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“Soy consciente de que me estoy jugando la vida, pero ya lo hice una vez”

Marta Anguita es la protagonista del documental "La maleta de Marta".

Sofía Pérez Mendoza

A Marta Anguita le encanta hablar. Su mirada profunda, en la que se advierte un brillo especial, cuenta también la historia de una vida difícil, truncada hace 13 años cuando su expareja la atropelló y le asestó 16 puñaladas. Valiente y comprometida, hoy alza la voz en un documental dirigido por el austriaco Günter Schwaiger que tiene su historia como protagonista.

Recuerda la agresión con entereza, aunque no deja de repetir que fue solo “el inicio del calvario que vino después”. Tras dos operaciones y mes y medio en el hospital, Marta volvió a casa con sus dos hijas de 12 y 15 años. “Tienes dos opciones: hundirte o salir. Yo elegí la segunda, a pesar que la falta de apoyo de mi familia. Y ese es el dolor más grande que yo he podido tener”. “Qué escandalazo has armado” fueron las primeras palabras de su madre cuando la encontró en la UVI del hospital.

“Cuando conocí el caso de Marta lo primero que se me vino a la cabeza fue ella huyendo y escondiéndose. Y de ahí la idea de la maleta”, explica el director, Günter Schwaiger. Una maleta cargada de miedo que la acompaña desde que en 2007 su agresor comenzó a disfrutar de permisos penitenciarios. “Cuando él quedó en libertad, la policía me dijo: 'Si te va a matar, por lo menos que lo tenga más difícil”. Marta se vió obligada a dejar su casa y desde entonces vive oculta y lejos de sus hijas. Después de haber cumplido 11 años y tres meses de los 15 de condena, su exmarido está fuera de prisión. “Es injusto que a él le hayan devuelto la libertad y a mí me la hayan quitado. Es mi portero quien me protege”, lamenta.

Marta solicitó en 2012 la pulsera telemática, pero no se la concedieron porque su caso es anterior a la ley de violencia de género, sin carácter retroactivo. “¿Qué vale más, una pulsera o la vida de una persona?”, se pregunta con profunda indignación. “Esto es una 'burrocracia', ninguna institución es capaz de empatizar con las víctimas. He llamado a muchas puertas y todas se me han cerrado, incluida la del Instituto de la Mujer”, añade.

Entrar en la espiral del silencio es para Marta “lo más destructivo que hay”. El sistema, dice, “siempre apoya al victimario por la cuestión de la redención y no da suficientes salidas a las víctimas”. Ella no denunció a su exmarido antes de la agresión porque nunca le había pegado. “Lo mío era maltrato psicológico, y eso en el año 2000 nadie sabía lo que era. Yo no fui consciente de ello hasta que un amigo me empujó a verlo. Me dijo: 'como no te separes, va a acabar contigo”.

Günter Schwaiger conoció la situación de Marta a través de Amnistía Internacional, donde ella acudió en busca de asesoría legal. Él le propuso la idea de plasmar en una cinta su historia y Marta aceptó sin pensárselo dos veces. “Me ofrecieron la posibilidad de ocultar mi rostro, pero me negué”. A cara descubierta, se siente “en la obligación de luchar por las mujeres que no han podido y por las que vengan”. Su voz ya no se quiebra. “Soy consciente de que me estoy jugando la vida, pero ya lo hice una vez”.

Rodado en Austria y España, el documental da cuenta de la universalidad del problema de la violencia machista. Su director, comprometido con temas sociales, admite la dificultad de embarcarse en un proyecto de este tipo. “Como hombre tuve que afrontar los abismos de mi propio género”, explica Günter. “A medida que fuimos avanzando reparé en que la violencia contra las mujeres está cargado de clichés”. Y fue precisamente uno de estos estereotipos el que impulsó a Schwaiger a implicar a su país natal en el documental. “Quería romper con la idea de que la mentalidad latina, inherente al sur de Europa y América, puede llevar al maltrato”. En Austria, un país centroeuropeo modelo, “la violencia machista es invisible y los medios siguen tratando los asesinatos como tragedias familiares o crímenes pasionales”. “En España”, añade Marta, “pensamos que la leyes lo han resuelto todo y la sociedad no se implica”.

María Naredo, abogada de Amnistía Internacional que puso en contacto a Günter con Marta, llama la atención sobre “las microviolencias que hoy están siendo toleradas” . Se refiere a los celos y a la dependencia, a menudo componentes del ideal de amor romántico asumido por la sociedad. “Desde niños se nos enseña a defendernos de enemigos difusos, pero no de relaciones insanas”, sentencia.

Una situación como la sufrida por Marta no es el fin. Es la idea que el equipo de La maleta de Marta quiere transmitir al espectador en un documental en el que hay espacio para la esperanza, pero sobre todo para la concienciación. “El espíritu de la protagonista va a dar valor a las mujeres. Se pueden cambiar las cosas”, manifiesta el director. Marta, por su parte, define el proyecto como primera piedra para empezar a construir una “montaña visible y robusta” desde la que combatir con firmeza la violencia machista. “Mi experiencia tiene que servir para algo. No puedo trabajar porque la agresión me dejó en invalidez total, pero creo que tengo mucho que aportar. Hay que seguir luchando”.

El documental “La maleta de Marta” puede verse en la Cineteca del Matadero (Madrid) los días 27 de septiembre y el 3, 4 y 11 de octubre. Cineteca del Matadero

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