‘La muralla de los prisioneros’: así se construyó la línea defensiva del Estrecho con trabajo esclavo de presos republicanos

Cuando se cumplen 50 años de la muerte de Francisco Franco, siguen saliendo a la luz episodios desconocidos o poco divulgados de la posguerra y la dictadura. El cineasta José Luis Tirado (Sevilla, 1954) ha querido aportar su parte con el documental La muralla de los prisioneros, que se estrenará hoy, 27 de noviembre, en los cines Odeón Bahía Plaza de la localidad de campogibraltareña de Los Barrios. En esta cinta se narra cómo el régimen franquista empleó a 30.000 jóvenes prisioneros republicanos para construir lo que dio en llamarse la Muralla del Estrecho.

“Aunque la historia está muy localizada, este documental no tiene un planteamiento localista”, asevera el director. “Algo así puede surgir en cualquier lugar, pero al mismo tiempo es importante que revierta en el territorio, porque los habitantes de ese lugar son los depositarios de la memoria. Es importante que los vecinos sepan y cuenten a los que llegan como fueron las cosas. Ahora hay sectores que plantean que el franquismo no fue tan malo. Por eso lo primero que ataca el documental es la estrategia de la reacción, que empieza por descontextualizar”.

Contextualicemos, pues: fue con el final de la Guerra Civil cuando el bando sublevado, en el marco de la alianza con Hitler y Mussolini suscrita durante la II Guerra Mundial, trazó el Plan de Fortificación de la Frontera Sur con la idea de atacar la base británica de Gibraltar y controlar el tráfico marítimo. Un proyecto cuyos frutos forman todavía hoy parte del paisaje de la comarca: cientos de construcciones militares como búnkeres, nidos de ametralladoras, baterías artilleras, así como pistas militares, garitas, cuarteles y letreros de ‘zona militar’ permanecen incluso en zonas turísticas, siendo consideradas por muchos vestigios de la Guerra Civil española.

“Nada más lejos de la realidad”, apunta Tirado, “principalmente porque en esta parte del territorio español no hubo guerra. El golpe de estado de julio de 1936 triunfó inmediatamente, y lo que le siguió fue una práctica de represión y terror, no hubo enfrentamiento entre dos ejércitos. Y en segundo lugar, porque estas construcciones comienzan a realizarse desde 1939”. Algo ya sabido por los historiadores, entre los que sobresale la labor de José Manuel Algarbani, cuyas aportaciones han sido fundamentales para el documental junto a los testimonios de vecinos y supervivientes de aquellos Batallones Disciplinarios de Trabajadores, a los que se suma abundante material gráfico inédito.

Construir lo destruido

Siguiendo el relato de Tirado, tras la Guerra Civil el régimen de Franco establece diversas modalidades de represión, entre ellas los trabajos forzados en lo que se denominaría la ‘redención de penas por el trabajo’. “Durante el avance de las tropas golpistas era práctica reglamentada el exterminio total del enemigo (entendiendo por tal a todo aquel que no simpatice con el llamado Alzamiento), no dejarlos en la retaguardia, para no tener que alimentar y cargar con bolsas de prisioneros, a los que dedicar soldados de vigilancia, etc. Pero esta práctica de exterminio pronto llamó la atención de los corresponsales extranjeros destinados a cubrir las noticias de la guerra, con el consiguiente escándalo internacional, que mermaría simpatías hacia los sublevados. Y, sobre todo, por el pensamiento ‘pragmático’ de destacados religiosos de la orden de los jesuitas – Fernando Huidobro y José Agustín Pérez del Pulgar-, que más o menos vinieron a plantearle al Estado Mayor franquista la siguiente cuestión: si los matamos a todos, ¿qué mano de obra tendremos para construir lo que estamos destruyendo?”

En el caso concreto del entorno del Estrecho de Gibraltar, “la construcción de estas obras no obedece a un plan de obras civiles, sino a un Plan de Fortificación militar. El control sobre el Peñón y el Estrecho permitiría a Franco negociar con Hitler y Mussolini el reparto de las colonias del norte de África y reclamar para sí las colonias francesas de Argelia, Túnez y Marruecos”, agrega el director. “Otra singularidad de este fenómeno represivo es que el Campo de Gibraltar fue el lugar de mayor concentración de prisioneros de toda la España de posguerra; en un corto período de tiempo, desde 1939 a 1944, fueron usados 30.000 prisioneros, aproximadamente, como mano de obra esclava”.

Ni reconocimiento, ni reparación

Lo llamativo es que de aquellos 30.000 jóvenes enviados al Campo de Gibraltar y encuadrados en los Batallones Disciplinarios de Trabajadores, tanto los que murieron a causa del esfuerzo, el hambre, las enfermedades y el trato de los mandos militares (los historiadores llevan contabilizados solo en esta zona unos 600), como los que sobrevivieron, ninguno ha recibido un reconocimiento ni reparación por parte de los diferentes gobiernos tras la llamada transición democrática. “Este documental pretende ser un paso más para ese reconocimiento, junto a la labor de los historiadores”, subraya el director. “Sería necesario, además de la intención que hay de llevar este trabajo a los centros de enseñanza, informar del significado de estas construcciones mediante señalización adecuada al pie de cada una de ellas”.

Convencido de que en cada localidad española sigue habiendo historias soterradas como esta, rastros de represión y abuso que salen a la luz “con solo rascar un poquito”, José Luis Tirado considera que estos hechos se presentan a prueba de bulos y manipulaciones. “La Ley de Amnistía sirvió para que se autoamnistiaran los verdugos del régimen, y la transición también contribuyó a la amnesia. Pero hay también un movimiento memoralista muy potente que no lo va a permitir. Estoy convencido de que va a seguir adelante la verdad. Los hechos son verídicos y contra ellos los bulos no tienen nada que hacer”.