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Momento inquietante para la izquierda

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

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La pregunta es si el batacazo de los socialistas en Galicia y el estallido del escándalo de Koldo García es el comienzo de una secuencia fatal para la izquierda o son dos hechos aislados al que el paso del tiempo irá confiriendo su importancia. Y que, hoy por hoy, podría no ser mucha. Porque los resultados gallegos eran perfectamente previsibles y si el asunto de las comisiones fraudulentas sobre el material sanitario adquirido durante la pandemia no va más allá de las implicaciones hasta ahora conocidas, podría perfectamente ser manejado por Pedro Sánchez.

Tres semanas antes de las elecciones, no existía duda alguna entre los expertos y los dirigentes políticos de que el PP revalidaría su mayoría absoluta en Galicia. Sus posiciones de partida eran muy fuertes y conocidas, la debilidad del PSdeG también y nada indicaba que los nacionalistas iban a conseguir los escaños necesarios para hacerse con el poder. Fueron los errores y las extravagancias de Alberto Núñez Feijóo las que trajeron a escena la posibilidad de que el PP se estuviera dando un tiro en el pie y que pudiera ser derrotada en las urnas. Hipótesis que, por cierto, ninguna encuesta, salvo la del CIS, contempló en ningún momento.

No se sabe si las imprevistas declaraciones de Feijóo en torno al independentismo y a la posibilidad de conceder un indulto al Puigdemont fueron una respuesta a la amenaza de este último de contar todo lo que había ocurrido en sus conversaciones con dirigentes de Junts este verano. O fueron un globo sonda de cara a un posible acuerdo futuro entre los independentistas y el PP en una moción de censura contra Sánchez o para hacerse con el Gobierno tras las futuras elecciones generales.

O simplemente una metedura de pata que más de un dirigente de la derecha creyó que podían costarle las gallegas a su partido. Que eso no ocurriera finalmente dejó las cosas tal y como estaban. Pero ganar, perdiendo además dos escaños, no era para proclamar que el pasado domingo en Galicia había empezado un cambio de ciclo político a escala española, o poco menos que la izquierda tenía poco que hacer para evitar un futuro desastre.

Entre otras cosas, porque los primeros estudios de los resultados indican que en Galicia no se ha producido ningún transvase de votos socialistas hacia la derecha y que el batacazo del PSdeG, sin duda formidable, se ha debido a la marcha de al menos el 30% del electorado socialista hacia las filas independentistas.

Que el PSOE se tiene que hacer mirar su pérdida de fuerza electoral es indudable. Porque cuando aún no se han apagado los ecos de la última y clamorosa derrota de los socialistas en Andalucía ni los de su relativa caída en las generales de julio pasado, lo de Galicia es un toque de atención demasiado sonoro como para no pensar que lo que se está confirmando es una tendencia, aunque al PSOE no le vaya tan mal en otras circunscripciones. Por eso las elecciones europeas de junio son un test de gran importancia.

Pero de ahí a que milagrosamente el ciclo haya cambiado y la marcha del PP hacia la Moncloa sea imparable y se haya acelerado media un trecho demasiado largo como para que sea verdad. El PP tiene los mismos problemas que aparecieron en la noche del 23 de julio: Vox sigue ahí poniendo en cuestión su protagonismo en el campo de la derecha y el éxito gallego no ha borrado de golpe las debilidades del liderazgo de Núñez Feijóo, también entre los suyos. Mientras, Sánchez sigue igual de alto que siempre. Cabe preguntarse, en cambio, si el fracaso de Sumar en Galicia ha sido un golpe irreparable para las expectativas de Yolanda Díaz.

O sea, que sustancialmente no ha cambiado mucho desde hace un mes. ¿Puede el escándalo de las mascarillas modificar esa sensación? Es imposible responder a esa pregunta. Porque todo dependerá de si el asunto se expande, involucrando a responsables socialistas de peso, más allá de José Luis Ábalos, que no lo tiene fácil para salir incólume. Y, por el momento, no hay indicios de que eso vaya a ocurrir.

Pero tampoco de lo contrario. Y si la cosa va a más, o a bastante más, las consecuencias políticas pueden ser importantes. Habrá que esperar. No es fácil predecir cómo puede colocarse la polémica amnistía en ese clima imprevistamente enrarecido. Aunque la negativa respuesta de las autoridades judiciales suizas a las pretensiones del juez García Castellón y el dictamen de la fiscal jefe del supremo contrario a valorar de terrorista la actuación de Tsunami pueden facilitar ese camino.

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