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Pastrana y sus tapices: tres siglos y medio de arte flamenco en la Alcarria

Vista general de los tapices flamencos en el Museo Parroquial de Pastrana

Raquel Gamo

“Son un maravilloso reportaje gráfico de historia”. Así define Emilio Esteban, párroco de Pastrana y natural de El Vado -un pueblecito serrano anegado bajo las aguas del pantano homónimo-, los “magníficos” tapices flamencos del siglo XV. En 2017 se cumplen 350 años desde su llegada a Pastrana. Este acontecimiento se produjo después de que las telas pasaran a ser propiedad de la familia Mendoza, en un momento de apogeo económico y cultural en la villa. Cuentan las crónicas del momento que, al no disponer don Rodrigo de Silva, cuarto duque de Pastrana, de espacio suficiente en palacio, decidió donar los tapices a la Colegiata de Pastrana, bajo la promesa de que el pueblo los exhibiera cada año en la procesión del Corpus Christi. Tradición que se cumplió durante muchos años en Pastrana.

En la actualidad, tras un periplo internacional por varios espacios artísticos de Europa y EEUU, los tapices se exponen en el Museo Parroquial de la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción. Este monumental templo es de estilo románico tardío, gótico y herreriano. “Fue elevado a Colegiata por Pío V y pretendía que tuviera más canónigos que la catedral de Toledo, algo que no permitieron porque Toledo era la capital mitrada y de España. Así que finalmente se quedó con 48 sacerdotes”, detalla Esteban.

A los pies de la Colegiata se extiende el bello caserío renacentista de Pastrana, que aún conserva el esplendor de su pasado: un laberinto de elegantes calles empedradas y plazuelas, dominado por el imponente Palacio Ducal que antaño sirvió de cautiverio a la Princesa de Éboli, allá por el siglo XVI. Desde allí, cuenta la historia que la enigmática dama del parche solo podía salir al balcón una hora al día. Este hecho dio nombre a su conocida Plaza de la Hora. Pastrana es una encantadora ciudad castellana, rica en patrimonio, que bien merece una visita. Por los tapices, pero también por su monumentalidad, su oferta de tabernas y restaurantes, y por su hermoso emplazamiento, a orillas del río Arlés.

Un museo renovado

Ubicado en lo que antaño fue la Sacristía Mayor de la Colegiata, este espacio de culto se reformó integralmente para acoger sus célebres tapices, considerados por los especialistas como los mejores tapices góticos del mundo. En 2014 se inauguró el Museo Parroquial, un moderno y funcional edificio dividido en tres plantas cuyo mayor tesoro es la célebre colección de tapices flamencos.

El repertorio artístico de este centro de exposiciones se completa con otras valiosas piezas, entre las que destacan la orfebrería, las pinturas de Juan de Borgoña o Juan Carreño de Miranda, o tallas atribuidas a Francisco Salzillo y Alonso Cano. Todas ellas se localizan en la sala superior y fueron donadas en su día a la Iglesia por benefactores nobles y otras personalidades. “Es una obra impresionante la que hemos hecho aquí y por la que hemos recibido el premio de la institución Europa Nostra, que reconoció la restauración de los tapices”, subraya Esteban con orgullo.

La obra de remodelación y ampliación del museo, dirigida por el arquitecto Francisco Jurado, contó con la financiación del Fondo europeo para el Desarrollo Rural. La restauración y conservación de las telas fue impulsada por la Fundación Amberes. Después de dos años de intervención y una inversión rayana a los 800.000 euros, este museo, declarado Proyecto de Interés Regional, abrió sus puertas en octubre de 2014 coincidiendo con la conmemoración del año de Santa Teresa de Jesús en Pastrana.

La muestra permanente de este icono del patrimonio alcarreño convierte a Pastrana en el epicentro turístico y cultural de Guadalajara en 2017, tras el éxito cosechado el pasado año por la exposición aTempora en la catedral de Sigüenza. Descubrir los tapices produce una sensación de fascinación inmediata.

