Seis razones para proteger el oasis de Maspalomas

Oasis de Maspalomas

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

La propuesta del Cabildo de Gran Canaria para declarar Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de sitio histórico el oasis de Maspalomas se ha sustentado en seis informes externos que coinciden en la necesidad de reforzar la protección de un paraje con unos valores naturales e históricos “indiscutibles”. La mayoría de los informes que avalan el BIC trascienden de la dimensión histórica vinculada a esta franja de terreno -el paso de Cristóbal Colón por Maspalomas antes de emprender su cuarto viaje a América- y realzan la riqueza y singularidad de los ecosistemas que la habitan. Aquí una síntesis de estos documentos.

Emma Pérez-Chacón (ULPGC)

En su informe fechado el 27 de junio de 2013, la catedrática de Geografía Física de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) Emma Pérez-Chacón hace una exhaustiva valoración ambiental del entorno del oasis de Maspalomas.

En sus conclusiones, expresa su apoyo a “cualquier iniciativa que incida en la protección activa” de este espacio y recomienda evitar actuaciones que redunden en “una mayor artificialización” de la zona, en especial “las que supongan un incremento de la superficie edificada”, como la que pretendía realizar la cadena Riu, consistente en derribar el hotel Oasis y levantar en su lugar un nuevo establecimiento de 25 metros de altura.

Pérez-Chacón subraya el alto valor ambiental y la singularidad del entorno del oasis de Maspalomas, ya que el sistema de dunas representa tan solo el 3% la superficie del Archipiélago. En su informe recuerda que el paraje mantuvo un alto grado de naturalidad hasta los años sesenta, “solo alterado por la agricultura y el pastoreo”, y que fue a raíz del apogeo turístico de esa década cuando comenzó un “intenso proceso de artificialización” que es especialmente significativo en la zona promovida como BIC.

La catedrática de la ULPGC resalta la importancia de la flora y vegetación de esta franja de terreno, de su fauna y, en la zona sumergida, su valor paleontológico. Así, explica que antes del proceso urbanizador los palmerales se alternaban con los juncos y matorrales de los humedales, que las comunidades de vegetación terrestres, junto con las algas y las plantas acuáticas, constituyen lugares de refugio para veinte especies de peces y también para invertebrados (el grupo con mayor biodiversidad en el entorno) y que en este espacio proliferan las aves acuáticas nidificantes, de entre las que destaca el chorlitejo patinegro, del que solo hay siete parejas.

También remarca el valor de las rocas sedimentarias sumergidas, “testimonio de los cambios globales que se han sucedido a lo largo de la historia de la Tierra”.

El Cabildo de Gran Canaria incorporó en su propuesta la sugerencia de Pérez-Chacón para que la charca de Maspalomas, “un nicho ecológico de gran valor”, se incluyera en la zona protegida por el BIC. A pesar de que el 39% de esta área ya se encuentra protegida (es Reserva Natural Especial y Zona de Especial Conservación), la catedrática considera que el BIC puede ser “una contribución más para afianzar la salvaguarda de los valores naturales que se conservan a pesar de las transformaciones”.

Elena Acosta (Casa Colón)

El informe más extenso, de 23 páginas, lo redacta la directora de la Casa Colón, Elena Acosta Guerrero, que destaca que el oasis de Maspalomas fue lugar de referencia obligado para los navegantes desde los primeros viajes de los europeos a Canarias. “Hacer aguada en el oasis no comienza con Colón”, advierte la historiadora, que apunta que los mapas de los siglos XIV y XV demuestran que los navegantes de esa época ya conocían la zona.

Acosta sostiene que el ecosistema de la charca era “poesía para navegantes” por las condiciones naturales del lugar. Por un lado, porque la laguna y la vegetación eran visibles desde el mar y, al estar junto a las dunas, un terreno llano, les permitía acercarse sin peligros y evitar “un posible ataque de los aborígenes”. Pero también por su situación en una zona de calmas, en la que podían “anclar y acercarse de forma rápida a la costa para buscar agua y leña”.

Los tarajales, árboles que abundan en este paraje, daban madera que servía como elemento de combustión para los barcos y el agua de la charca, al ser salobre pero potable, era la más adecuada para transportar en envases de madera sin que se descompusiera, añade la directora de la casa Colón.

Con respecto a la presencia del navegante de origen genovés en Maspalomas, Acosta señala que no solo es “totalmente indiscutible” para todos los historiadores que Colón eligió Maspalomas como el último lugar de fondeo antes de emprender su cuarto viaje al Nuevo Mundo en 1502, sino también que “es muy posible que conociera antes el oasis por sus viajes a lo largo de la costa de África”.

La historiadora asocia la decisión de emplazar el faro –construido a finales del siglo XIX- en este lugar con “la importancia” de su situación estratégica para la navegación en el Atlántico. Por ello, concluye que se puede considerar el oasis de Maspalomas como un espacio “estrechamente vinculado con acontecimientos y recuerdos de nuestro pasado, que posee un gran valor histórico, etnológico y antropológico, tal y como recoge la definición de Sitio Histórico”.

