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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Ambrosio mete al alcalde de Adeje en un lío

Solar de El Tropicana.

Un trompo, como todos ustedes saben, es un juguete que se hace girar con la ayuda de un cordel que termina, inexorablemente, deteniendo sus vueltas sobre el suelo. Pero la palabra trompo tiene otros significados y otros usos. Por ejemplo, en Venezuela se dice “trompo enrollado” a un asunto secreto, reservado o disimulado; en Colombia, “cógeme ese trompo en la uña” equivale a “ajústeme esas medidas”, mientras que en México “bailar un trompo en la uña” equivale a ser muy listo. En El Salvador, en Honduras y de nuevo en México se emplea “échate ese trompo a la uña” para indicar que un asunto es de suma dificultad. El Trompo se llama también el centro comercial que va a sentar en un banquillo de la jurisdicción penal al alcalde de La Orotava, Issac Valencia, al empresario Ambrosio Jiménez y a otras personas, acusados todos ellos de delitos de prevaricación y contra la ordenación del territorio. El Trompo, para que se hagan una idea, se levantó en 2002 sobre un suelo rústico potencialmente productivo sin someterse ni de lejos al planeamiento municipal orotavense. El mismo empresario tejedense está en estos momentos imputado en la ciudad grancanaria de Telde por haber cobrado, presuntamente de modo irregular, 13,2 millones de euros del Ayuntamiento de esa ciudad en el lote de préstamos ICO para proveedores cuando, en realidad, la deuda provenía de un convenio urbanístico anulado por los tribunales. Jiménez, para entendernos mejor, tenía que recuperar 10 millones, pero con los intereses le añadieron más de 3 para que pudiera quedar bien con la concurrencia. Ninguno de estos graves percances parece haber mermado el ánimo de Ambrosio Jiménez ni sus ansias de seguir haciendo negocio con las administraciones públicas y los más avispados alcaldes del lugar. Ahora le ha tocado el turno al de Adeje, el socialista José Miguel Rodríguez Fraga, que ha accedido de muy buen grado a cambiar el planeamiento municipal para que una enorme parcela destinada a un parque temático, es decir, para ocio, para complementar la oferta turística de la zona, se convierta en un suelo comercial de 127.000 metros cuadrados.

Fraga, cógeme ese trompo en la uña

A escasos 500 metros donde Ambrosio quiere levantar su enésimo centro comercial, en el suelo anexo a la sala Tropicana, se levanta otra instalación de este tipo propiedad del Ayuntamiento de Adeje, El Galeón, un monumento de 20.000 metros cuadrados dedicado al despilfarro y a la negligencia pública que ya va costando 40 millones de euros (de los que 36 se le deben a La Caixa, como heredera de los disparates de CajaCanarias) y que todavía no se ha terminado. A Ambrosio no le vale ese adefesio porque necesita muchos más metros, pero muchos más, los necesarios para jincar en plena zona turística un Leroy Merlin, un Carrefour y si se dejan, hasta un Ikea. Como si de repente se haya detectado que los turistas que visitan Adeje demandan marcos, macetas, muebles de terraza, barbacoas prefabricadas y llenar el carrito de la compra para comer toda la semana. “Ajústeme esas medidas”, le vino a decir al alcalde de Adeje el empresario de los centros comerciales, o como dirían en Colombia, “cógeme ese trompo en la uña”. El equipo de Rodríguez Fraga se puso manos a la obra y, tras descartar –por ilegal- una modificación puntual del Plan Parcial Las Torres (que es donde está el bollo), le metió mano a una modificación del planeamiento municipal que, de momento, está parada en la Comisión de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente de Canarias, esa famosa Cotmac que Clavijo y Soria quieren cargarse para que no haya control del urbanismo municipal. Pero para que el agreste empresario-promotor no sufriera quebranto, el Ayuntamiento le concedió en mayo pasado una licencia para “limpieza, desbroce y movimiento de tierras” que en realidad se ha convertido en una nueva suelta del trompo: hasta diez vehículos pesados realizan trabajos previos de urbanización para ejecutar el proyecto centro comercial que todavía no tiene ni licencia municipal ni licencia comercial específica. En el cartel informativo a pie de obra en el que se informa del alcance de la licencia se puede observar que la parcela está custodiada por Fox Seguridad, la empresa de la que es titular el líder del PP en el Ayuntamiento, Andrés Montiel, que considera que las obras cumplen con todas las exigencias y que Ambrosio, Ambrosio, Ambrosio es cojonudo, como Ambrosio no hay ninguno.

