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El CDN, más experimental que nunca

'Arrojad mis cenizas sobre Mickey', de Rodrigo García // Foto: Christian Berthelot

Paula Corroto

Había ocurrido alguna vez. Creadores como Angélica Liddell y Rodrigo García habían pasado por el Centro Dramático Nacional (CDN) en la última etapa de Gerardo Vera como director. Incluso habían sido programados en el Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, el teatro nacional nunca había apostado de una manera tan contundente por la reflexión sobre la escena más vanguardista, experimental y arriesgada –sin que sean etiquetas antipopulares- como ocurrirá hasta el 5 de julio con el proyecto El lugar sin límites, organizado por el actor Emilio Tomé y los programadores y creadores de la sala Pradillo, Getsemaní de San Marcos y Carlos Marquerie. Han contado con la colaboración del CDN y el Museo Reina Sofía.

En él habrá propuestas escénicas que devolverán a Madrid a dramaturgos ‘exiliados’ que triunfan fuera como los propios Liddell –se podrá ver su exposición Vía Lucis. Autorretratos con poemas- y García o La Ribot, además de El Conde de Torrefiel, Federico León, María Salgado y Fran MM Cabeza de Vaca, Juan Domínguez y Juan Loriente –todos ellos en el teatro Valle-Inclán-. También se han previsto diferentes conferencias en el Museo Reina Sofía para reflexionar sobre el teatro de 2015 en 2015 a cargo de Jaime Conde Salazar, Pablo G. Romero y Terrorismo de Autor.

Desierto madrileño

“Madrid ha sido un desierto en los últimos 15 años, pero sí que se hicieron este tipo de propuestas de investigación. Nosotros hemos querido recuperar esa tradición de crear en conjunto”, explica Marquerie a eldiario.es acerca de este proyecto. Porque ninguno de los tres obvia la cuestión: el conservadurismo del teatro madrileño en los últimos tiempos. “Sí, claro, es que aquí somos muy conservadores, el teatro comercial es muy fuerte y luego el boom que hubo con las salas alternativas tuvo su parte negativa porque ha justificado que esa programación no la asumiera otro tipo de teatros. Como si hubiera habido un laboratorio beta y ya sólo cuando esas propuestas se hubieron legitimado fuera fueron asumidas”, admite Getsemaní sobre el hecho de que en algún momento sí hubiera ciertas representaciones más vanguardistas.

Pero los tres sabían también que algo bullía en la ciudad, y desde hace muchísimo tiempo. Que el erial era sólo la pantalla que tapaba todo lo que se estaba cociendo. “Esta ciudad es conservadora, sí, pero a la vez tremendamente viva, porque hay muchísima gente trabajando con cosas nuevas. Y nosotros lo que queremos hacer ver a toda esta gente es que haciendo un trabajo serio y profundo se puede aspirar a estar en el CDN y que no están condenados a la precarización y la sala pequeña. Si lo quiere así que lo elija, pero también se puede estar en otros escenarios”, sostiene Tomé.

Una llamada del CDN

Bien pudiera parecer que este festival llega cuando la propia ciudad vive un tremendo aire de cambio político y social, pero los organizadores se apresuran a señalar que hace ya más de un año que llevan trabajando la idea. Es más, la propuesta fue del director del CDN, Ernesto Caballero, a Marquerie para una producción que derivó finalmente en el festival. Y contaron con tiempo para organizar la programación, para contactar con las compañías que tenían en la cabeza y actuar sin precipitaciones. Una forma de trabajar que resulta agradecida, como señalan.

“Primero hicimos un ejercicio sobre lo que significaba el CDN, ya que durante un tiempo ha habido un cierto teatro que no podía estar aquí o en El Español [dependiente del ayuntamiento madrileño]. Y las salas alternativas se habían convertido en un techo. Pero, por eso, nuestro ejercicio no fue de reivindicación sino de normalización, ya que deben convivir todas las propuestas teatrales, géneros, estilos y formas de trabajo. Era la apertura de un hueco hasta ahora cerrado. Porque esto no es teatro alternativo y desde el CDN se está entendiendo así. Así que, que hayan llamado a Carlos o gente que controla este tipo de teatro es un gesto muy guay por parte del CDN”, manifiesta Tomé.

El espacio se convierte así en la metáfora perfecta para alumbrar a los espectadores ese otro teatro que apenas se ha visto en los escenarios públicos. Todo forma parte de la misma significación. De ahí que entre la pléyade de creadores que participarán en el festival haya una mezcla de consagrados como Rodrigo García con obras ya estrenadas como Arrojad mis cenizas sobre Mickey y Accidens y aquellos que “no vivieron ese techo de las salas alternativas como El Conde de Torrefiel”, apunta Tomé. Por ejemplo, se podrá asistir al estreno de La posibilidad que desaparece frente al paisaje, de El Conde.

Por dónde va la escena contemporánea

Con la dramaturgia como excusa el esfuerzo pasa por mostrar qué está diciendo ahora la escena contemporánea. Y ahí tiene mucho que ver la coreografía, ya que la disciplina escénica se ve como un todo. “En principio, el dramaturgo es el que escribe, pero creemos que se puede ampliar e incluir los cuerpos, las luces, las relaciones con el espectador. Queremos expandir sus sentidos y volver a pensar sobre el arte escénico. Por eso los artistas se están cuestionando los límites de lo posible”, explica Tomé. Y mostrar cómo la escena ya apenas tiene un sentido lineal. “Hay una línea de trabajo en donde los relatos se producen de una manera no lineal, donde lo poético se mezcla con lo más narrativo a la hora de contar lo cotidiano”, añade Marquerie.

Una baza interesante del festival son las propuestas que aluden a los procesos creativos con talleres como los de Elena Córdoba y Claudia Faci acerca del amor. El encuentro pretende ser algo vivo, y por ello, Córdoba abordará sobre todo aquello se produce antes de que se unan los cuerpos mientras que Faci se centrará en lo que finalmente supone la consumación física.

El público de Madrid

Pese a que pueda resultar arriesgado para el espectador, los organizadores creen que sí hay un público para este teatro. “El público del CDN es el mismo del Pradillo, del Fringe o un concierto en Matadero, aunque también creemos que el público hay que construirlo. Y eso no significa adoctrinamiento. Nosotros no venimos a educar al público de Madrid sino a aportar una piedra resonante más”, apostilla Tomé. Marquerie, por su parte, ofrece algunos datos: “Cuando abrimos la sala Pradillo nos dijeron que estábamos locos. Ahora estamos en un 90% de ocupación. Eso ha demostrado que sin medios se puede hacer. Hay público para todos. Igual lo que empieza a tener menos público es el sainete que eso sí que es del siglo XIX”.

Ahora sólo habrá que esperar a que haya una segunda edición del festival para demostrar que el teatro público sí está, de verdad, rompiendo sus límites.

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