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Crímenes de lesa biodiversidad

Mascletà en Madrid Río

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Como si estuviéramos en tiempos de los Coros y Danzas de su franquismo sociológico, José Luis Martínez-Almeida nos llenó de falleras el Ayuntamiento de Madrid. Poco después, caían fulminados por el estrés o huían despavoridos los individuos del más de un centenar de especies de aves afectados por el estruendo del disparo de la mascletà que el alcalde madrileño se había apostado con su homóloga valenciana, María José Catalá: si ganaba las elecciones, haría estallar 300 kilos de pólvora en la “capital de España”.

El lugar escogido fue Madrid Río, un enclave paralelo al río Manzanares cuya renaturalización desde 2016, tras décadas de estancamiento y abandono, propició el regreso de aves, peces, anfibios y especies vegetales, y convirtió el nuevo corredor ecológico en satisfacción local y en ejemplo mundial. Aún se desconoce el número de animales muertos o perdidos a causa de esta “apuesta de barra de bar” (como bien la calificó Sandra Ladra, concejala de Más Madrid) que Almeida ha materializado en biocidio. Patos, garcetas, lavanderas, gansos del Nilo, ánades, gallinetas, mirlos, gorriones… Por la primavera adelantada a causa del cambio climático, muchos polluelos ya piaban en los nidos de la zona. No sabemos aún cuántos habrán sobrevivido al pánico de los siete minutos de explosiones ni cuántos supervivientes superarán la orfandad.

Almeida no ha perpetrado el biocidio a solas. La Delegación del Gobierno otorgó los permisos pertinentes y el juez le dio luz verde, tras las medidas cautelarísimas para su paralización que había solicitado la protectora animal Salvando Peludos. El ruido de la pirotecnia afecta muy gravemente a animales y personas sensibles, pero ni al Gobierno, ni al Ayuntamiento ni a la Justicia les ha importado ese sufrimiento. Almeida no ha actuado solo, pero podría decirse que ha sido el que más cobardía ha demostrado: llegado el momento del crimen, no apareció por la escena. Su excusa sonó a desfachatez y fue muy dolorosa: dos mujeres habían fallecido poco antes en el incendio de una residencia de mayores en Aravaca. Doble, triplemente dolorosa: por las mujeres fallecidas; por el inevitable recuerdo que ellas trajeron de aquellas tantas otras personas mayores que murieron –que dejaron morir– en las residencias de Ayuso; porque ni siquiera el dolor sobrevenido la mañana de la mascletá fue razón suficiente para cancelar el dolor programado en Madrid Río.

Almeida no tuvo así que dar la cara ante su despropósito. Se hizo la foto con las falleras a cubierto, pero no se la tuvo que hacer a la orilla del río nublado por el humo, bajo el aleteo extenuado de los pájaros, frente a los gritos de la ciudadanía que había impreso su cara como la de un delincuente. Porque el escándalo provocado por sus violentos planes ha traspasado nuestras fronteras y ha sido tachado de “incomprensible”: mejor que no hubiera foto internacional. Porque, a fin de cuentas, era jornada electoral en Galicia y convenía mantener el perfil bajo: mejor que no llegara la peste de la pólvora a la “bahía de Vigo” de su colega Ayuso. Total, lo importante ya estaba organizado: disparar (a matar) para enseñar quién la explota más grande en el PP; disparar (a matar) para ondear una bandera española más, aunque sea una bandera de humo. Total, esas aves se iban a morir igual.

El grado de ignorancia y de crueldad que conllevan estas decisiones institucionales, estos comportamientos políticos, provocan bochorno, desafección y agotamiento en la ciudadanía. La pregunta es por qué se prefiere en las urnas a una persona como Almeida, que avergüenza a las niñas cuando escoge defender Notre Dame frente a la Amazonía. Las niñas le dicen que el Amazonas es el pulmón del mundo y él responde que la catedral es un símbolo y que vivimos en Europa. No se puede esperar que a alguien así le importe lo más mínimo una gallineta. Ni el junco, ni el aire, ni el agua. Nada de lo esencial, nada de lo valioso. Solo nos queda, pues, confiar en que esas niñas boquiabiertas crezcan y se hagan activistas de Futuro Vegetal y se dediquen a tirar botes de tomate a la puerta del Ayuntamiento. Y en que tenemos pruebas de que el fracaso de asistencia de su apuesta fue estrepitoso también. Las imágenes aéreas no engañan, digan los que digan sus cómplices de la Delegación del Gobierno. Almeida no salió en la foto, pero su crimen sí. Quizás algún día sea considerado un crimen de lesa biodiversidad.

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