Antonio Tejera Gaspar (ULL)

En similares términos se pronuncia Antonio Tejera Gaspar, catedrático de Arqueología en la Universidad de La Laguna (ULL). En su informe del 27 de junio de 2013, explica que la ensenada de Maspalomas está “estrechamente ligada” a la presencia del almirante Cristóbal Colón, que llegó a este lugar en mayo de 1502 al frente de una expedición de unos 140 hombres repartidos en dos carabelas (Santa María y Santiago de Palos) y dos navíos (La Gallega y Vizcaíno).

Afirma Tejera Gaspar, Premio Canarias en la categoría de Patrimonio Histórico en el año 2011, que el oasis de Maspalomas forma parte de los tres lugares colombinos de Gran Canaria, junto a Gando y el puerto de La Luz y de Las Palmas. El navegante genovés hizo escala en esta isla en tres de sus cuatro viajes a América (en uno de ellos recaló solo en La Gomera).

El catedrático de la ULL alude a la obra Historia del almirante, escrita por el hijo de Colón, Hernando, para relatar que, en el último y cuarto viaje, las naves se avituallaron de carne (salada y fresca) y azúcar en el puerto de las Isletas y, posteriormente, el 24 de mayo de 1502, se dirigieron a Maspalomas “para tomar el agua y la leña que eran necesarias en el viaje”. ¿Las razones de esta elección? Las mismas que apuntaba en su informe la directora de la casa Colón: el agua salobre y los tarajales, cuya madera es resistente a este tipo de agua.

Tejera señala además que Maspalomas reunía condiciones idóneas para ser un buen fondeadero, al encontrarse a refugio de los vientos, lo que facilitaba el resguardo y el avituallamiento de los barcos.

En su conciso informe, de apenas cinco páginas, el catedrático en Arqueología sugiere acondicionar y adecuar el sitio histórico para “ser objeto de visita y conocimiento”. En este sentido, propone que el Faro de Maspalomas sea utilizado como centro de interpretación del lugar colombino que se halla en su entorno.

Manuel Lobo (ULPGC)

Para Manuel Lobo, catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), el valor del oasis de Maspalomas como sitio natural “no tiene duda” y su valor histórico “es indiscutido a lo largo de los siglos”, de manera que “reúne todos los requisitos” para ser considerado Bien de Interés Cultural.

El historiador comienza su informe, fechado el 31 de agosto de 2013, haciendo suyas unas palabras del ornitólogo inglés David Bannerman, quien, tras una estancia en Maspalomas en 1912, escribió en el libro The Canary Islands: their History and Scenary lo siguiente: “Este charco es absolutamente distinto a todo lo que se pueda ver en cualquiera de las islas. Como mejor se describe es imaginando un fértil valle que linda por un lado por secas planicies arenosas y por el otro por una extensión de estériles dunas de arenas que forman en su conjunto un paisaje de características únicas (...) Cuando cayó la noche, el charco parecía un país de ensueño y las palmeras contribuían en gran medida a embellecer el paisaje”.

En su dimensión histórica, la ensenada de Maspalomas tiene, en opinión de Lobo, “un valor incalculable” . “Era el lugar preferido por los moros y piratas para hacer aguada”, sostiene el catedrático, que indica que en los mapas antiguos, aunque no figure su nombre, ya aparece marcado con una cruz. “Ese papel lo cumplía Maspalomas con creces, pues en su entorno no solo había agua, sino también leña, ganado y pescado, así como aves que anidaban en sus alrededores”, agrega.

En su explicación, Lobo disecciona sobre el origen del topónimo Maspalomas. Considera poco verosímil la teoría de Néstor Álamo y otros autores de que el mismo se debe a la conjunción de dos apellidos, uno catalán (Mas) y otro genovés (Palomar). No le da credibilidad porque los terrenos “nunca fueron repartidos, sino que se reservaron como realengos”, y porque ambos apellidos nunca se emparentaron.

“Lo más cercano a la realidad es que fuera un nombre índigena castellanizado”, afirma el historiador, que explica que a comienzos del siglo XVI había al menos un indigena y un conquistador que se apellidaban Maspalomas. La tercera hipótesis es que, como el lugar era zona de aguada y de descanso de aves migratorias, su nombre derivara de la presencia en el lugar de “más palomas”.

“Lo cierto”, continúa Lobo, “es que en el último viaje de Colón, el cuarto, relatado en la Historia del Almirante, figura ya el topónimo como en la actualidad”. Para el catedrático, el hecho de que Colón eligiera este lugar habla del conocimiento que tenía de la existencia en este paraje de lo que necesitaba y de las facilidades para conseguirlo.

Con respecto al Faro de Maspalomas, comenta que su construcción se proyectó en 1861 en un momento clave de “máxima rivalidad entre los puertos isleños” y que la ubicación del mismo fue “muy meditada, en la desembocadura del barranco de Maspalomas, cercano a la belleza salvaje de la zona, en un terreno muy ameno para hacer agradable la estancia del personal”.

