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El crecimiento económico será el primer aliado de los pactos de gobierno

Álvarez Cascos y Rajoy aplauden a José María Aznar después de su investidura en 1996.

Belén Carreño

Contexto económico y final del bipartidismo. Estos dos factores son los elementos transformadores de los resultados que arrojen las urnas. La diferencia entre los comicios del 20 de noviembre de 2011 y los del 20 de diciembre de 2015 no está solo en la apertura de la gama de colores políticos con posibilidades reales de formar Gobierno tras las elecciones. La percepción de que se ha entrado en una etapa de recuperación condicionará en gran medida el voto y marcará el hecho diferencial de la próxima legislatura.

El próximo Gobierno tendrá mucho más fácil desarrollar sus políticas porque al menos los dos primeros años tendrá el viento de cara. El consenso de los principales analistas españoles anticipa un crecimiento del 2,7% de la economía en 2016. El ritmo de creación de empleo que recoge el panel elaborado por Funcas (el servicio de estudios de las antiguas Cajas de Ahorros) será el próximo ejercicio del 2,5% y la tasa de paro media será del 20%, aunque a final del próximo ejercicio ya habrá bajado de esa cifra.

El panorama internacional seguirá ayudando al próximo Gobierno. El petróleo no tiene perspectivas de sobrepasar los 40 dólares barril en los próximos meses, lo que inyecta dinero extra a la economía sin que un dirigente español mueva un dedo.

Mario Draghi ya se ha encargado de avisar de que las políticas expansivas del Banco Central Europeo seguirán al menos los próximos seis meses. Eso supone otro bálsamo para las cuentas públicas al relajar los costes de financiación de España y permitir un desahogo en el nivel de deuda. A un paso de rozar la paridad euro-dólar, las exportaciones españolas seguirán siendo competitivas aunque los salarios se recuperen, sobre todo si las empresas se deciden a apostar por la inversión.

Las dudas sobre la duración del ciclo económico en Estados Unidos y en Reino Unido sí sobrevuelan los mercados, pero la previsión es que el signo no cambie hasta al menos mediados de 2017. Entonces, Estados Unidos ya habrá enlazado más de seis años de crecimiento y la historia económica dice que un periodo tan largo de bonanza no se prolonga mucho más tiempo.

Con estos mimbres, reducir el déficit o la deuda no va a ser una tarea tan ardua. Si aumenta el tamaño de la economía, la proporción del agujero mengua y la de la deuda también se reduce, ya que ambos indicadores se calculan sobre el tamaño del PIB. Las perspectivas de consumo son muy buenas, y con ellas de la mano la capacidad de recaudación y de ingresos para el Estado se multiplican.

Pese al elevado número de parados, la mayoría de ellos ya no tiene derecho a una prestación contributiva, así que el hueco que dejará en las arcas públicas el pago del subsidio del desempleo dejará espacio para incluir los programas de rentas mínimas o básicas que llevan en sus programas PSOE y Podemos.

En tiempos de bonanza no hay amistades peligrosas

Con este paisaje, las posibilidades de que un gobierno pactista se mantenga sin tantos altibajos también se disparan. Si algo acompaña la bonanza es la estabilidad en las relaciones políticas. Que se lo digan a José María Aznar que firmó el Pacto del Majestic tras las elecciones de 1996 que abrieron una legislatura de expansión económica en la que se capeó sin mayores problemas la alianza entre el PP y CiU, Coalición Canaria y PNV.

Tampoco tuvos grandes problemas el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero para sellar pactos en la VIII legislatura que se inició en 2004. Las holguras económicas facilitaron pactos con IU, ERC, CiU, PNV y BNG.

Además, el final de la crisis se ha llevado algunos de los principales anatemas económicos que podrían haber impedido pactos. ¿Quién ha hablado en campaña de la salida del euro? ¿Dónde se quedó la auditoría de la deuda? Nadie se plantea tampoco seguir pegando tajos al núcleo duro del Estado del bienestar.

Con todo, la crisis española tiene aún heridas abiertas que no terminarán de cicatrizar en menos de una década. La primera es el paro, con un número elevadísimo de desempleados, muchos de ellos (alrededor de millón y medio) sin ninguna posibilidad de encontrar empleo. El Gobierno que salga de las urnas tendrá que hacer una apuesta seria por invertir en este grupo de parados si no quiere encontrarse con una tasa de desempleo crónica cercana al 15%.

Según todas las previsiones, no hay visos de que cuando acabe la siguiente legislatura, en 2019, se hayan recuperado los niveles de empleo previos a la crisis (con más de 20 millones de trabajadores) y la tasa de paro estará a unos niveles inaceptables.

Fortalecer la recaudación, cerrar el déficit de la Seguridad Social y hacer sostenible la financiación del Estado del bienestar son otros de los objetivos irrenunciables del próximo Ejecutivo. Las cuentas públicas están en una situación demasiado frágil como para resistir un susto económico inesperado, fuera o dentro de España. En este sentido, Podemos, PSOE, Unidad Popular e incluso Ciudadanos quieren acometer una reforma seria del sistema fiscal que elimine el mayor número posible de deducciones y que mejore la situación de las arcas públicas.

La sostenibilidad del sistema de pensiones es el otro elefante en la habitación del que nadie quiere hablar. La última reforma, puesta en marcha por el PP, garantiza varios años de estabilidad en el sistema, pero PSOE, Podemos y Unidad Popular la quieren revertir y volver a actualizar las pensiones conforme al IPC, una idea que también es del gusto de la formación naranja. Si no mejora la recaudación de la Seguridad Social, sobre todo por el bajo nivel de los nuevos salarios que entran y que encima estarían bonificados en caso de ganar el PP, la sostenibilidad del sistema con el agujero actual dista mucho de ser viable.

Qué hacer con Bankia y la Sareb

El nuevo Gobierno también tendrá que enfrentarse a la privatización de Bankia, fijada en el Memorando de Entendimiento para 2017, y organizar cómo se empieza a devolver el rescate financiero. Otro cisne negro (como se califica en el argot financiero a los elementos inesperados que pueden aparecer en la economía) será el banco malo. La Sareb está generando cada vez más dudas sobre si será capaz de cumplir sus planes. Cada vez más fuentes del mercado dan por hecho de que terminará causando pérdidas con el consiguiente roto para las finanzas públicas que avalaron con deuda a la sociedad.

Pero sin el aliento de la troika en la nuca y con una prima de riesgo relajada, las decisiones que tenga que tomar el próximo Ejecutivo no se tomarán ni con la misma prisa ni con las mismas motivaciones que las que han marcado las dos últimas legislaturas.

Los mercados no contemplan ya que el Gobierno que salga de las urnas vaya a ser un freno para el crecimiento, como demuestran los datos de bolsas, prima de riesgo, inversión exterior y tipos de interés. A lo mejor han tomado como ejemplo la poca incidencia que tuvo en economía el Gobierno arco iris que marcó los designios de Bélgica durante años sin apenas impacto en la actividad. 

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