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Actuemos ante el horror de la deportación
Recién regresada de la isla de Lesbos, donde del 2 al 12 de marzo he grabado un documental con el realizador Carlos Escaño y el operador Jaime Rodríguez sobre la tragedia de los refugiados y el trabajo de los voluntarios, cada día de esta nueva semana en Sevilla ha sido de aumento del estupor y dolor.
El choque allí con el éxodo de la guerra fue brutal:
Ver llegar las barcas de madrugada, incluso bajo la lluvia, atestadas con sesenta pasajeros, niños la mitad, muchos bebés; constatar que hasta nuestras manos eran necesarias para cambiarlos, secarlos, vestirles y abrigarles con mantas térmicas antes de que el autobús de ACNUR los llevara al campo de registro de Moria donde tendrían que hacer cola de horas.
Visitar luego Kara Tepe, destinado a sirios, iraquíes y kurdos -como Moria pero sin ser una cárcel reconvertida, y éste al fin abierto a la prensa-, era ocasión de reencontrar a personas, familias que vimos rescatar al equipo de la ONG andaluza PROEM-AID o que nosotros mismos abrazamos en la orilla y escucharles desgranar el horror del que huyen, las torturas de ISIS que han marcado sus cuerpos, y el desgarro de sus vidas por los familiares y amigos que han visto asesinar.
Igual que en los Cuentos del Conde Lucanor, escritos en el siglo XIV, tras el pobre que come altramuces, hay otro que devora las cáscaras. Y así en el campo extraoficial de Better days for Moria, levantado con el esfuerzo de voluntarios, se han estado refugiando 400 paquistaníes, afganos, bangladesíes, marroquíes, argelinos, subsaharianos... discriminados por la etiqueta de “inmigrante económico” que la UE les coloca, pese a que ellos denuncian huir de conflictos como el de Boluchustán del que no hemos oído hablar, o de un Afganistán que desde los 80 es campo de todas las batallas.
Cinco mil desesperados respiraban en Lesbos mientras nosotros grabábamos. En el ecuador de nuestra estancia, el día 7, el anuncio de pacto UE-Turquía sembró el pavor entre ellos. Y esta semana ha demostrado que tenían razones para el miedo. Aprobado el 18 el acuerdo que otorga a Turquía dinero, beneficios para el acceso de sus ciudadanos a Europa sin visado, y facilita la incorporación del Estado a la Unión, desde el domingo 20 se está vaciando Lesbos de los refugiados previos.
Un enorme ferry que llevaba semanas varado a puerto, según nos dijeron las autoridades, como “campo de refugiados flotante por si llegaban demasiados”, se ha llevado a unos 1.500 con destino incierto, a Kavala (puerto del nordeste griego) o el Pireo (junto a Atenas).
Los bomberos de PROEM-AID hablan de que 3.000 de los 4.300 refugiados que había en la isla no están ya. Raül Torras, coordinador de Better Days for Moria, ha confirmado que sus 400 alojados se han ido entregando a Moria que ahora no sólo parece sino que funciona como cárcel pues el que entra no sale. “Un grupo de paquistaníes se marchó un día antes de que la Policía llegase, no sabemos a dónde ni cómo van a intentar llegar al continente”.
La arbitrariedad reina. Quienes hayan llegado a partir del domingo 20 a las 00.00 serán deportados a Turquía. Eso se ha estado creyendo hasta hoy. Ahora se deja caer que los iraquíes no se devolverán a Turquía pero los sirios sí, porque el país otomano es seguro para ellos (03’90’’). Es más, parece que la letra del acuerdo no debería afectar a otras nacionalidades como la paquistaní o afgana. Pero en esta confusión, en esta falta de control de organismos internacionales sobre el terreno, hay refugiados despavoridos huyendo, quién sabe en qué peligrosos medios, y otros entrando forzados en barcos cuyo destino ignoran. Y también nosotros, la ciudadanía internacional, ignoramos.
Las ONGs se plantean si quedarse o ir a otro lugar a ayudar. Muchos dudan a quién hacer un donativo que palie algún sufrimiento, con la asombrosa labor que hacen los citados PROEM-AID, Better days for Moria o el campo de Pikpa para vulnerables, Metádrasi para menores no acompañados, el almacén-distribuidor de ropa y comida Attica, o voluntarios de las Asociaciones de Ayuda al Pueblo Sirio y Bienvenidos Refugiados.
El reino del terror sistemático se está implantando en un extremo de Europa. Y el batir de alas de mariposa se transforma en Bruselas en un atentado brutal contra otros inocentes. Los refugiados no son culpables del terrorismo, sino víctimas que lo han sufrido y huyen de él. Pero la política europea que los condena a la deportación y el olvido en manos de una Turquía sin garantías de derechos humanos, la política europea que mantienen a 13.000 seres humanos, muchos niños, en el barro de Idomeni, es siembra de injusticia, dolor y odio que no podemos permitir, que tenemos que frenar, tanto la ciudadanía, como las instituciones locales, regionales y nacionales. A la decidida voz de “No en nuestro nombre, ni un día más, se acabó”.
Marquémonos objetivos concretos y conseguibles: parar en seco esta barbarie de la deportación y empezar por traer a España de forma inmediata los 17.700 refugiados que el Gobierno nacional ya había asumido ante la Unión Europea. Tal y como reclaman, unidas, siete autonomías, entre ellas Andalucía en el “Pacto humanitario de la Cooperación Autonómica por las personas refugiadas sirias”, al que esperemos que las demás se sumen enseguida.