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Feliz San Valentín, aunque el oro de tu regalo esté manchado de sangre

Un niño trabajando en Bagega, Nigeria. Más de 500 niños han muerto en la región por culpa del envenenamiento por plomo. Por el momento, se han limpiado siete aldeas de la región, pero Bagega sigue estando muy contaminada.

Cristina Armunia Berges

Es posible que hoy, cumpliendo los cánones sociales, recibas un anillo, un reloj o un colgante de oro con brillantes. Lo sostendrás sobre la palma de tu mano, lo mirarás con una mezcla de falsa incredulidad y deseo, y celebrarás el Día de San Valentín. Seguramente no te cuestiones en ese preciso instante de dónde viene el oro que vas a lucir de ahora en adelante. Tampoco parece muy probable que el comprador le haya preguntado a su joyero si el oro de ese anillo lo extrajo un niño explotado.

Con motivo del día de San Valentín, la ONG Human Rights Watch ha redactado un extenso informe sobre las cadenas de abastecimiento de oro y de diamantes. Esta investigación ha concluido que la mayoría de las 13 empresas joyeras analizadas no cumple –alguna ni si quiera lo intenta– con los estándares internacionales sobre abastecimiento responsable.

¿Esto qué significa? Que hay niños trabajando en condiciones de peligro extremo, que hay comunidades con problemas de salud, ríos contaminados y violencia por parte de grupos armados que se enriquecen con la venta de minerales, según la organización.

El informe de la ONG relata casos en los que menores han resultado heridos o han sido asesinados mientras trabajaban en minas extrayendo oro y diamantes. Y confirma también que existen pueblos indígenas y otros residentes locales que vivían cerca de las minas que han sido desplazados por la fuerza.

“Cuando alguien compre una joya para un ser querido este San Valentín, debería preguntar a su joyero qué ha hecho por averiguar el origen de la pieza”, critica Juliane Kippenberg, directora asociada de los derechos del niño de HRW. Además de pedir compromiso a los compradores, dice que los joyeros podrían hacer mucho más para “averiguar si el oro o los diamantes que comercializan están corrompidos por el trabajo infantil”.

La investigación se centra en el estudio de las condiciones de trabajo de menores y en la recopilación de datos de las 13 empresas de joyería más importantes del mundo. La organización contactó con todas ellas para conocer los métodos que utilizaban para salvaguardar los derechos humanos en los países de extracción.

Las compañías analizadas son: Boodles (Reino Unido), Bulgari (Italia), Cartier (Francia), Chopard (Suiza), Christ (Alemania), Harry Winston (EEUU), Kalyan (India), Pandora (Dinamarca), Rolex (Suiza), Signet (EEUU), Tanishq (India), TBZ Lts (India) y Tiffany and Co. (EEUU).

Todas las que contestaron a la llamada de HRW reconocieron las responsabilidades directas de sus acciones en materia de derechos humanos. Sin embargo, a la hora de poner remedio a los abusos, sus prácticas son completamente desiguales. La iniciativa que destaca es la de Tiffany and Co. El oro que utiliza esta empresa puede ser rastreado hasta su mina de origen, y la empresa lleva a cabo evaluaciones regulares de derechos humanos. Bulgari, Cartier, Pandora, Tiffany y Signet tienen un código de conducta para sus proveedores que hacen público y que se incluye, en la mayoría de los casos, en los contratos.

Otras compañías, como Pandora y Christ, tratan de minimizar los riesgos de abusos en su cadena de suministro de oro utilizando casi exclusivamente oro reciclado.

HRW ha hecho una clasificación de compromiso de dichas empresas en cinco niveles: excelente, sólida, moderada, débil y muy débil. Las empresas que no contestaron, Kalyan, Rolex y TBZ, no están incluidas en la clasificación. “Es alentador que algunas empresas de joyería, tanto pequeñas como grandes, estén tomando medidas en la dirección correcta. Sus acciones demuestran que el cambio es posible”, apunta Kippenberg.

Rahim (13 años): “El pozo se derrumbó sobre mí”

Aún con todo, la realidad es que en países como Ghana, Filipinas o Tanzania, menores de edad extraen casi con sus propias manos las piedras preciosas de las entrañas de la tierra. Manipulan productos tóxicos sin ningún tipo de precaución o se sumergen en aguas arcillosas con la única ayuda de una manguera para poder respirar mientras buscan.

Peter, por ejemplo, tiene 15 años y trabaja en una mina de oro en Ghana. Según cuenta en el informe, él y otros chicos extraían minerales de pozos profundos bajo grandes masas de roca dura. Sin saberlo, utilizó mercurio tóxico sin tomar precauciones. “Subo la carga del suelo, excavo. También lavo el oro. Utilizo mercurio, lo obtengo del comprador de oro. Empecé hace dos años y utilizo el dinero que gano para comprar comida y ropa, y también le doy parte a mi madre. Abandoné la escuela en quinto curso porque no podía comprarme el material escolar, pero desearía haberme podido quedar en la escuela”.

José tiene 16 años y trabaja en José Panganiban, en Filipinas. Extrae oro de debajo del agua y, a veces, lo hace durante horas y horas seguidas con la única ayuda de una manguera. “Empecé a trabajar cuando tenía 12 años. A veces ayudo a sacar las bolsas y, a veces, trabajo bajo el agua […] Muerdo la manguera y la dejo cuando necesito aire, inhalo y exhalo por la nariz. Al principio, se me hacía difícil pensar en bajar... No uso gafas. Básicamente no uso mis ojos. Uso mis manos para buscar... a veces tienes que hacerlo rápido, sobre todo si te quedas sin aire en la manguera porque la máquina deja de funcionar. Esto suele pasar; a mí me ha pasado”.

Rahim tiene 13 años, trabaja en Tanzania y tuvo un accidente en una mina. “Estaba cavando con un compañero. Entré en un pozo estrecho. Cuando estaba ya cavando me dijo que saliera, pero cuando estaba a punto de conseguirlo, se derrumbó sobre mí. Me quedé atrapado hasta la altura del pecho... me rescataron cavando el hoyo y me mandaron al hospital de Chunya”.

“Millones de personas trabajan en la extracción de oro y diamantes”, indica el informe. “La mayoría, aproximadamente 40 millones de personas, trabajan en minas artesanales y de pequeña escala que operan con poca o ninguna maquinaria […] Se calcula que un millón –y posiblemente muchos más– de niños y niñas trabajan globalmente en la minería artesanal, en condiciones que violan el derecho internacional de los derechos humanos, en trabajos bajo tierra, bajo el agua o con sustancias peligrosas”, concluye.

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