en seguir sus repugnantes carreras y en atender a sus vergonzantes chácharas telefónicas de arrieros rufianescos. En el interior, nos distrae del peculiar quehacer de otros pillos, asiduos del fraude tributario y de sus andanzas con nombre oculto en la empresa sanitaria que su novia dota de millones y más millones. Exacto: Alberto González Amador, del bracete con Miguel Ángel Rodríguez, ahora que vamos despacio vamos a contar mentiras, tralará. 

Porque es a estas grandes batallas, la privatización de la sanidad o la educación, esa vergonzosa guerra declarada contra todo lo público por la Comunidad de Madrid que dirige nuestra polímata preferida, Isabel Díaz Ayuso, la reina del vermú, a las que deberíamos estar prestando atención. Porque no se trata de un sucedido accidental, es que es la médula que va a marcar la política de nuestro país -y en toda Europa, ahora lo veremos- si dejamos que gobiernen PP y Vox. Es la justicia social, es la obligación de pagar impuestos, es la necesidad de unos presupuestos que intentan salvar los dolorosos abismos que separan a las clases adineradas de las más humildes, a respetar a los inmigrantes, a forzar la existencia de mecanismos que faciliten el acceso a una vivienda digna. Primera cita, Extremadura. Y luego, Aragón, y más tarde, Andalucía. Los cribados y las enfermas de cáncer. ¿Se acuerdan de eso?

Convendría saber qué piensa hacer Pedro Sánchez ante esta alerta roja de la AEMET política. Un punto ridículas, por extemporáneas, las exigencias de la vicepresidenta Yolanda Díaz, como si ella no tuviera que responder del peso de ese cargo. Pero el respetable espera algún gesto, algunas palabras, alguna acción decidida desde La Moncloa que nos informe a todos de que el responsable máximo es consciente de que está cayendo la de dios. Y que va a hacer algo serio y sustancial para solucionarlo. Lo del puñetazo en la mesa, vamos. Porque la aparición pública de ayer, una absurda pérdida de tiempo. 

Decíamos de los temas importantes y de la posible llegada de la extrema derecha a varios gobiernos europeos, alojados en caballos de Troya como aquel que construyó para Ulises el artesano Epeo, tal y como hace en España el PP con Vox, o a pecho descubierto como ya están al mando de Hungría o Italia y pueden hacerlo en Francia y otros países. Imposible desligar su éxito del de Donald Trump, millones a raudales para este nuevo nazismo, como ya decíamos aquí mismo la semana pasada. Una belicosa llegada, además, porque los amos del universo se empeñan, gánsteres y pistoleros, en asustarnos con el fantasma de un inquietante clima prebélico. Por ejemplo, ese miserable sicario de Trump que responde al nombre de Mark Rutte, “la guerra está llamando a la puerta”, asusta el títere que manda en la OTAN. Tienen todos ellos el macabro acuerdo de que los europeos pongamos millones y millones de euros para comprar armas a las fábricas de Estados Unidos. El Ojo, sinceramente, no cree que quieran que iniciemos una guerra. Les basta con aquel paraíso de la Guerra Fría, donde desde Washington lograron desangrar a la Unión Soviética, entonces el enemigo, que hoy lo es Europa, en una carrera armamentística loca y suicida que para su cumplimiento, Trump y sus hoy nombres de la guerra, los tecnológicos Elon Musk y otros secuaces, el nuevo complejo militar industrial, necesitan sacrificar el gasto social, ese que tanto gusta y define a los europeos, que coman los pobres, y que resulta un insulto para los neocapitalistas salvajes, ahí se pudran esos vagos.  

