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PP a favor del PP, PSOE contra PSOE

Ruth Toledano / Ruth Toledano

Esta es la situación del bipartidismo: mientras el PP empieza a hacer todo lo posible para asegurarse los triunfos, mayoritarios o no, en las próximas elecciones municipales, autonómicas y generales, el PSOE sigue haciendo todo lo posible por mantener su incapacidad de recuperación. Mientras el PP prepara sus caminos, el PSOE sigue perdido en su propia encrucijada.

El PP sabe que con Ana Botella como candidata podría perder, muy posiblemente, el Ayuntamiento de Madrid, donde la derecha lleva 23 años gobernando, por llamarlo de alguna manera. Botella suscita tal rechazo entre los madrileños, sean o no sus electores, que el partido ha decidido quitársela de encima para conservar una plaza de tal importancia estratégica para los populares.

Tampoco parece que les interese mantener en la Comunidad a un Ignacio González salpicado de presunta corrupción. Un presidente que veranea en un ático de lujo que investiga la justicia porque lo compró un misterioso abogado que ofrece servicios como testaferro desde un paraíso fiscal.

Así que borrar a los dos de la faz de las listas serían dos decisiones inteligentes, por desesperadas que sean y por desgracia para los madrileños. Pues si bien perder de vista a Ana Botella y a Ignacio González son noticias de las de abrir botella de cava catalán, no lo es en absoluto la posibilidad de que la candidata a alcaldesa o a presidenta pudiera ser, por ejemplo, Cristina Cifuentes, bajo cuya imagen, o leyenda, de republicana y favorable al aborto, no puede esconderse la mujer a la que no ha temblado el pulso para sembrar violencia policial en Madrid (no debemos olvidarlo) o para aprovechar que aparecen nazis alrededor para impulsar desahucios de centros sociales okupados. Y que además, a diferencia de una Botella superada y de un González siempre al límite de ser cazado, se siente ganadora, lo que le suma los puntos de la seguridad en la casilla de salida.

A optar por una candidatura “ganadora” Cifuentes lo ha llamado “sentido común”. Y, desde un punto de vista arriolista, no le falta razón: más sentido común, desde luego, que si la candidata fuera una Soraya Sáenz de Santamaría que llegaría herida por la degradación y que, aunque ha demostrado que lo mismo le da ocho que ochenta si es por su partido, le falta carisma, y más de alcaldesa, que se debe a la ciudad o, al menos, debe aparentarlo.

En cuanto a Esperanza Aguirre: lo cierto es que está más gagá que los frikis de Podemos (versión Arriola), pero de la derecha española, a la que se le llena la boca acusando a los demás de populistas, podríamos esperar el apoyo a la persona más populista del escenario político. “Sí, la verdad es que la gente me pide mucho en la calle que me presente”, asegura la que fue lideresa, “si me perjudica [lo de aparcar en plena Gran Vía, increpar a los agentes de movilidad y huir con su coche], es que la Divina Providencia me quería apartar del Ayuntamiento”. No sé qué opinará Arriola. Sobre frikismo y Divina Providencia, digo.

En fin, alguien como Cifuentes podría engañar al electorado como en su día lo engañó Gallardón: pareciendo los progresistas del PP. Y miren cómo nos ha salido Gallardón, que hasta Génova se ve obligada a guardar su ley del aborto en el cajón porque solo gusta a los ultras del desalojado Rouco, con el Foro Español de la Familia a la cabeza, y se llevaría por delante mucho más que un puñado de votos. Otra medida inteligente, desde el punto de vista arriolista, en el camino electoral de los conservadores, y dos botellas de cava catalán: una por el réquiem a la carrera política de Gallardón y otra por las mujeres de este país.

Cava que se nos atraganta si recordamos cómo dejará el Ministro la Justicia de este país, aplicando tasas (no dejen de oír a la abogada y profesora de Derecho Civil Verónica del Carpio en este vídeo de Rights International Spain) y privatizando sus servicios, casi paralizando su administración y depurando al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para proteger los intereses del Partido Popular. Lo único que nos permite apurar la copa es la sospecha de que el partido no le va a pagar nunca tan caro favor porque es demasiado profunda la tumba que en la opinión pública se ha cavado el propio Gallardón. Sinceramente, no creo que supere nunca más el test de inteligencia política arriolista.

En fin, que el PP está moviendo sus fichas.

¿Y qué hace el PSOE mientras tanto? Dar vueltas en su propia, y ya consustancial, encrucijada. Sorberse los sesos con que si Gómez, que si Carmona. Cargar contra Podemos porque no puede arreglar su destartalada casa ni buscar un camino alternativo y real. Meter la pata. ¿De qué ha servido la elección de Pedro Sánchez? De nada. ¿Por qué? Porque no es una cuestión de candidatos (o sí, pero despreciaron la única posibilidad de algo: Pérez Tapias), sino una cuestión de ideología, y al PSOE hace tiempo que le sobran la S y la O. Si no, sabría que su enemigo natural no tendría que ser Podemos sino el PP. Si tuviera un camino mínimamente socialista y obrero, Podemos sería un adversario político, nunca una formación con la que el PSOE no pactaría “ni antes, ni durante, ni después”, como ha proclamado, ante el estupor de muchos de los suyos, el mismísimo Pedro Sánchez.

Qué desfachatez: el PSOE en el que Felipe González insta a una coalición con el PP; el PSOE que ha pactado con el PP la “regeneración democrática”; el PSOE que pactó con el PP la reforma del artículo 135 de la Constitución; el PSOE que pactó con el PP el acuerdo sobre la deuda y las políticas de austeridad; el PSOE que en al menos quince municipios ha pactado con el PP para hacerle la pinza a IU; el PSOE que pactó con el PP para no reformar la Ley Electoral. No es de extrañar que, ante tanta indignidad, el PSOE tema a Podemos, que se lleva a un significativo número de votantes socialistas. Porque el PSOE, como el PP, no hace política sino mera estrategia electoralista. Y, desde ese indigno punto de vista, Podemos no es un adversario, sino un enemigo peor que el PP. Que el análisis sea ese es pura pobreza. Que lo haga un partido que se sigue llamando socialista, produce bochorno. Nada nuevo, por otra parte. Pero con más miedo.

Y, hala, a discrepar internamente, PSOE contra PSOE, mientras el PP se prepara convenientemente a favor del PP. A perder. A dejar paso a la posibilidad de una izquierda real, con la que veremos al PSOE retractarse y pactar. Y, si no, al tiempo.

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