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El Ministerio de Igualdad quiere abolir la Ley de Extranjería
Bueno, te cuento. Estas semanas, como sabes, entre todo el huracán que asola tanto al Gobierno como al PSOE, han salido a la luz unos audios por parte de Ábalos y Koldo (dos hombres cis todo sea dicho) donde parecen hablar sobre irse de putas, contratar trabajadoras sexuales o consumo de prostitución. Y, sumado a la remodelación de sus estatutos, esto ha resucitado por enésima vez elevada al cubo el debate sobre la situación de la prostitución en España y la cuestión sobre la abolición, con un matiz por parte de nuestra querida ministra de Igualdad: van a acabar con el problema de raíz.
Y claro, una se emociona. No te voy a mentir, me genera sentimientos contradictorios que sea por una situación como esta que se vayan a tomar medidas que garanticen los derechos de las personas migrantes, se vaya a respetar el derecho a la libre movilidad y la regularización de las personas que se encuentran actualmente en situación administrativa irregular. Además, esa contundencia y radicalidad va a promover un cambio en las relaciones diplomáticas y económicas con países del Sur Global y excolonias.
¡Ay! Tengo unas ganas de saber qué medidas laborales alternativas plantean, cómo van a mejorar el tejido laboral general de España, qué seguimiento y protocolos, y… ¿Por qué me estás mirando con esa cara? ¿No es acaso lo que ha dicho la ministra de Igualdad, Ana Redondo? Espera, espera, ¿cómo qué no?... ¡¿Qué?! ¿Qué dices? ¿Qué la ministra no va a tocar la Ley de Extranjería ni nada relacionado? Ah.
¿Qué dice que no tienen nada que ver? Ahhhh. ¿Qué la solución es volver a la tercería locativa? Ay.
El racismo inmobiliario se vería más legitimado y en aumento, lo cual expondría a miles de mujeres a una mayor marginalidad, una gran solución
La tercería locativa, otra vez. La que fuera uno de los motivos por los que no se aprobó la anterior propuesta, ya de por sí problemática, porque en vez de abordar la realidad de la patronal del sexo (bastante vinculada a sectores filofascistas), iba en el mejor de los casos tan sólo a aumentar y reforzar la clandestinidad de la prostitución. Es decir, sacar la prostitución de nuestra vista, como ocurre con ordenanzas municipales donde desde la lejanía y sin redes de apoyo, toda violencia está permitida.
Sin embargo, teniendo presente esta consecuencia de la tercería locativa, lo que iba a ocurrir también es que el racismo inmobiliario se vería más legitimado y en aumento, lo cual expondría a miles de mujeres a una mayor marginalidad, una gran solución.
Además, si bien he comenzado hablando de las políticas migratorias, también es importante destacar a quienes ejercen en el colectivo LGBTIQ+, especialmente las personas trans que, con una tasa de desempleo del 80% y en un contexto donde son punta de lanza para justificar retrocesos en derechos sociales, el ostracismo al que se pueden ver abocadas pudiera ser incluso mayor que el de las mujeres.
Oséase, que defendemos la prostitución como denigrante para las mujeres por la explotación que supone, en cambio en el caso de las trabajadoras domésticas o las temporeras no se encuentran en situación de explotación (y en ocasiones abuso sexual añadido) lo suficientemente importante porque no existe una cuestión moral de género. Y destaco lo moral porque tanto con las temporeras como con las trabajadoras del hogar existe un claro componente de género y origen, pero no parece urgente ni relevante cuando hablamos de dignidad, derechos laborales, sexuales y políticas de género.
Es pues esta propuesta una de que hay que acabar con la trata y la industria del sexo, prohibiéndola bajo el nombre de la abolición para seguir perpetuando dinámicas de exclusión social
Viendo cómo además este pasado sábado el mismo PSOE que pretende impulsar esta ley, bajo el mantra de que la raíz de las violencias machistas es la prostitución, es oportuno rescatar las palabras de Paula Sánchez Perera hace unas semanas acerca del punitivismo en el marco prohibicionista de la prostitución: “Impulsan ordenanzas que castigan a las mujeres, que sancionan el acceso a la vivienda de las trabajadoras sexuales o que perjudican a su entorno” […] “Para este tipo de gente, cuanto más clandestinas estén ellas, mejor, más pueden jugar al juego de darse de dignidad e importancia”.
Es pues esta propuesta una de que hay que acabar con la trata y la industria del sexo, prohibiéndola bajo el nombre de la abolición para seguir perpetuando dinámicas de exclusión social, dado que estas propuestas no son más que maquillaje que sostienen las lógicas patriarcales de disciplinamiento social: las dignas y las indignas.
Pretender implementar medidas contra la prostitución sin abordar las causas sistémicas que hacen una persona trabaje y sea explotada en la industria del sexo, no es más que una estrategia populista o la peor cara del asistencialismo. O quizás sea la falta de análisis sistémicos e interseccionales, pues tan sólo se habla de las consecuencias en las mujeres, sin analizar los contextos y recorridos de las mismas.