Pues no. Europa, y en eso deberíamos gastar nuestro tiempo, en discutir, en elaborar planes de altura, debe levantar la cabeza y decir basta. La UE es la segunda economía del mundo, sólo Estados Unidos por delante, y pareja con China. Tiene 450 millones de consumidores, por 330 el imperio de Trump, un potencial enorme tecnológico que permite, en sus 4,2 millones de kilómetros cuadrados, la libre circulación de bienes, servicios, capital y personas. Una fuerza inconmensurable si se decidiera a ejercer de verdad su papel de primera potencia, se dotara de unos gobernantes serios y valientes, Ursula von der Leyen y sus cobardes adláteres a la basura - ¡qué bochorno las concesiones sobre Ucrania, qué vergüenza la aceptación de aranceles con su humillante visita de pleitesía del siervo al amo al campo de golf de Trump! - capaces de implementar las reformas obligatorias para ganar fortaleza. Pero mientras llegan esos cambios, ahora citaremos alguno posible, deberíamos estar discutiendo acaloradamente hoy mismo sobre qué hacer con los 200.000 millones de euros en activos del banco central ruso congelados en países europeos, la mayor parte en bancos belgas, “hasta que Rusia pague por el daño que ha causado a Ucrania”, un problema de primera división que en España a nadie parece importarle, menos aún al PP, inmerso en los lupanares, y que debería ser un debate de primera clase por las muchas implicaciones que podría tener esa incautación. Reformas sugeridas: lo primero, acabar con la cláusula de la unanimidad que siempre deja en manos de los antieuropeístas las grandes decisiones, con Hungría, verbigracia, con capacidad de hecho de veto, para seguir con avances en el federalismo y la dotación de un presupuesto más competitivo y social. 

Claro que habría que estudiar cómo defendernos - ¿de Rusia, de China, del Lado Oscuro de la Fuerza? - sin contar con Washington, hoy nuestro enemigo, no nuestro aliado. Porque, ¿y si tuviéramos que defendernos precisamente de ellos, de los Estados Unidos de Trump? Pensemos en gasto militar, sí, pero sin necesidad de partir de esa tramposa cifra del 5%, dictada por los bribones del lugar dirigidos por el monstruo naranja. La cooperación militar de los 27 reportaría muchos más beneficios que ese estúpido mantra. 

Hablaba Stefan Zweig del final del siglo XIX y primeros del XX y lo llamó “la edad de oro de la seguridad”, un tiempo en el que se creía tan poco en el regreso de la barbarie a la vida europea -a una guerra, por ejemplo- como a la creencia en brujas y fantasmas. Hoy, a tantísimos años de paz en Europa, desde el final de la II Guerra Mundial, sólo alterada por las cruentas batallas en la antigua Yugoslavia, los ciudadanos debemos estar atentos y vigilantes para que unos políticos incompetentes, ávidos de poder y dinero, no nos metan en otra guerra de 1914.

Y sí, un horror ese edil que comentaba el trasero de la compañera de partido o ese listísimo ex presidente de la SEPI que se ha hecho rico. 

Pero Europa. 

(Por favor, dejen que el Ojo suelte una sentida lágrima por Salvador Allende, por Víctor Jara, por los miles de chilenos asesinados y torturados por la salvaje dictadura de Augusto Pinochet, aquel general cafre y ladrón. Ayer ganó las elecciones José Antonio Kast, un ultraderechista que considera que ese régimen brutal fue una bendición para su país. En esas estamos).  

Adenda. Andaban dando brincos y danzando bailes lujuriosos los súcubos y los íncubos, las brujas y los brujos, junto a los adoradores del macho cabrío y otros especímenes, tal que los políticos de la derecha, los periodistas de la derecha, los jueces de la derecha, los agentes del orden de la derecha, los empresarios de la derecha, todos ellos decimos, a la puerta de la cueva, tan contentos, esperando a que llegara el encargado de bendecir el aquelarre. Y allá que se apareció con sus adornos y sus cruces el que faltaba, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, presidente que es de la Conferencia Episcopal, tan ocupado con sus curas sobones de criaturas. “Cuestión de confianza, moción de censura, o ir a elecciones”, gritó entre grandes aplausos de la feroz rondalla. “Ha tardado usted mucho”, le soltó un aguerrido adorador del diablo. Qué va, dijo el arzobispo que no quiere homosexuales en los seminarios porque no son enteramente varones. Son ustedes unos ignorantes, explicó, que la Conferencia Episcopal lleva años y años sacudiendo leña sin cuento a la izquierda. Por eso, ejemplos sencillos, dábamos un dineral al bocachancla Jiménez Losantos para que insultara a Zapatero, y ahora se lo damos al ínclito Carlos Herrera para que haga lo propio con Pedro Sánchez. Ah, la COPE, deslenguado portavoz de la Iglesia, ¡qué gran atalaya de periodistas infames! 

Y por eso el Gobierno, tan gentil, qué infamia, les ha cedido Cuelgamuros a los curas. 

Hacen bien en sacudirnos. Por bobos. 

Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

Etiquetas
stats