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El testigo de las vacaciones se entrega en el aeropuerto

El testigo de las vacaciones se entrega en el aeropuerto

EFE

Madrid —

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Y por fin, agosto, ese mes del año en el que media España se lamenta porque no tiene la suerte de la otra media, que coge vacaciones y aprovecha para poblar de forma efímera -más concretamente hasta que sale su vuelo- aeropuertos como el de Madrid-Barajas en su tránsito hacia el merecido descanso estival.

Los sombreros estilo Panamá, los grupos plagados de maletas y las mochilas a la espalda son protagonistas durante estos días en el Aeropuerto Adolfo Suárez, donde el trasiego de pasajeros, tanto los que se van como los que vuelven, es constante.

Ahora que el verano llega a su ecuador, algunos ya han gastado todas sus vacaciones y entregan el testigo a otros, más afortunados, que empezarán sus días sin preocupaciones, ahora.

No es difícil distinguir a unos de otros, que además y durante estos días cruzan sus caminos en las numerosas pasarelas de acceso a las diferentes terminales.

Los que vuelven al trabajo y la rutina después de unos días de asueto se encaminan resignados, maleta en mano, pero con un envidiable color de piel hacia las salidas del complejo aeroportuario, bien sea en metro, taxi o coche particular.

Bastante menos morenos, pero más ágiles en su caminar y luciendo amplias sonrisas llegan al Aeropuerto los que empiezan sus vacaciones con la llegada de agosto, mes por excelencia para veraneantes.

Este es el caso de Roberto y Miriam, quienes con las valijas custodiadas, los billetes bien agarrados y sombrero en todo lo alto esperaban a que les llegara el turno de pasar a la zona de embarque, para muchos la penúltima parada antes de las vacaciones.

Han salido con tiempo de casa, son de Cuenca, y les ha tocado madrugar para llegar a tiempo al Aeropuerto y que nada falle en una fecha tan señalada, especialmente para él.

“Es la primera vez que me voy de vacaciones en cinco años”, explica Roberto, quien disfrutará de unos días en Gran Canaria, un destino envidiado por muchos, especialmente por los que se quedan para trabajar.

Precisamente para que los viajeros se lo encuentren todo en perfecto estado en el Aeropuerto tiene que quedarse gente trabajando en pleno agosto, como es el caso de Paula, una empleada de limpieza que tendrá que esperar para coger vacaciones.

“Yo ya cojo vacaciones pero a ella -por Paula- aún le queda sufrir aquí un poquito”, bromea Carmen, su compañera, quien parece que se va a librar de trabajar en agosto.

Ambas, como buenas conocedoras del Aeropuerto, comentan que julio ha sido un mes duro, con mucha gente todos los días, algo que esperan que se repita en agosto.

“Había días que no podíamos ni andar para allá”, explica Paula señalando hacia el final de la Terminal 1, donde se factura el equipaje para los destinos latinoamericanos, a tenor de las largas esperas que se observan a la hora de facturar, unos de los preferidos por los veraneantes.

“Antes igual había gente que viajaba quince días, pero ahora es todas las semanas cuando hay gente y se nota menos el cambio, es más constante”, resaltan ambas.

Pasan los minutos y cada vez hay más gente en el Aeropuerto, algo que no sorprende después de observar las pantallas donde se anuncian los vuelos, que se suceden de forma frenética y prácticamente cada cinco minutos.

Allí, frente a las pantallas, los hay que se han entregado totalmente a las vacaciones y los que todavía se resisten, móvil en mano, a abandonar las preocupaciones, algo que muchos dejan atrás estos días -como Roberto y Miriam-, mientras que otros -como Paula- aún tendrán que convivir con ellas unos días más.

A los primeros, que disfruten de sus merecidas vacaciones; a los segundos, paciencia y que sea leve.

Enrique Delgado Sanz

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