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Unidad a la andaluza
Ahora que tanto se habla de la unidad de la izquierda, son muchos y muchas las que ponen en valor Por Andalucía, una confluencia cerrada en el último minuto, y que consiguió un 7,7% de apoyos del electorado, cinco escaños en un Parlamento de 109. Un resultado, sin duda, modesto.
¿Por qué entonces se vende como un éxito? Porque de tanto repetir el mantra de la unidad parece que hemos terminado confundiendo el medio con el fin.
Cuando uno milita en una fuerza política lo hace con la esperanza de ganar, de lograr el máximo apoyo en las urnas para su propio partido. Las coaliciones, las confluencias, rara vez cristalizan en un proyecto propio y asentado, que trascienda al de las fuerzas que lo componen y no es ningún secreto que suelen hacerse ante el miedo a un mal resultado electoral. Apelar a la generosidad, al entendimiento, está muy bien. Pero también lo está el defender con pasión el proyecto de país que uno tiene.
Es cierto que existe una creencia generalizada de que el sistema electoral castiga la fragmentación. Pero esa afirmación descansa sobre la presunción de que todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas que nos votarían por separado, lo harían también si fuéramos en coalición. Y eso, es mucho suponer.
Parece que ha quedado borrado del recuerdo el millón de votos que Unidas Podemos perdió cuando Izquierda Unida y Podemos decidieron concurrir juntos a las elecciones generales del 2016, tras la disolución automática de las Cortes por falta de acuerdo para la investidura tras los comicios del 20 de diciembre de 2015. Y sí, han leído bien. Un millón de votos menos en apenas seis meses.
¿Por qué entonces ese fetiche de la unidad de la izquierda que no se da en la derecha? Para empezar, creemos, que parte de una premisa muy poco ambiciosa: la asunción de que hay muy pocos votos en disputa y siempre en el mismo sitio, el rincón de la izquierda, la izquierda a la izquierda del PSOE
Pero, por más que la historia nos quite la razón, está así asumido en el imaginario popular de la izquierda. Y con esos argumentos se obvia que, tras más de 35 años de gobierno socialista, la derecha alcanzó el poder en Andalucía cuando concurrió dividida por primera vez en tres fuerzas: Ciudadanos, Partido Popular y Vox. Será que el sistema D'Hondt no se les aplica a ellos. O que entran en juego otros elementos que algunos se afanan por no ver. Y nuestra responsabilidad es verlo y analizarlo todo.
¿Por qué entonces ese fetiche de la unidad de la izquierda que no se da en la derecha? Para empezar, creemos, que parte de una premisa muy poco ambiciosa: la asunción de que hay muy pocos votos en disputa y siempre en el mismo sitio, el rincón de la izquierda, la izquierda a la izquierda del PSOE. Como los votos en ese extremo son escasos en términos de porcentaje, la división acaba castigando. Y claro, es tan pequeño el espacio que algunas fuerzas correrían el riesgo de quedarse sin representación, perdiéndose esos votos.
Y no se repara en que, para alcanzar el poder, para lograr mayores apoyos, hay que salir del rincón. Cuando una fuerza tiene vocación de mayoría, cuando le habla al votante que comulga con sus políticas aunque no lleve todas y cada una de nuestras banderas, el rincón se nos queda pequeño. Y eso es lo que pasa con el frente amplio, con la coalición de todos, con la unidad de la izquierda. Que, sin quererlo, nos arrastra a ese rincón pequeño, donde los votos en disputa son tan pocos que se nos hace inalcanzable el gobierno. Que nos convierte en marginales. Y acaba produciéndose esa profecía autocumplida: que si no vamos juntos, no conseguimos casi nada.
Creemos que es más importante hablar de la Andalucía que merecemos. La Andalucía diversa y generosa. De color. Alegre y reivindicativa. Esa Andalucía que sabe que en lo público está la solución. Que no se resigna
Escribimos esto convencidas no sólo de lo que decimos, sino conscientes de que cada minuto que perdemos las fuerzas progresistas en hablar de nosotros mismos, no lo dedicamos a hablar de sanidad o educación, de dependencia, de políticas para la discapacidad. Y la derecha nunca pierde tiempo hablando de ella misma.
Pero lo hacemos desde la fuerza que nos da militar en un partido que tiene vocación de gobierno, de mayorías. Que pone los problemas ciudadanos por delante de las banderas. Que sabe que para gobernar hay que hacer concesiones y que en una tierra diversa y plural como es Andalucía y en un momento complicado como este, colocarte ya de partida en el extremo izquierdo del tablero nos condena a nosotros. Y lo que es peor, condena a los andaluces y andaluzas a seguir teniendo un gobierno de derechas.
Por eso, creemos que es más importante hablar de la Andalucía que merecemos. La Andalucía diversa y generosa. De color. Alegre y reivindicativa. Esa Andalucía que sabe que en lo público está la solución. Que no se resigna. Que tiene claro que nadie se salva solo. Una Andalucía que no comulga con un presidente que se disfraza de moderado, pero que defiende las mismas políticas que Ayuso. Aunque ese presidente lleve sus banderas y no las nuestras.