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El Diari de la Sanitat

“Nadie va a trabajar a una zona en conflicto porque le obliguen. Hay un trasfondo humanitario”

José Antonio Bastos, presidente de Médicos Sin Fronteras España/ MSF

Caralp Mariné

Hace un mes el Hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Kunduz, Afganistán, sufría uno de los peores ataques aéreos de la historia de la organización. Al menos 13 profesionales de MSF murieron aquél día después del bombardeo del ejercito norte americano. En el mismo ataque fallecieron 10 pacientes y siete personas que no se han podido identificar. Ataques como estos “ponen en juego el futuro de la asistencia médica a las poblaciones atrapadas en conflictos”, decía días después la organización en un comunicado. MSF ha lanzado ya una campaña internacional para reclamar a Estados Unidos que acceda a una investigación independiente sobre el bombardeo que no esté llevada a cabo por el mismo ejército. Este martes, en memoria de las víctimas y en defensa del Convenio de Ginebra, el marco jurídico internacional que protege a los civiles y al personal médico en zonas de guerra, se celebra una concentración en distintas ciudades de España (Barcelona, Bilbao, Madrid, Málaga, Santiago y Valencia) a las 18.30 horas. En Barcelona asistirá el presidente de MSF José Antonio Bastos, médico de la organización desde los 90, con una larga experiencia en zonas en crisis y conflictos.

Joanne Liu, presidenta internacional de MSF, decía en su intervención en la sede de Naciones Unidas tras el ataque en Afganistán que “incluso las guerras tienen reglas”. ¿Cómo se protege a los voluntarios, en este caso médicos y personal sanitario, de los ataques?

Tanto las convenciones de Ginebra y el derecho humanitario internacional como en muchas otras culturas y a lo largo de la historia existe algo relativamente humanizador de las guerras que es intentar evitar más daño del que hace falta, en general, y en particular respetar a los que atienden a los heridos y enfermos. ¿Cómo se consigue esto? Consiguiendo un mayor conocimiento de la existencia de estas tradiciones o de estas leyes, a través de formación y promoción. Y en el caso de MSF negociando y explicando, no refiriéndonos a las leyes sino refiriéndonos a nuestro trabajo, diciendo: venimos aquí a tratar enfermos y heridos independientemente del que grupo al que pertenezcan, nos preocupa mucho el sufrimiento de la sociedad civil, por favor, permítanos trabajar

Más allá de esto, ¿de qué forma se puede hacer ver a los que están al frente de un conflicto de que se deben respetar estos convenios?

La forma más conveniente es con el trabajo diario. Negociando, dando la impresión de que no vamos a romper el equilibrio, que no vamos a intervenir a favor de ninguno de los dos bandos. Con nuestro trabajo diario cualquiera que nos vea, grupos armados, lideres y poblaciones comprenden que lo que nos obsesiona es que no se mueran los niños de malaria, que las mujeres tengan un parte en el que no mueran y los niños estén lo mejor posible, que la asistencia a los niños mal nutridos salga adelante. Se trata de demostrarlo con la acción y convencer de que no somos un factor que vaya a alterar el conflicto, que nuestra misión allí es atender a seres humanos que necesitan asistencia médica independientemente de cualquier ideología.

En caso de que haya una violación de estos convenios internacionales, ¿existe algún mecanismo judicial que permita investigar estos hechos y juzgar a los responsables?

En este momento lo que define esto es el derecho internacional que está contenido sobretodo en las Convenciones de Ginebra, unos acuerdos internacionales que suponen una serie de compromisos para los firmantes para que los adquieran en los sistemas judiciales de sus países. En un mundo ideal las violaciones y crimenes contra la humanidad se deberían juzgar en los sistemas judiciales de los países afectados, como muestra de su compromiso con las Convenciones de Ginebra. Como esto se demostró no ser muy eficaz, el año 1998 se creó la Corte Penal Internacional, en Roma, para juzgar crímenes contra la humanidad, que es el segundo mecanismo, después de los tribunales de los países afectados.

