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El fin de la pesadilla y la realidad

Rosa Paz

Lo que va a ocurrir en las próximas elecciones es un misterio, especialmente en las municipales y autonómicas y en las generales, porque lo de las andaluzas parece algo más claro. Nadie sabe cómo influirá en el resultado final la irrupción de Podemos ni la reciente incorporación de Ciudadanos a la liza electoral. Se desconoce, por tanto, en qué situación quedarán el PSOE y el PP.

Pero lo que sí parece claro es que la estrategia propagandística del Gobierno, esa en la que sustenta todas sus esperanzas de mantenerse en el poder, no cala en los ciudadanos. Al parecer, ni siquiera en sus votantes. Es lo que se desprende del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que refleja que un 81,3% de los españoles, cuatro de cada cinco, no se creen la matraca de la recuperación económica.

No será por falta de insistencia. Ya el pasado año, Mariano Rajoy aseguró en el debate del estado de la nación aquello de que “hemos atravesado con éxito el Cabo de Hornos”, y antes y después su vicepresidenta y sus ministros no han dejado de explicar las bondades de las reformas -recortes de derechos laborales, civiles y de prestaciones sociales- y el buen rumbo de la economía. Hasta que el pasado 24 de febrero, en el mismo debate de política general, el mismo presidente del Gobierno proclamó “el fin de la pesadilla”. La oposición en pleno se le echó a la yugular y él se enfadó. Pero, ¿qué peor castigo que el que le aplican los ciudadanos al desconfiar de su palabra?

Es verdad que la encuesta se hizo antes del debate, pero parece improbable que la dosis masiva de triunfalismo que destiló Rajoy les fueran a hacer cambiar de opinión. No es por una manía de ser deconfiados es que sufren en carne propia la falta de trabajo, los bajos salarios, la precariedad, los recortes. Porque esa realidad que describe el Gobierno se parece poco a la que viven millones de españoles.

Los 5,4 millones de parados, de los cuales solo el 57,6% recibe alguna prestación pública, y de los que 2,3 millones son desempleados de muy larga duración. Y el 12,3% de personas que aun teniendo trabajo no supera el umbral de la pobreza, y el 20% de españoles a los que no les llega para pagar el recibo del gas y la luz, y los estudiantes que han dejado de estudiar porque se han quedado sin beca, y los inmigrantes a los que les han quitado la tarjeta sanitaria...

Esas son cosas que los ciudadanos conocen de primera mano. Son la pesadilla cotidiana que padecen en sus propias familias o en las de sus amigos y o en las de sus vecinos. Son las cosas que Rajoy oculta tras esa cortina de optimismo con la que pretende convencer a sus electores de que vuelvan a votar al PP. Seguramente muchos volverán a hacerlo, pero no será por lo bien que van las cosas.

Ese 81,3% que recoge el CIS piensa que la situación económica es igual o peor que hace un año y el 56,6% cree que seguirá igual o habrá empeorado dentro de un año. Si a esa opinión se le añaden informaciones como las que recoge el informe “La ilusión fiscal”, de Intermon Oxfam, en el que se dice que las empresas del Ibex35 aumentaron un 44% su presencia en paraísos fiscales de 2012 a 2013 y que cada año se escapan 59.000 millones de euros de España a esos refugios financieros, nada hace pensar que el parecer ciudadano vaya a mejorar. Se verá en las urnas.

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