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The Guardian en español

Pueblecitos del sur de EEUU intentan eliminar el derecho al aborto con ordenanzas y multas locales

Manifestación antiaborto frente al capitolio en Washington,

Jessica Glenza

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En el último año, 23 pequeñas ciudades de Texas han aprobado leyes locales en las que se declaran “ciudades santuario para los no nacidos”, y han impulsado leyes que castigan el aborto con una multa de 2.000 dólares.

En abril, Hayes Center, situada en el estado de Nebraska, se convirtió en la vigésimo cuarta localidad que se suma a esta iniciativa, la primera fuera de Texas.

“¿Veremos alguna vez una clínica de abortos aquí? Puede que no”, señala Kim Primavera, concejal. Cuatro de los cinco concejales del pueblo son mujeres y la mayoría, jóvenes. Representan a unas 280 personas. “Pero, como todo en esta vida, siempre es mejor ser proactiva que reactiva”, concluye.

En un artículo publicado en el Hayes Center Times-Republican, el periódico local del que Primavera es copropietaria, se indica que ni una sola persona del pueblo se ha declarado en contra de esta medida.

Dickson, el impulsor del movimiento

Aunque tanto las poblaciones en cuestión como los políticos que han impulsado las ordenanzas difieren, todos tienen un elemento común: el predicador Mark Lee Dickson, director de la pequeña organización sin ánimo de lucro East Texas Right to Life.

“Nunca he abortado, soy virgen con 35 años, pero he visto las repercusiones del suicidio y de vidas desperdiciadas en general”, afirma Dickson. “Por eso me apasiona el tema del aborto”.

Durante el último año, y en el actual contexto de pandemia, Dickson ha recorrido el sur del país en un Ford F-150 de 2008 con la esperanza de promover esta iniciativa más allá de Texas. Solo va a aquellas localidades que lo invitan y en las que sabe que contará con un apoyo sólido.

Según Dickson, las ordenanzas locales que califican el aborto de “asesinato” y a los centros médicos que lo practican como “organizaciones criminales”, coinciden con las creencias de la mayoría en estos lugares. “Se tomaron en serio la afirmación de Biden sobre hacer accesible el aborto en todos los códigos postales”, señala.

Las ordenanzas de Dickson se sitúan a caballo entre el enfoque tradicional centrado en los tribunales y el activismo extremista de base, y llega en un momento en el que la derecha estadounidense busca definirse después de Trump y en un contexto en el que han aumentado los ataques de terrorismo interno.

Por un lado, están personas como Primavera, exdirectora de un centro de embarazos de riesgo y madre de seis hijos, que argumenta que las mujeres son víctimas de los médicos que practican abortos.

En los últimos años, esta corriente principal del movimiento antiabortista ha intentado refundarse como el verdadero hogar del feminismo estadounidense y considera a las mujeres como víctimas del aborto.

Por otro lado, hay un creciente movimiento dominado por hombres que sostienen que el aborto debe ser juzgado como homicidio y que tanto las mujeres que los solicitan como los médicos que los practican deben ser procesados por asesinato. Las ordenanzas de Dickson se hacen eco de algunas de estas nociones y han sido aplaudidas por estos grupos.

Los expertos que han estudiado estos movimientos afirman que los militantes “abolicionistas” del aborto han tenido cada vez más éxito impulsando proyectos de ley para penalizarlo y comparten una afinidad de ideología antigubernamental con las milicias de derechas.

“No hay absolutamente ninguna diferencia entre las prioridades de estos grupos”, señala Mary Ziegler, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Florida y reciente autora de 'Abortion in America: A Legal History, Roe v Wade to the Present' (El aborto en Estados Unidos, la historia legal, Roe contra Wade hasta el momento actual). “Donde radica el desacuerdo es más bien en cómo conseguir la criminalización del aborto de la forma más rápida y efectiva”, dice.

