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Sofonisba Anguissola: A la sombra de un lienzo

"La Dama del armiño". Atribuida a El Greco. 1580.

María D. Alba

En el año de la IV Centenario de la Muerte de El Greco, es constructivo profundizar en los detalles del pintor cretense Doménikos Theotokópoulos, pero más interesante aún, destapar a aquellos personajes que le rodearon y permanecieron en la sombra.

Entre ellos, podemos encontrar a una creadora de relevante y longevo talento, Sofonisba Anguissola. La primera pintora de éxito del Renacimiento, procedente de una familia de la baja nobleza genovesa. Nacida en la cuna de un privilegiado contexto musical, Cremona, ciudad donde verían la la luz los primeros Stradivarius. Inicia sus estudios de Bellas Artes con Bernardino Campi (El Sojaro), aprendiendo de una pintura religiosa en la escuela de Lombardía. El aprendizaje de Anguissola con autores locales fundó un precedente para que las mujeres fueran aceptadas como estudiantes de arte.

Autora de numerosas escenas costumbristas, memorables retratos humanistas, y autorretratos. Durante su estancia en la corte felipina, enriqueció su pintura con exigencias del retrato palaciego, detalles elegantes y diplomáticos, influenciados por artistas como Tiziano o Moro. Pintando así, unas de sus más preciadas obras, El retrato de la niña con el enano.

En 1554 acude a Roma y es instruida por Miguel Ángel, con quien establece un estrecho vínculo durante más de dos años, formalizando un estilo propio, orientado por la técnica y la libertad de su maestro. Con anécdotas tan espontáneas como la de representar un niño mordido por un cangrejo, en lugar de un niño llorando, detalles más que estimulantes para el propio Miguel Ángel.

A pesar de abrirse camino con apoyo y coraje, más que el resto de las mujeres de su época, su clase social no le permitió ir más allá de los límites impuestos por su sexo y condición. La posibilidad de estudiar anatomía o dibujar del natural era impensable. Situaciones similares se repetirían incluso un siglo después en casos como el de Elisabetta Sirani, quien no pudo acceder a una formación artística completa por el mero hecho de ser mujer.

Pese a este impedimento, no frenó su desarrollo creativo y buscó posibilidades para un nuevo estilo de retratos, donde aparecían personajes con poses informales y originales detalles ornamentales. Los miembros de su familia y su propio rostro se convirtieron en protagonistas de sus lienzos. Ejemplos como Autorretrato (1554), El juego de ajedrez (1555) y Retrato de Amílcar, Minerva y Asdrúbal Anguissola (1557-1558).

Hacia 1558 se desplaza a Milán, donde pinta al Duque de Alba y es recomendada a Felipe II de España. Dos años después, se convierte en pintora de la corte y dama de la reina Isabel de Valois en Madrid. En muy poco tiempo, consigue la confianza y empatía de Isabel y trabaja estrechamente con Alonso Sánchez Coello, contemporáneo que realiza reproducciones de sus retratos y causa controversia en la autoría de las obras de Anguissola. El hecho de ser pintora de la corte y no firmar los lienzos, como el hecho de no tener un taller propio no facilitarían la exclusividad de su obra.

Durante años, realiza numerosos retratos de corte oficiales, incluyendo los de la reina, la hermana de Felipe II (Juana) y Ana de Austria, pinturas vibrantes y llenas de vida. Su retrato de la reina Isabel de Valois con una piel de marta cibelina fue posteriormente el retrato más copiado en España tras su muerte. Encontrándose entre sus copistas algunos de los mejores artistas del momento, como Pedro Pablo Rubens.

A pesar de su vitalidad pictórica, es casada por Felipe II con Don Francisco de Moncada, virrey de Sicilia, quien no complementa su amor ni su ideal concepción de la vida. Tras la muerte de Moncada en 1579, viaja a Cremona, donde conoce a Orazio Lomellino (capitán del barco en el que viajaba), quien se convierte en su compañero de viaje y constante apoyo de su pintura. Instalándose así en Génova con comodidad y solvencia, pudiendo pintar libremente, ahora sí, teniendo su propio taller. Con su nombre ya reconocido, recibe las visitas de célebres artistas de la época.

Es en el año 1623 cuando recibe la visita el pintor flamenco Anton van Dyck, quien dedica varios retratos a Anguissola a principios de 1600. Haciendo a su vez, bosquejos de sus visitas a la pintora en sus cuadernos de notas, estableciéndose una relación de aprecio y empatía.

A sus noventa y tres años muere en Palermo, respetada por su obra y reconocida internacionalmente. Admirada por Miguel Ángel, Van Dyck, Tiziano, Velázquez y Vassari, su obra forma parte de las más valoradas colecciones de arte de la época, como la del romano Fulvio Orsini, que posteriormente pasaría a pertenecer a los Farnese.

Vassari escribe sobre ella:

Anguissola ha mostrado su mayor aplicación y mejor gracia que cualquier otra mujer de nuestro tiempo en sus empeños por dibujar; por eso ha triunfado no sólo dibujando, coloreando y pintando de la naturaleza, y copiando excelentemente de otros, sino por ella misma que ha creado excelentes y muy bellas pinturas.

Aunque actualmente, algunas de sus piezas ya han sido reconocidas por sus manos, otras muchas siguen siendo atribuidas a pintores como Zurbarán, Moro, Tiziano, Bronzino y Moroni. Según Herbert Cook incluso a Van Dyck y posiblemente a Leonardo. En el caso de El Greco se discute la autoría de La dama del armiño, comparándose con retratos de la infanta Catalina Micaela o Jerónima de las Cuevas, planteándose la pieza como hija del Greco. Discutiéndose fechas y espacios de realización del óleo, estilos pictóricos y paradójicas modelos. Hecho cuestionado por autores que no confían en la atribución de la autoría del cuadro, como José Manuel Pita Andrade, José Gudiol y Fernando Marías; a pesar de que en el inventario de 1621 de El Greco se menciona un retrato de mujer bosquejado.

La Dama del armiño es un lienzo más que polémico, al que el mismo Cézanne atribuye su duda, dotando al cuadro con un valor decisivo en la concepción del arte moderno, pintando una nueva versión del mismo.

El hecho de mantener una batalla respecto a la autoría de una obra es algo realmente significativo que debe reconsiderarse en el tiempo. No por una cuestión de imagen banal y ego, sino por una cuestión histórica. Paradójica naturaleza del arte, donde la tarea del artista desafía la rigurosidad de su propia memoria.

Por otro lado, Anguissola es una figura relevante en el feminismo. A pesar de vivir en una época en la que las mujeres se encontraban ausentes de las artes visuales por imposición; la constancia y el éxito de la pintora abrieron un camino en la trayectoria de artistas posteriores como Lavinia Fontana, Bárbara Longhi, Fede Galizia y Artemisa Gentileschi.

Anguissola es un evidente claroscuro que, manteniéndose por momentos a la sombra de un lienzo, es la imagen de un constante aprendizaje para los sentidos:

La vida está llena de sorpresas; intento capturar estos preciosos momentos con los ojos bien abiertos.

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