Agua bendita de Fraga a Carrefour

Con la habilidad que le caracteriza, Ambrosio Jiménez ha presentado sus credenciales en Adeje echando por delante las banderas comerciales que a cualquier alcalde de pueblo –por muy experimentado que sea- le hacen temblar las rodillas. Creen, esos alcaldes, que la llegada de multinacionales como Leroy Merlin o Carrefour van a cambiar para mejor la faz comercial de su territorio con la creación de empleos y con la inversión de sus beneficios allí donde los obtienen. No es oro todo lo que reluce, como se puede comprobar a poco se repase la trayectoria de esas marcas allí donde se han instalado. Tras su ruptura con Alcampo, Ambrosio presenta ahora a Carrefour como su compañero de viaje, y este mismo miércoles hizo que su hijo José Manuel acompañara a la alcaldía a dos responsables de expansión de la multinacional alimentaria. Allí les esperaban Rodríguez Fraga y su concejal de Urbanismo, José María Álvarez, que enseguida sacaron el hisopo y se dedicaron a bendecir todos los rincones y, por supuesto, el desembarco de la multinacional francesa en el municipio. “Sepan ustedes”, vino a decir el alcalde en un perfecto yo mayestático, “que este proyecto de nuestro amigo Ambrosio Jiménez cuenta con todas nuestras bendiciones”. Quizás otros promotores habrán oído al máximo regidor de Adeje decir lo mismo cuando presentaron sus proyectos en cada una de las áreas comerciales con las que ya cuenta el municipio, promotores que estarán preguntándose cómo es posible que un solo proyecto, el que presenta Jiménez, se pueda duplicar toda la superficie comercial del municipio. Y eso sin contar todo el suelo comercial ya calificado que hay ocioso en el municipio, o el desarrollo que en este ámbito se ha hecho y se está haciendo en la vecina Arona. ¿Por qué ahí, junto a la Sala Tropicana, cambiando con fórceps el planeamiento? Quizás todo tenga que ver con la identidad de los titulares de los terrenos sobre los que Ambrosio Jiménez sólo tiene una opción de compra, lo suficiente para obtener licencia de desbroce y para negociar con unos rusos la venta de la abandonada sala de fiestas de tanto éxito cuando se fundó por 12 millones de euros, prometiéndoles de manera más que sandunguera a esos potenciales compradores un trasvase de 3.800 metros cuadrados de comercial que todavía no tiene.

¿Qué les da Ambrosio?

Pero Ambrosio no está solo en este intento, qué va. Contra su proyecto se ha posicionado claramente la Asociación de Empresarios de Adeje, que de momento se ha tenido que conformar con el silencio por respuesta. Silencio de los funcionarios, que se niegan a mostrar el expediente de la licencia de la que goza Jiménez “hasta que el concejal nos lo autorice”; silencio del alcalde, que como más brillante explicación ofrece que el planeamiento preveía un comercial de 28.000 metros cuadrados vinculados a los 127.000 de ocio; silencio del Seprona, que mandó parar el movimiento de tierras porque faltaba “un papel” que ya debe haber aparecido; silencio del PP, que, como decíamos, tiene a su portavoz entregado a la causa factura mensual mediante, y silencio en Coalición Canaria porque nadie puede enfrentarse en ese partido a este empresario promotor sin que la superioridad lo autorice previamente. El alcalde no quiere polémicas de ningún tipo en este tramo final de su mandato, pero permite que Ambrosio siga moviendo tierras para que no pierda el tiempo por el calendario electoral. Aunque le llegara ahora de la Cotmac la aprobación de la modificación del planeamiento, no la llevará a aprobación definitiva hasta después de mayo, y si fuera así, al Gobierno de Canarias le quedarán pocas opciones para negarse a conceder la licencia comercial correspondiente y, de ese modo, meter una bomba atómica en medio de la zona turística más lujosa de Adeje.

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