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“Tengo que ser más alta para poder casarme”: las peligrosas operaciones de extensión de extremidades en India

Una paciente con unas prótesis tras haberse sometido a una operación de extensión de extremidades.

Vidhi Doshi

Mumbai —

Komal nunca explicó a sus amigos dónde estuvo durante seis meses el año pasado. Esta joven de 24 años, oriunda de la ciudad de Kota, situada en el oeste de la India, fue a ver al doctor Amar Sarin, un traumatólogo de Delhi, que la hizo crecer unos ocho centímetros. Se sometió a una operación que consiste en romper los huesos de las piernas y llevar una férula hasta que el paciente pueda volver a caminar. 

Para que ella pudiera operarse, sus padres tuvieron que vender unas tierras que habían pertenecido a la familia durante generaciones, pero Komal considera que ha valido la pena. “Ahora tengo mucha más seguridad en mí misma”, afirma. “Solo medía 137 centímetros. Todos se reían de mí. No podía conseguir un trabajo. Ahora mi hermana pequeña también se va a operar”.

En la India, las personas altas se consideran más atractivas y Komal forma parte del creciente número de jóvenes que para conseguir mejores trabajos y casarse bien están dispuestos a pasar por el quirófano y crecer unos centímetros. Han alimentado el auge de la cirugía estética. 

Lo cierto es que la cirugía de extensión de extremidades no está regulada en la India y muchos de los cirujanos que la practican carecen de la preparación necesaria. Además, conlleva un cierto estigma social. De hecho, The Guardian ha decidido no revelar el verdadero nombre de Komal. 

El doctor Sarin indica que “se trata de una de las operaciones de cirugía estética más difíciles y hay médicos que las están haciendo con tan solo uno o dos meses de prácticas con un cirujano que, probablemente, tampoco tenga mucha experiencia. Es difícil encontrar colegas que se dediquen a lo mismo y sean buenos, no existe una formación específica, no hay una base sólida”.

Imán para extranjeros

Todo esto no parece preocupar a los que solicitan este tipo de cirugía. De hecho, algunos extranjeros viajan a la India para operarse. La buena reputación de los médicos indios, a los que se presume una buena formación y que son baratos, atrae a personas de todo el mundo. El turismo médico deja en el país unos 3.000 millones de dólares. De hecho, las operaciones de cirugía estética representan una parte importante de esa suma ya que atraen a un número creciente de pacientes de Europa, Estados Unidos y de otras partes del mundo donde este tipo de operaciones pueden costar cuatro o cinco veces más. 

El doctor Sarin empezó a practicar este tipo de operación hace cinco años y ya ha operado a 300 pacientes; solo uno de cada tres era indio. “Es una tendencia en alza en la India”, explica: “Recibo unas 20 llamadas diarias de personas que quieren ser altas, que necesitan ser más altas”. 

Un hombre que se operó en 2015 explica que habló con 20 cirujanos distintos antes de decidirse. “Muchos de los doctores con los que hablé solo habían practicado una o dos operaciones de este tipo y, de hecho, uno reconoció que no tenía experiencia. Estuve buscando a un buen cirujano durante un año y al final lo encontré”.

El mes pasado, un comité ético del estado de Andhra Pradesh llamó la atención a unos traumatólogos que operaron a un joven de 23 años después de que un grupo de médicos mostrara su preocupación por el tipo de operación “poco común y experimental” que habían llevado a cabo. Este tipo de cirugía crea polémica entre los médicos de esta especialidad, y muchos de ellos señalan que se trata de una operación muy compleja y que podría lisiar al paciente de por vida. 

El doctor Sudhir Kapoor, presidente de la Asociación de Traumatólogos Indios señala que “no aconsejamos este tipo de operación salvo en casos muy extremos. No se trata de operaciones rutinarias y el riesgo de complicaciones es muy elevado”.

“Hacerlo conlleva un punto de locura”

Las operaciones para extender las extremidades se empezaron a practicar en la década de los cincuenta del siglo pasado en una pequeña ciudad de la Unión Soviética, Kurgán, en Siberia. Las impulsó un hombre polaco llamado Gavriil Ilizarov, que se había ganado la fama de charlatán pero que tras operar a varios pacientes, entre ellos a un campeón olímpico de salto de altura, pasó a ser “el mago de Kurgán”. Ilizarov nunca pensó que su técnica pudiera ser utilizada con fines estéticos. Él se limitó a operar a personas que habían sufrido un accidente o que habían nacido con una extremidad más larga que la otra. 

Ahora los cirujanos indios utilizan su polémica técnica y han introducido algunos avances para que sea menos dolorosa y más rápida. Sarin, que se ha labrado una buena reputación en todo el mundo, reconoce que cuando empezó tenía dudas éticas: “Solía preguntarme si estaba haciendo lo correcto pero cuando vi cómo mejoraba la autoestima de mis pacientes decidí seguir practicando este tipo de operación”.

Indica que esta operación debe ser un último recurso. “A menudo nos negamos a practicarla”, dice y explica que muchos de sus pacientes tienen problemas psicológicos graves: “Primero, intentamos resolver sus problemas con terapia pero he tenido pacientes que han amenazado con suicidarse si no los opero. En dos ocasiones tuve que llamar a la policía”. 

Aunque ha operado con éxito a cientos de pacientes reconoce que hacerlo “conlleva un punto de locura”.

Sin embargo, está convencido de que la extensión de las extremidades pueda transformar la vida del paciente: “Hay un antes y un después. Cuando ves cómo ha mejorado su autoestima piensas que el esfuerzo ha valido la pena”. 

Traducción de Emma Reverter

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