Víctor Montelongo (Museo Canario)

Dunas, palmeras, tarajales y una pequeña laguna de aguas salobres que parecen “una síntesis del desierto” y que conforman “un paisaje sin parangón y un hito de elevado valor paisajístico”. De esta forma describe el oasis de Maspalomas Víctor Montelongo, director del Museo Canario y exjefe técnico del servicio de Medio Ambiente del Cabildo grancanario, que imprime a su informe un marcado sello ecologista.

Montelongo hace un recorrido por la geomorfología, la flora y la fauna del lugar, con una minuciosa descripción de los valores naturales del espacio a proteger. Destaca que el campo de dunas costero tiene una dinámica “singular” en la que interactúan vientos del noroeste, corrientes marinas litorales y las avenidas del barranco de Maspalomas.

Con respecto a la flora, resalta el “llamativo bosquete central de tarajales” y el palmeral que se sitúa en el borde occidental de la laguna, así como las abundantes aulagas y balos, “dignos de mención por su interacción con la fauna, tanto como lugar de refugio como por ser fuente de alimento y agua”, y el único endemismo insular de esta zona, el denominado salado o dama de Maspalomas, “una pequeña mata de follaje verde reluciente y floración amarilla que despide un tenue pero inconfundible aroma”. También se incluyen en este espacio nueve especies protegidas en el inventario florístico.

Montelongo subraya en su dictamen el valor faunístico de la charca, “por su carácter marismeño y lo llamativo de las aves vinculadas”. El interés de su fauna invertebrada, expone el director del Museo Canario, “es de primer orden”, con más de 25 endemismos insulares, algunos de ellos exclusivos de esta área. Entre las más de veinte especies de aves autóctonas que nidifican en Maspalomas, destaca el “raro” chorlitejo patinegro y el más común chorlitejo chico, ambos vinculados con la charca. Con carácter histórico, señala que la laguna era lugar de pesca de nutridos grupos de guincho o águila pescadora, aunque hoy en día “es una rareza que esta bella rapaz la visite”. En cuanto a los reptiles, en Maspalomas habitan las tres especies características de Gran Canaria: el perenquén, la lisa y el lagarto gigante.

El director del Museo Canario finaliza su informe con una síntesis del proceso de protección del entorno del oasis, relatando que los primeros esfuerzos se iniciaron en la década de los sesenta, coincidiendo con el “despertar de la conciencia ecológica” y también con el arranque de la promoción turística de Canarias. A partir de entonces, la protección de sus valores naturales “ha sido una constante dialéctica frente al proceso urbanizador y la industria turística inherente”.

José María Fernández-Palacios (ULL)

En un informe fechado el 4 de agosto de 2013, José Maria Fernández-Palacios, catedrático de Ecología en la Universidad de La Laguna (ULL), sostiene que, al margen de las consideraciones históricas, las repercusiones ambientales “hacen que merezca la pena” la aprobación del Bien de Interés Cultural (BIC) del oasis de Maspalomas en la categoría de sitio histórico.

Fernández-Palacios define la charca de Maspalomas como la “joya de la corona” de la Reserva Natural Especial de las Dunas, un ecosistema “único” en el Archipiélago y el refugio más occidental para las aves migrantes que emprenden todos los años al comienzo del invierno la ruta Europa Occidental-Sahel. Al igual que Manuel Lobo, hace referencia al ornitólogo inglés David Bannerman, que inventarió en este lugar “multitud de aves acuáticas, residentes o migrantes, amén de rapaces como guinchos, guirres y milanos, hoy ya extinguidos en la isla”.

Sin embargo, el catedrático de Ecología de la ULL lamenta que, a pesar de que en el pasado la charca de Maspalomas “fue elogiada por su gran riqueza florística y faunística”, en la actualidad, tras el desarrollo turíistico iniciado en los años 60, se encuentra “considerablemente empobrecida”. “La flora sobreviviente se limita a un denso cañaveral, varias fanerógamas marinas (grupos de plantas con los órganois reproductores, las flores, visibles) y algas, mientras que en la fauna hoy apenas perviven nidifcando algunas aves limícolas, como los chorlitejos negro y patinegro o especies de aparición reciente, como el estornino pinto”, manifiesta.

Además, vincula las mortandades en masa de peces de la charca durante el periodo estival o las plagas de mosquitos al “desequilibrio ecológico provocado por las alteraciones urbanas del entorno, que han modificado el entorno natural”.

No obstante, para Fernández-Palacios no todo está perdido. En su argumentación recuerda que hay “muchas experiencias exitosas acerca de la restauración ecológica de humedales”, lo que le hace ser optimista de cara al futuro. “La rehabilitación de la charca de Maspalomas para que recupere su papel central de refugio y estación de paso en la ruta más occidental de la migración aviar Europa-África es no solo deseable, sino posible”, zanja el catedrático, que consideta que el BIC puede suponer “un impulso importante” para la protección de un ecosistema único.

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