La ordenanza de Dickson se aprobó por primera vez en Waskom (Texas), un pueblo de 1.600 habitantes, donde el abogado del Ayuntamiento describe las reuniones como, en su mayor parte, “una formalidad”, y donde el secretario del Ayuntamiento despide todos los correos electrónicos con un “Dios le bendiga”.

Waskom se encuentra al oeste de Shreveport (Louisiana), donde se halla una de las tres únicas clínicas abortistas que quedan en todo el estado. En un contexto en el que los legisladores de Louisiana intensificaban la presión sobre la clínica para que cerrara, Dickson dijo que quería evitar la llegada de lugares con estas características a Texas, aunque lo cierto es que desde 1991 el estado no ha recibido ninguna propuesta en este sentido. No obstante, llamó a los concejales de Waskom.

“Contacté con ellos con el único propósito de proteger Waskom”, dijo Dickson. “No me planteé ninguna otra localidad”.

Los seis concejales de la ciudad consideraron que la ordenanza era pertinente y aprobaron una medida para castigar con una multa de 2.000 dólares a los médicos y a cualquiera que “ayude a abortar”. Las mujeres que optaran por el aborto quedaban exentas de la pena.

En todo el país, la ordenanza fue recibida con burlas. La foto de seis hombres canosos del este de Texas votando la ley que prohibía el aborto se hizo viral. Dickson y Waskom se convirtieron en el foco de una vorágine mediática.

El activista se convirtió en el portavoz del pueblo. Cuando la CNN, el New York Times y Associated Press contactaron con el Ayuntamiento, Dickson preparó las declaraciones que podía leer el alcalde Jesse Moore, las envió por correo electrónico al secretario del alcalde y preguntó si a Moore le parecían acertadas. No está claro si Moore utilizó finalmente las citas.

“Siempre se debe proteger y preservar la vida humana inocente”, escribió Dickson en un correo electrónico al secretario. “Esta también sería una gran frase. Hazme saber si a él [el alcalde] le parece bien”, le indicó.

Los medios de comunicación conservadores empezaron a cubrir el avance de la ordenanza de Dickson y esta cobertura alimentó su campaña. También fue de gran ayuda el respaldo económico del despacho de abogados religioso Thomas More Society.

Este bufete representó a Waskom y a otras seis localidades cuando la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) las demandó por difamación, ya que las ordenanzas presentan a los centros que practican abortos como “organizaciones criminales”. El exprocurador general de Texas, Jonathan F. Mitchell, conocido por su trabajo contra los sindicatos, también ofreció sus servicios a las localidades demandadas por ACLU.

“Tenemos un abogado en el Ayuntamiento”, indica Primavera, “pero en este caso” Mitchell aceptó representar a las localidades.

A pesar del peso de los abogados que están defendiendo la validez de estas ordenanzas, algunos pueblos siguen encontrando la legislación como una ordenanza que genera demasiada división. Los dirigentes de Carthage, Texas, una localidad que tiene una estatua de Jesucristo de cuatro metros, optaron por no aprobar una ordenanza de estas características al considerarla una normativa inadecuada.  

“Yo no voy a abortar. Y queda en manos de la persona afectada decidir si quiere hacerlo”, afirmó Ida Beck, concejal de Carthage, en la sesión en la que se votó en contra de la ley, según el periódico local Panola Watchman. “Son ellos los que tienen que presentarse ante Dios y enfrentarse a sus actos”, dijo.

En opinión de los expertos, la frenética actividad de Dickson, que está viajando por Texas, Nebraska y Missouri, es una prueba de cómo el gobierno de Trump ha empoderado a los agitadores de base y, a menudo, a los extremistas.

El legado del trumpismo

La división dentro del movimiento antiabortista se asemeja a otro período de la historia estadounidense, a principios de la década de 1990, cuando la violencia contra los médicos y las clínicas abortistas alcanzó su punto máximo.

Entonces, al igual que ahora, había grandes esperanzas de que un Tribunal Supremo conservador pudiera ilegalizar el aborto. El movimiento “abolicionista” actual comparte algunos de los líderes de ese periodo.

