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Trump triunfa en la ciudad de Texas en la que quiere construir el muro anti inmigrantes

Joseph Díaz, de 50 años, espera la salida de Donald Trump del aeropuerto de Laredo tras su visita el pasado julio

The Guardian

Tom Dart (Laredo, Texas) —

Un candidato que ha descrito a los mexicanos como violadores y delincuentes y cuyo principal plan de inmigración es hacer que México pague por un muro gigante no debería triunfar en la frontera sur. Sin embargo, los votantes de la ciudad más hispana de Estados Unidos se echaron este martes a los brazos de Donald Trump.

El candidato se llevó casi el 35% de los votos en las primarias republicanas del condado de Webb, cuya capital es Laredo. Quedó muy por delante de Marco Rubio (28,4%) y de Ted Cruz (28,2%), el senador hispano de Texas que quedó primero en el total del Estado.

No es que ganar aquí implique muchos votos del Partido Republicano: solo se contaron 4.089 en la contienda, frente a casi 26.000 demócratas. Laredo es hispana o latina al 96%, según el censo de 2010, y extremadamente demócrata: Barack Obama obtuvo el 77% de los votos de este condado en 2012. En un golpe de elocuencia poco habitual, Rick Perry, aspirante republicano que fracasó dos veces y exgobernador de Texas, llamó a esa frontera el arándano en la sopa de tomate: una mota de alimentación para los demócratas en un estado dominado por los republicanos.

A pesar del limitado electorado republicano, es llamativo –y chirriante– no solo que Trump triunfe aquí, sino que en general salga mejor parado en los condados fronterizos que en el interior de Texas, donde Cruz quedó en cabeza. Tras la muestra a pequeña escala en los caucus de Nevada, el resultado de este martes mostró con mayor claridad que los latinos conservadores no rehúyen a Trump. Puede que incluso los haya motivado para la acción: el magnate obtuvo más votos en Webb que todos los que se contaron en el condado en las primarias de 2012.

Una votante de Trump de Laredo, que dice llamarse Cindy, explica que el candidato es popular entre las personas mayores de la ciudad que están “hartas del sistema”. El presidente de los Jóvenes Republicanos del condado de Webb, Jon Meléndez, aventura que el éxito de Trump debe algo a los demócratas, que pueden haberle votado porque es alguien a quien Hillary Clinton tendría más fácil vencer en noviembre. “En otoño, los demócratas estarán totalmente alentados a votar contra él”, afirma Meléndez.

Trump quedó por encima de dos senadores hispanos que también se han mostrado duros con la inmigración, Rubio y Cruz. Ambos, sin embargo, son de origen cubano y no mexicano o centroamericano, y hay resentimiento hacia unas políticas estadounidenses que facilitan la admisión y residencia de cada vez más cubanos, mientras que los migrantes de otros países tienen que superar muchos más obstáculos. Esa situación es un ejemplo de la complejidad y las contradicciones que eluden la retórica grandilocuente y las posturas intransigentes sobre la inmigración de los principales candidatos republicanos a la presidencia.

Dos lugares separados que lo tienen todo en común

Laredo es un lugar característico lleno de puentes y barreras, de pequeñas casas en ruinas, de tugurios de colores pasteles en los que comer tacos y talleres familiares de reparación de coches. En el centro de la ciudad, venido a menos, hay multitud de tiendas de segunda mano, zapaterías decaídas, brillantes oficinas de cambio de moneda y edificios cuyo esplendor se desvaneció hace ya tiempo.

El ambiente familiar y la estabilidad de pequeña ciudad se intercalan en Laredo con pasos de peatones abarrotados, un puente ferroviario y una autopista interestatal. Esta rompe el centro de la ciudad con rápidos camiones que se dirigen al norte, donde la ciudad se diluye en las tierras de ranchos, las llanuras vacías y los todoterrenos blancos y verdes itinerantes de las patrullas fronterizas.

Es el puerto de interior más grande de la frontera entre Estados Unidos y México, no muy lejos de Los Ángeles y Nueva York en cuanto a volumen de comercio internacional. Su población está en torno a los 250.000 habitantes, aunque el condado es grande: equivale a dos tercios del área metropolitana de Los Ángeles. Está cerca de Nuevo Laredo, una ciudad mexicana más poblada y conocida por su violencia al otro lado del sinuoso Río Grande. El mayor festival de Laredo es una celebración del nacimiento de George Washington que dura casi un mes, cuyo plato fuerte es un concurso en el que se comen jalapeños.

