Espacio de opinión de Canarias Ahora
Canarias: territorio de ensueño, sociedad adormecida
Cuando un extranjero piensa en Canarias, solo ve lo que interesa mostrar: playas paradisíacas, paisajes montañosos, buena gastronomía, un clima excelente y un ambiente gentil y acogedor. Pero lo que nunca llegarán a vislumbrar son las miserias que esconde este preciado territorio. Esto es resultado de la labor de nuestros dirigentes políticos, el maquillaje de los grandes empresarios - especialmente del sector turismo - y la aquiescencia del propio pueblo canario.
Y es esa conformidad la que realmente hiere, acongoja y entristece. Es la complicidad del pueblo canario la que frustra, la que nos obliga a cuestionarnos una y otra vez ¿por qué lo permitimos?. Una complicidad que, en ocasiones y con gran deleite, rinde pleitesía a los cuatro “cabecillas de turno” tratándolos como si fueran deidades.
Lo que no se ve, gracias a los “buenos asesores” de los diferentes Gobiernos, son las listas de espera para ser valorado por un especialista, ni los tratamientos no financiados que un canario debe costear con míseras pensiones o salarios. Tampoco se vislumbra las muchas incidencias que, en ocasiones, cuestan vidas en los hospitales por falta de personal y medios. Ni siquiera se ven nuestros familiares dependientes abandonados en los pasillos de los hospitales, o a los menores que esperan atención temprana en un intento desesperado por no formar parte en el futuro, del cada vez más ineficaz sistema de Discapacidad y de Dependencia.
Tampoco se ven los índices de desempleo juvenil, esos mismos jóvenes a los que luego criticamos y juzgamos por no encontrar motivación y que se reúnen en una plaza, un parque o cualquier espacio que les permita agruparse entre iguales. Todo ello en busca de privacidad para “evadirse” de una realidad que, por otro lado, está muy manipulada e inoculada a través de las redes sociales y medios de comunicación.
Pero no todo va a ser malo: somos auténticos linces a la hora de crear, modificar y derogar leyes. Porque lo importante no es hacer cumplir la regulación existente poniendo todos los medios materiales y humanos necesarios para ello, sino demostrar que el anterior Ejecutivo andaba muy “despistado”. No se preocupen, que llegan “los otros” a deshacer hasta lo que ellos mismos hicieron en el pasado, eso sí, escuchando el clamor del pueblo (o no). Claro que ahora lo harán mejor, pues llegan dotados de un “ejército de asesores” que bien podría llamarse “el escuadrón de los cuñados”. Ya saben, por eso de que saben de todo, pero no saben de nada.
Los cambios normativos se suceden en áreas como; Dependencia y Discapacidad – con introducción incluso de la IA en el sector -, menores (nacionales y no acompañados), vivienda, turismo, transición energética etc. A priori se diría que somos vanguardistas y estamos casi a la par con los países más desarrollados, pero, aunque la normativa existe, la ejecución es lenta, la burocracia excesiva y la capacidad operativa es insuficiente debido a la falta de financiación y personal, es decir, falta de voluntad política.
¿Por qué no podemos acceder a una vivienda, habiendo incluso renunciado ya a que sea “digna”, - porque la situación no está para ser exquisito -, a un empleo estable, a un salario que dignifique nuestra existencia o a un sistema de salud o de políticas sociales que realmente promuevan la calidad de vida, la prevención y el envejecimiento saludable?
Y aunque podría seguir mencionando muchos aspectos de un sistema que hace aguas por todas partes, mención aparte merece el destrozo de nuestro territorio, sin remordimiento ni moralidad alguna. Esto es obra de unos pocos que, en nombre del progreso y de la transición energética, y llevando por bandera la “ecoisla”, se han permitido y se permiten hacer y deshacer, pasando por encima de la legislación en los ámbitos autonómico, estatal y europeo. Como buenos “cuñaos” que son, ya me entienden.
Pero la pregunta que más me hago es: ¿por qué lo permitimos?. Ya no vale justificarse en la desafección, el hastío o la frustración. Es hora de exigir responsabilidad política, dignidad y respeto hacia nuestra identidad, nuestro territorio y, en definitiva, hacia nuestros hijos, padres, hermanos y vecinos.
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