“Hay mucho optimismo” en el movimiento antiabortista en este momento, admite Ziegler. “Si el Tribunal Supremo no hace lo que la gente quiere, crece la amenaza de actos violentos”. En Estados Unidos han aumentado los incidentes de terrorismo doméstico, incluido contra clínicas que practican abortos.

Además, el hecho de que Trump haya empoderado a los extremistas durante su mandato y declarara que “tiene que haber alguna forma de castigo”, ha envalentonado a un ala militante del extremismo antiabortista, dominada por hombres, que alcanzó su momento más álgido a principios de la década de los noventa.

Los “abolicionistas”, que se comparan con los activistas antiesclavistas del siglo XIX, han instado a las administraciones estatales y locales a prohibir el aborto dentro de los límites de las localidades, a castigar a los médicos que practican abortos, a impedir que los grupos de derechos reproductivos operen dentro de ciertas jurisdicciones, a castigar a las mujeres que abortan y a designar los pueblos como “ciudades santuario” para los no nacidos.

“Se está cometiendo un asesinato, y los otros poderes del Estado tienen que ponerse al frente y evitarlo”, afirma Matthew Trewhella a la cámara en un vídeo de marzo en YouTube. Trewhella es uno de los autores de un texto clave del movimiento “abolicionista”: 'La doctrina de los magistrados menores'.

El grupo de Trewhella, Defy Tyrants, proclama en su página de Facebook que, “el Tribunal Supremo no crea las leyes”. Dickson se ha ganado los aplausos de Defy Tyrants, aunque la mayoría del movimiento “abolicionista” quiere ir más lejos. Estos grupos han tenido éxito al introducir proyectos de ley en Arizona, Oklahoma y Texas para acusar de asesinato a las mujeres que abortan.

Trewhella fue una destacada líder del movimiento antiabortista en los años noventa y fue una de las personas que defendió el uso de la violencia contra los médicos que practican abortos. Es un “homicidio justificado” asegura.

El movimiento abolicionista del aborto también tiene vínculos con los movimientos que defienden el derecho a la posesión de armas. En una imagen, un grupo de cinco simpatizantes de Defy Tyrants posan con rifles del tipo AR-15 y un cartel que dice: “El Estado no es Dios”. En otro caso, un miembro del Partido Republicano de Montana y un pastor local se unieron para crear la primera “ciudad santuario” tanto para los “no nacidos” como para el derecho a las armas.

Norman, Oklahoma, a las afueras de Oklahoma City, se ha convertido en los últimos años en un hervidero de organización “abolicionista”. “Simplemente ha sido más intenso en Oklahoma City”, señala Julie Burkhart, fundadora y directora ejecutiva de Trust Women, que gestiona clínicas de aborto en el área y en Kansas. Burkhart había trabajado como ayudante del doctor George Tiller, asesinado en 2009.

En una ocasión, a principios de 2021, un hombre armado que acudía habitualmente a restaurantes, parques y otros lugares públicos para protestar contra el control de las armas se presentó a las puertas de la clínica abortista. Iba armado con un rifle tipo AR-15, una pistola y cuchillos.

“No sabíamos qué pasaba por su cabeza”, dice Burkhart. “Si iba a permanecer allí pacíficamente o iba a empezar a disparar a la gente, fue escalofriante y el personal estaba aterrorizado”.

Dickson, que participó en el asalto al el Capitolio el pasado 6 de enero, afirma que se opone terminantemente a la violencia. “No voy a decir nada que no haya dicho al FBI, pero estuve frente al edificio del Capitolio”, afirma. “Estoy completamente en contra de todos los actos destructivos que tuvieron lugar aquel día”.

Sin embargo, tampoco se opone al propósito del asalto. “No los veo como enemigos, los veo del mismo lado... Sin embargo, tenemos puntos de vista diferentes sobre la estrategia a seguir”.

Traducido por Emma Reverter

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