Laredo carga sobre sus anchos hombros una ironía compartida con las ciudades fronterizas de todo el mundo: que el aparato gubernamental de control, desconfianza y separación está en lo más alto entre comunidades que lo tienen todo en común. “Hablamos de seguridad, pero queremos un equilibrio entre la seguridad, el comercio legítimo y el turismo. Por eso, cuando alguien viene y dice 'Queremos construir un muro y hacer la frontera más segura', va en contra de la vida cotidiana que tenemos en Laredo”, valora Henry Cuellar, parlamentario demócrata del distrito.

Erick Barroso es un agente penitenciario de 42 años que vota a candidatos demócratas en las elecciones locales, según quién se presente. A menudo, solo hay nombres de demócratas en las papeletas. Pero él se inclina por Trump de cara a las elecciones de noviembre.

“No estoy de acuerdo con lo del muro”, admite. “Hay un dicho: si construyes muros de 20 pies, venderás 21 pies de escaleras... Siempre encontrarán la manera (de cruzar), un muro no es la solución perfecta”. Sin embargo, no ve que nadie proponga una idea mejor en este momento.

Aunque las medidas sobre inmigración tienen naturalmente el impacto más profundo e inmediato en los residentes fronterizos, el razonamiento de Barroso para apoyar a Trump podría oírse de boca de sus seguidores de Pittsburgh, Louisville o Mineápolis. Sus razones vienen de la personalidad, no de la política. “Es fuerte, y muy seguro de sí mismo”, valora Barroso. “No apoyo todo lo que dice, pero hay muchas cosas que no tiene miedo de decir. Creo que esa es una característica fuerte”.

Drogas, crimen y violadores

Laredo conoció la autoconfianza y el autobombo de Trump de cerca el pasado julio, cuando el candidato hizo una visita rápida un mes después de lanzar su campaña proclamando que México está “enviando a gente que tiene un montón de problemas y trayéndonos a nosotros esos problemas”. “Están trayendo drogas. Están trayendo crimen. Son violadores. Y algunos, supongo, son buena gente”, dijo.

Tras una protesta, el sindicato local de guardias fronterizos retiró su invitación al candidato, aunque Trump vino de todas formas y lo estuvo paseando el alcalde de la ciudad, demócrata. Se mostró como un valiente que se adentra en terreno peligroso, pero los referentes del crimen sugieren que las ciudades fronterizas de Texas son algunas de las más seguras del Estado.

Aquel día, según los relatos, había más periodistas y policías que manifestantes. Uno de los que protestaban era Henry Rodríguez, de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos, que vino desde San Antonio para hacer preguntas incómodas al magnate. “Fuimos y montamos ahí un gran alboroto”, recuerda. “Parece que, cuanto más habla contra los inmigrantes, más puntos gana. Es triste, porque de alguna manera es un tipo de mentalidad de odio que sigue existiendo en este país”.

Este hombre de 71 años se siente frustrado por la falta de empatía y de matices en el discurso político sobre inmigración. “Hay gran cantidad de latinos republicanos. Sus padres vinieron de México, América Central u otros lugares como Sudamérica pero a ellos en realidad no les preocupa mucho la gente que está viniendo ahora. Dicen que les están quitando recursos”, explica. Añade que, sin embargo, “quienes vienen aquí quieren superarse y harán cualquier cosa”. “Empezarán con salarios más bajos que los de cualquiera, y aceptarán trabajos que nadie más quiere hacer”.

Meléndez, estudiante de 30 años y antiguo marino, explica: “Muchos aquí lo vemos en el día a día, hay una afluencia ilegal de personas que vienen de México y eso hay que abordarlo. Sin embargo, el tono, la retórica y todo lo demás que sale por la boca de Donald Trump han sido contraproducentes”.

“Puedo seguir a alguien que quiera llevar la seguridad a las fronteras”, concede. “Pero creo que Trump ha sido horrible”. Antes de la noche del martes, esa visión habría parecido sabiduría convencional. Pero, incluso en Laredo, la demagogia ha confundido a la demografía.

Traducido por: Jaime Sevilla

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