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Mercedes Monmany afirma que si queremos ser europeos no basta con la etiqueta de lo autóctono

M. Monmany afirma que si queremos ser europeos no basta con la etiqueta de lo autóctono

EFE

A Coruña —

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La Europa de los ciudadanos recorre desde hace un tiempo con cierto desencanto la senda del escepticismo, atenazada por luchas económicas y dramas sociales, una situación que la ensayista Mercedes Monmany revertiría rescatando del olvido el “enorme patrimonio cultural que une a los europeos”, país por país.

“Si queremos ser europeos no basta con la etiqueta de lo nacional y autóctono, hay que pensar en un discurso más amplio e integrador de cada país”, sostiene en una entrevista con Efe con motivo de la presentación en A Coruña de su libro “Por las fronteras de Europa” (Galaxia Gutenberg), una obra de 1.500 páginas en la que repasa la gran narrativa europea del siglo XX y comienzos del XXI a modo de guía de viajes.

Así es como le gustaría a la crítica literaria que se leyera este exhaustivo trabajo, como “un paseo por la literatura y los condicionantes históricos que cada país tiene de forma distinta”, sobre todo después de las dos guerras mundiales que asolaron gran parte del continente, porque “sus escritores han tenido mucho que ver en su evolución” posterior.

Y es que “no son lo mismo los escritores de la Resistencia italiana comparados con los de la ocupación alemana en Francia, saber quiénes eran los escritores del bando de los colaboracionistas o los que sufrieron en los campos de concentración”, subraya.

Banville, Chejov, Thomas Mann, Martin Amis, Doris Lessing, Cees Nooteboom, Klaus Mann, Staefan Zweig o Julian Barnes forman parte de la geopolítica cultural de Monmany, junto a Italo Svevo, Sandor Márai o Irène Nèmirovski; y no figura España porque la literatura en español incluye también la escrita en Latinoamérica y este compendio requeriría otro volumen en el que ya está trabajando.

Se trata de un paseo, en definitiva, “que va de lo peor a lo mejor de los logros europeos” y que cruza los países y sus fronteras para ver y “estimular lo que nos une, que es espectacular, y es el patrimonio literario, arquitectónico, artístico” europeo.

Mercedes Monmany (Barcelona, 1957) cree que los europeos deben “conocerse más” porque “Europa también es una cuestión de educación” que tendría que comenzar en los colegios y que afronta el reto de superar “los dramas, las faltas de entendimiento y las luchas con el FMI, que parece que son los únicos titulares y crean una malsana sensación” en sus ciudadanos.

Por ello, a la escritora catalana no le “extraña que se sientan desencantados y alejados” de Europa, que “hay que amar en su diversidad”, propone, como refleja el idioma del continente, que es la traducción.

“Los españoles somos especialistas en esto -añade-, en que hay que amar España con todos sus particularismos y diversidades, y el continente europeo, por prolongación, es lo mismo”.

Las únicas fronteras que separan a los europeos, destaca Monmany, son las mentales, “más duraderas y difíciles de derribar”, que dependen de un estado mental espiritual y empático por lo que te rodea y en el que “sin prejuicios, se viaja mucho mejor”.

Los tres primeros pasos de la propuesta de Mercedes Monmany pasan por “El Gatopardo”, de Lampedusa; “La vida, instrucciones de uso”, de Perec; y “El loro de Flaubert”, de Barnes, un viaje no sólo físico sino más profundo y cultural en el que recorrer Europa evitando la visita “superficial, como zombies de turista”.

Tras el espléndido dinamismo cultural del siglo XX pese a las dos grandes guerras que arruinaron el continente, la escritora augura que esta época de recesión económica “salvaje” no tiene por qué repercutir en su fecundidad, sino más bien al revés, por un efecto paradójico “a veces se produce un plus de entusiasmo, de voluntad de vivir, de que la cultura es lo último que tiene que caer”. Elizabeth López

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