Dejando a un lado el marco legal internacional ¿Cómo se prepara un médico para ir a trabajar en un terreno en conflicto?

La preparación principal es humana y profesional. Lo primero, hay que querer ir, nadie va a trabajar a una zona en conflicto porque le obliguen. Hay un trasfondo humanitario de querer ir a estos sitios. No existe una formación o una preparación psicológica. Existe en primer lugar la selección que MSF hace de quienes trabajan, y en general cada vez más afinamos mucho o todo lo que podemos con lo que es la madurez personal, la capacidad de cada individuo para afrontar situaciones difíciles y aceptar el riesgo. En segundo lugar, es importante saber que trabajamos con personas maduras y que sabemos que como individuos aceptan el riesgo que propone la organización.

En tercer lugar, está la parte más técnica, la gestión de la seguridad. Con cuarenta años de experiencia como organización trabajando en sitios en guerra hemos aprendido muchos trucos y formas de hacer las cosas que disminuyen mucho el riesgo. Trabajar en ciertas horas, evitar ciertas zonas de ciudades o carreteras, tener un sistema meticuloso de análisis de la información y de lo que ocurre, saber escuchar lo que ocurre a tu alrededor. Y sobretodo trabajar mucho la afectación: tener una imagen clara de neutralidad y de no estar afectando al conflicto o al problema en ninguna dirección. Esta gestión de la seguridad que también se enseña técnicamente pero que sobretodo se ejercita es un factor importante que ampara mucho a la gente que trabaja con nosotros.

¿Y a nivel psicológico?

Tenemos la unidad de apoyo psicosocial. Cuando ocurre un incidente va un equipo de dos psicólogos, una mujer y un hombre, al país donde ha ocurrido el incidente y se entrevistan con todos los que han sufrido el incidente, tanto el personal internacional como el personal del país, para darles apoyo. También tenemos en la sede un equipo de psicólogos que entrevistan en su viaje de vuelta a la gente que ha pasado estas situaciones. Y también hemos contactado una red muy amplia de psicólogos que se ofrecen para las personas que requieren apoyo más a largo plazo para continuar con ellos de manera altruista. La prevención es más técnica pero la respuesta sí que es más psicológica.

¿Cuánto tiempo puede estar un medico trabajando en una zona en conflicto?

Los trabajos que ofrece MSF tienen un promedio de un año, normalmente. Un año es en una misión en una zona normalmente estable o con un conflicto crónico, como en la República Democrática del Congo, un sitio donde la situación no es para relajarse, pueden ocurrir incidentes, pero se supone que no es una situación de tensión constante. En las situaciones de tensión constante y en las emergencias las misiones se reducen mucho, adaptándose al contexto, es más variable de lo que parece. En una situación de guerra en un hospital fuera de la zona de combate se puede estar entre tres y seis meses, en cambio, dentro de la zona de combate, como ahora con los equipos en Yemen, se puede aguantar semanas o un mes o dos.

¿Cómo es el regreso?

El regreso no depende tanto de ir a un país en guerra como de salir y exponerte a gente en otras partes del mundo en una situación realmente crítica. El volver de una misión de trabajo en una guerra o en una hambruna, donde ves niños morir diariamente o volver de una epidemia o de una respuesta a un terremoto, son todas ellas muy peculiares. Una situación de guerra produce mucha más tensión y tarda uno mucho más en relajarse. Recuerdo mis experiencias personales en que uno se pasaba semanas o meses con miedo cuando oía ruidos muy altos, con una situación de tensión, durmiendo mal, hasta que te acabas de relajar y te integras. Para mí en mis primeras misiones el problema era más de relación cultural humana, me parecía que, habiendo visto lo que había visto, ¿cómo la gente aquí podía vivir una vida tan tranquila y relajada o preocupándose por cosas como el vestidito del niño o el futbol?

