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La paradójica Marca España de la nueva fotografía artística

Fotografía de Antonio Xoubanova en la Casa de Campo.

Mónica Zas Marcos

La fotografía española ha sido una parcela de las Bellas Artes en cuyo cénit han influido multitud de factores. En la del siglo pasado, los acontecimientos históricos y el carácter documental tuvieron especial relevancia a la hora de establecer una denuncia imperecedera. Nombres como Francesc Català Roca, Chema Madoz o Cristina García Rodero dejaron un legado para el reportaje, el surrealismo y la cotidianeidad en forma de herencia impresa, que ha inspirado a muchas generaciones de fotógrafos en nuestro país.

Pero ahora, en el inicio de un nuevo milenio, las motivaciones y técnicas han dado un giro de 180 grados. Las nuevas promesas del sector imponen su punto de vista y, aunque beben de influencias pasadas, se alzan como los precursores de un neolenguaje gráfico.

Alberto Anaut, el director de La Fábrica, empresa asociada al Festival internacional de fotografía PhotoEspaña, opina que este lenguaje universal está favoreciendo a las nuevas camadas de fotógrafos locales, que nacen en un contexto con los límites geográficos muy distorsionados. “Ahora los jóvenes españoles ganan premios Pulitzer y colaboran asiduamente con medios internacionales”, añade Anaut y afirma que el futuro de la industria debe gestarse en el mantenimiento de un enfoque tradicional y local de cada una de las culturas, para aportar un punto de vista diferente: “Reconocemos a nuestros fotógrafos en los latinos o los mediterráneos pero, si veo reflejado a un artista alemán en un trabajo español, es que algo no funciona”.

Dos muestras coincidentes en el tiempo, en Madrid y París, tratan de dejar constancia de la necesidad que tienen los jóvenes talentos de reinterpretar el contexto económico, social y cultural.

La primera de ellas tiene lugar en Le Bal, un centro especializado situado en el corazón de la capital francesa y que organiza una cita invernal dedicada a la industria española, en colaboración con la Oficina Cultural de la Embajada de España. La segunda, en el Espacio de Promoción del Arte de Tabacalera (c/ Embajadores, 51), pretende ilustrar, a través de la obra de veinte jóvenes autores españoles, el contexto “contradictorio y paradójico” en el que la fotografía artística está sumida en nuestro país.

Las creaciones de Antonio Xoubanova, fotógrafo madrileño de 36 años, ocupan un lugar destacado en ambas exposiciones y reflejan el día a día desde un objetivo abstracto y muy personal. Sin embargo, el joven artista considera que existe una diferencia de atención notable hacia los productores noveles desde dentro y fuera de nuestras fronteras. “Hay fotógrafos de mi generación, y de la misma muestra [Contexto crítico], que no habían expuesto ni una sola vez en nuestro país”.

El espejo desfasado

La paradoja que sirve de lema para la exposición de Madrid se cimenta en la incongruente preferencia de las instituciones españolas por potenciar una copia de las modas internacionales y promocionarla como producto nacional. “Este tipo de apoyo ha generado un espejo desfasado de lo que venía siendo tendencia en otros países”, expone Antonio. En cambio, en el extranjero se está demandando una fotografía propia que represente la personalidad española. Aunque, como él dice: “No sé si hay un carácter español en toda nuestra industria, son trabajos casi opuestos”. Esto se traduce en una falta de entendimiento entre las fundaciones y los artífices de esta nueva forma de arte que nada entre dos identidades.

Xoubanova, joven pero experimentado artista madrileño que ha publicado en medios como el Herald Tribune, The New York Times, El Mundo o El Semanal, coincide en Madrid y en París con el catalán Aleix Plademunt, que en la capital española exhibe parte de su serie NADA/TODO, en la que reflexiona sobre el papel de la palabra en los omnipresentes mensajes publicitarios.

Junto a ellos, en La Tabacalera, nombres como los de Juan Baraja, Ali Hanoon, Cristina de Middel, Vanessa Pastor o Jorge Fuembuena, que a lo largo de más de 350 fotografías profundizan en temas como el efecto de la luz sobre las cosas, la transformación de Berlín tras la caída del muro, el concepto del retrato fotográfico o la naturaleza violenta de los vehículos motorizados.

No es correcto hablar de un nexo común para esta veintena de artistas, puesto que no se pretende establecer una tesis concreta y única, ni crear una escuela que explote el mismo lenguaje fotográfico. “En todo caso, lo que podemos tener en común es que ninguno lo hemos tenido nada fácil en salas, galerías y museos españoles”, precisa Xoubanova, quien admite la dificultad de vivir hoy en día de esta disciplina. El repunte generacional que ofrece este grupo ahonda en la exploración de memorias particulares y anhelos universales y queda patente en los pasillos del histórico edificio.

El colectivo Museology, que desde 2010 trata de sacar adelante proyectos artísticos interesantes en “un momento en el que el apoyo público es cada vez menor hacia las artes y la cultura, y en especial hacia el arte actual”, se ha encargado de comisariar la exposición madrileña. El grupo cree que la sociedad civil, aquellos que “usan y disfrutan” la cultura y el arte, tiene “el deber y el derecho” de promover a los nuevos creadores. Se podrá disfrutar de esta exhibición gratuita, recién inaugurada, hasta el 23 de febrero de 2014.

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