La sala, amplia, luminosa y acondicionada con las últimas tecnologías hace que la experiencia se quede grabada en la retina. “Ha sido una obra gigantesca en la que hemos retirado piedras, trasladado fosas de difuntos aquí enterrados, construido una pasarela y bajado los techos para que luzcan mejor estos tapices”, explica el sacerdote de Pastrana, auténtico motor de la recuperación de los tapices. La intención del museo es activar un audio guía en varios idiomas para facilitar la visita a los turistas extranjeros.

Universo de arte y color

La serie que se exhibe en este recinto está compuesta por seis tapices, entre los que sobresalen cuatro, “de gran calidad y color”, puntualiza Esteban. Fueron fabricados en seda y lana en el pujante País de Flandes, a finales del siglo XV, por el maestro artesano Paschier Grenier. La calidad que hoy en día conservan se debe a la minuciosa restauración y curación a la que han sido sometidos, primero en la Real Fábrica de Tapices en los años 30 y más recientemente en un taller de Malinas, en Bélgica, antes de que fueran trasladados al museo. En total, acumulan 540 años que han dado para un sinfín de avatares. Entre ellos “el efecto de la humedad aspirada por las paredes donde han estado colgados los tapices que ha devorado metros de tela de varios de ellos”, según explica Don Emilio.

Los cuatro tapices, de 10 metros de largo por 6 metros de ancho cada uno, narran como si de una película bélica se tratara las campañas en África del rey portugués Alfonso V durante la segunda mitad del siglo XV. Su finalidad es hacer un canto a los éxitos guerreros del monarca luso contra las tropas musulmanas. Los hechos históricos, que se representan en las exquisitas telas de esta serie, conocida como ‘Conquista de Arcila y Tánger’, transcurrieron entre 1457 1471 y son, por orden cronológico, el cerco de Alcázar Seguer, la entrada en Alcacer Seguer, el desembarco de Arcila, el cerco de Arcila, el asalto de Arcila y la entrada en Tánger.

En el primer tapiz se representa ‘El desembarco en Arcila’. Fue el momento en el que el ejército portugués alcanza la costa africana y se dispone a desembarcar. La secuencia refleja con minuciosidad una multitud de soldados ataviados con ricas vestimentas bordadas, algunos tocando trompetas; otros dispuestos con las armas para el combate en lo que fue la llegada y el salto a Arcila de la milicia lusa en la noche del 20 de agosto de 1471, después de una travesía con fuerte oleaje, tal y como se puede apreciar en la pieza. “El realismo en la expresión de los protagonistas, la luz y el contraste de colores son magníficos. Es un reportaje histórico único de la guerra que tiene la peculiaridad de ser contemporáneo a los hechos que relata. Vemos las embarcaciones, escudos, lanzas, banderas y todos los instrumentos que empleaban para la guerra”, matiza Esteban.

Una vez a salvo los soldados en tierra, la siguiente escena muestra ‘el cerco de Arcila’, un asedio de tres días por mar y tierra durante el que los portugueses construyen una muralla de madera para defenderse del enemigo musulmán. Parece ser que éstos opusieron cierta resistencia hasta el final. Se aprecian la ciudad de Arcila, los tejados de las casas, los torreones medievales, la bandera de Portugal con las cinco llagas de Cristo, las flores de lis, etc. Pero si hay un detalle que destaca en este tapiz, según puntualiza el sacerdote, son “los rostros de tensión bordados en hilo y la figura de la máquina del tiempo que esparce lágrimas. Expresa la tristeza del rey Alfonso V por la muerte de su primera esposa Isabel. Son impresionantes los detalles de color, las vestimentas, la vegetación…”