Esto me parecía chocante, pero la verdad es que con el tiempo me he ido acostumbrando y soy mucho más tolerante. Recién llegado es muy chocante, porque piensas: hace tres días estaba atendiendo a niños que estaban muriendo de hambre, o de malaria o en una zona en guerra y que eso sigue estando allí y yo sigo aquí con mi familia y mis amigos, haciendo una vida normal como si no pasara nada. Esto es muy chocante y cuesta digerirlo. Te vienen momentos de lucidez que piensas: estoy seguro que ahora hay una mujer apaleada por cólera en Congo, dos o tres niños comiendo por primera vez después de dos o tres semanas sin haber comido nada en alguna parte de Níger, un chaval de ocho años muriendo de malaria cerebral en la República Democrática del Congo o la República Centroafricana, una familia aterrada en un sótano que está siendo bombardeado en Siria y está pidiendo por favor que no caiga encima. Esto está ocurriendo ahora mismo.

¿Cuáles son las principales necesidades en un territorio en conflicto?

La más evidente es la atención a los heridos de guerra, pero no es ni mucho menos lo único. La cirugía de guerra no es nada fácil, es una variante de la cirugía y de la medicina que requiere un conocimiento técnico porque es muy peculiar, no es algo que suceda en la vida real, entonces no es algo por lo que los médicos normales estén preparados y requiere formación. Pero hay muchos más problemas, las guerras casi siempre producen una disolución de los sistemas de abastecimiento normales, de medicamentos y de asistencia médica. La gente que antes de la guerra ya tenían diabetes, hipertensión o bronquitis crónica, empieza a tener problemas muy serios para poder tener un seguimiento normal de su enfermedad, ya no pueden ir al médico y la farmacia ya no está, lo vemos mucho en Siria y Oriente Medio. Y luego en general, todo el aprovisionamiento de comida y productos de higiene, todo esto se ve muy afectado por las guerras y tiene un impacto para la salud.

Cuando las guerras son suficientemente persistentes y brutales la gente huye y la huida siempre produce una alteración muy importante de las necesidades de salud de la gente. No es lo mismo estar en casa, aunque el agua funcione una hora al día solamente, que poner las cosas en una mochila y echar a andar, eso es lo que vemos ahora aquí en Europa. Y esto tiene un impacto muy grande sobre la salud.

Y por último, cualquier población expuesta a una guerra tiene unas necesidades de atención de salud mental muy superiores a lo normal. Aunque no te caiga la bomba en casa o no estés al frente de guerra, vivir una guerra produce un nivel de ansiedad enorme y cuando el conflicto comienza a afectar mucho a la vida diaria de las personas y casi todo el mundo empieza a tener un familiar o un amigo a quien mataron afecta mucho a la salud mental. También hay, desgraciadamente, la violencia sexual que es algo común en muchas sociedades, pero que en situaciones de conflicto siempre aumenta mucho. Esto también lo intentamos detectar y asistir, es un reto muy importante.

Más allá de todo esto, usted hablaba de aprendizaje humano, ¿qué es lo que un médico puede aprender de una experiencia así y qué puede adherir de ello a su experiencia profesional y personal?

El aprendizaje humano, un profesional de la salud, un médico o enfermera, es algo que practica mucho. Al estar expuestos al sufrimiento de otros seres humanos aunque sea en un contexto estable como en Barcelona, Madrid o Londres, ya es diferente del resto de personas. Las situaciones de conflicto o de crisis en general sí que requieren una adaptación porque aunque los profesionales de salud estamos acostumbrados a que las personas enferman y mueren, no se tolera tan bien que estas muertes ocurran a niños de cuatro años porque no han podido comer las semanas anteriores, o por enfermedades que tienen un tratamiento absolutamente factible pero que no ha podido llegar a esta familia por no tener los recursos, es mucho más chocante.

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