Lorenzo Silva declara que nunca pensó que la literatura pagaría una sola de sus facturas

El escritor Lorenzo Silva lleva “doce años sumido en un estado de estupor permanente”, ya que nunca pensó que la literatura le permitiese pagar “ni una sola” de sus facturas y mucho menos que podría vivir de esa profesión, ha bromeado hoy en Santander el “padre” de Bevilacqua y Chamorro.

Silva, Premio Planeta 2012, ha intervenido en un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander sobre comunicación en el mundo del Derecho, carrera que estudió y que desarrolló durante años.

Silva ha confesado que no fue un estudiante de Derecho “vocacional” y, de hecho, se considera a sí mismo “un escritor que durante un tiempo de su vida”, hace ya doce años, “tuvo que hacer de abogado”.

“Escribo literatura desde los trece años, y juraría que a los quince o dieciséis ya sabía que yo era escritor. Otra cosa es que consiguiera convencer a alguien”, ha comentado en tono jocoso.

Pero, aunque el grueso de sus energías las dedicaba entonces Silva a esa tarea, al final su carácter “racional” se impuso y le llevó a la Facultad de Derecho como “una especie de desvío” que tenía que tomar porque no confiaba en la literatura como medio de vida.

“Deduje que tenía que hacer otra cosa. Deduje que tenía que tener dos vidas a la vez, y además lo asumí de bastante buen ánimo”, ha señalado el autor de 'La flaqueza del bolchevique' y 'Noviembre sin violetas'.

Sin embargo, también recuerda que sus amigos de la época adolescente, que optaron por estudiar carreras como Filología, Filosofía o Historia, lo veían como “una especie de traidor”.

Y pese a que por entonces Silva les ponía como ejemplo a grandes escritores del silo XX que habían estudiado Derecho, como Proust, y que incluso lo habían ejercido, en el caso de Kafka, no lograba convencerlos.

“Siempre me decían que yo me había vendido, y que había abandonado el arte para dedicarme a una cosa prosaica”, ha agregado el Premio Nadal de 2000 por 'El alquimista impaciente'.

Pero, en opinión de Silva, la literatura y la práctica del Derecho no están tan desconectadas en cuanto a la función del lenguaje, ya que en ambos casos su objetivo es el mismo: el de “persuadir”.

Así, según indica este escritor que antes fue abogado y auditor de cuentas, mientras un letrado debe usar la palabra para “persuadir de sus argumentos”, el escritor debe enganchar al lector a una historia con el lenguaje.

Pese a que no reniega ni lamenta su etapa profesional en el Derecho, Silva cree que esta rama ha estado frecuentemente “en manos de una casta sacerdotal” que “se ha complacido en mantener un lenguaje hermético para guardar el secreto”.

El exabogado ha recordado las decenas de veces en las que, tras entregar a una persona una resolución judicial que le afectaba sensiblemente, tras leerla le pedían que se la explicara, o le preguntaban si el pleito se había ganado o perdido.

A su juicio, el “decimonónico” proceso penal español sigue “sometido a muchos formalismos y rigores” que lo hacen “bastante poco ágil” para enfrentarse, por ejemplo, a delincuencia organizada.

Pero se congratula de que en los últimos años han surgido jueces “que han conseguido situarse en una situación próxima e inteligible” respecto a la sociedad y los ciudadanos.

Y, en su opinión, lo que es “tal vez más meritorio” es que lo han hecho “alterando esa tradicional complicidad con el poder”, e incluso a veces “poniéndose enfrente”.

“Esto lleva a cosas tan sorprendentes como que cuando uno va a una ciudad como Palma de Mallorca se encuentre con que la placa de una calle está tapada para poner encima el nombre de un juez”, ha apostillado.