Tras cuatro días en el fragor de la batalla, los atacantes lusos logran derribar la muralla de la ciudad por dos partes, y el alcalde de Arcila, acorralado, se rinde izando una bandera blanca y comunicándoselo a los portugueses, liderados por don Alvaro de Castro, conde de Monsanto. A pesar de su victoria, los portugueses prosiguen la toma de la ciudad y escalan los muros hasta que el príncipe Juan entra solemne y victorioso. Es el tercer tapiz que se conoce como la ‘Toma de Arcila’. “Éste tiene ‘sólo’ 400 años y cuenta la entrada triunfal en Carmania de Alejandro Magno. Tiene menos color que los otros, pero también está bien, remacha Esteban.

En el último tapiz se narra la travesía por tierra del ejército portugués hacia el norte, cercando Tánger y tomándolo finalmente. La pieza describe con precisión el horror de la guerra. A un lado se ve la llegada impetuosa de los portugueses pertrechados con su artillería, caballeros e infantes, quedando a la puerta de Tánger. En el otro extremo la población huye despavorida del asalto del enemigo. “Aquí se ven rostros ensangrentados, dramáticos, niños atemorizados, mujeres con turbantes cargando con sus posesiones, petates, mantos coloridos… Es un milagro”, enfatiza el párroco.

Estos tapices, encargados, al parecer, por el rey portugués a Flandes, encierran una peculiaridad que pocos conocen. En un momento dado -cuenta Esteban- los canónigos de la Colegiata decidieron colgar los tapices alrededor del altar y como eran tan largos los cortaron por la mitad. Sin embargo, la calidad de la restauración realizada por la Real Fábrica de Tapices “ha sido tan buena” que apenas se aprecian esas divisiones.

De Madrid a Bélgica

Este año se cumplen los 350 años de presencia de esta obra de arte en la Villa Ducal de Pastrana. Vinieron a Castilla, se cree que bien en el cortejo de Felipe el Hermoso, cuando contrajo matrimonio con Juan de Castilla, o bien por la victoria en la batalla de Toro. Después, durante 150 años, permanecieron expuestos en los salones grandes del palacio del Infantado, y finalmente, en 1667, fueron trasladados a la Colegiata de Pastrana, cedidos a la ciudad para su culto por el cuarto duque de Pastrana.

Dando un salto en el tiempo, en 1932, los tapices fueron llevados a la Real Fábrica de Tapices en Madrid para comenzar su restauración. Algunos historiadores, como Antonio Herrera Casado, sostienen que el deseo del presidente de la República por aquel entonces, Azaña, era que los tapices se quedaran para siempre en Madrid, “porque sospechaba que los alcarreños no iban a entenderlos muy bien”.

A lo largo de la Guerra Civil, los tapices salieron de España y se conservaron en Ginebra hasta 1950. Ese año regresaron a Pastrana. Desde entonces han sido exhibidos hasta en nueve galerías internacionales y se polemizó sobre quién debía costear su restauración. Los Portugueses, que demostraron admiración por los tapices en los años 40, se comprometieron a pagar su mantenimiento. En respuesta, Franco les permitió hacer una copia de ellos, que actualmente se expone en el museo de la ciudad portuguesa de Guimarães, cuna de la monarquía lusa.

Desde 2014, los tapices lucen en el Museo Parroquial de Tapices de Pastrana. El importe de su última conservación, en Malinas (Bélgica), de la que se hecho cargo la Fundación Amberes, ha superado los 300.000 euros.

Para conmemorar la efeméride de este tesoro, el ayuntamiento de Pastrana, en colaboración con la parroquia, prepara un ciclo de conferencias que contará con la participación, entre otros, de especialistas como Herrera Casado, cronista oficial de la provincia; y de la prestigiosa restauradora de tapicerías del Palacio Real de Madrid, Concha Herrero, que tiene actualmente a su cargo unos 3000 tapices. Las ponencias se celebrarán en junio, mes en el que las telas llegaron a Pastrana.

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