Cuando, allá por los primeros años 80, Antonio Fernández-Repeto empezó a concebir un festival de folklore junto a su amigo Manuel Granado, el año 2000 se imaginaba todavía como una utopía cibernética a la manera de las novelas y películas de ciencia-ficción. Estamos en 2025 y el mundo se ha llenado de avances tecnológicos, pero el viejo sueño de reunir en Cádiz músicas y danzas de todo el mundo sigue vivo. La 30ª edición del Festival de Folklore Ciudad de Cádiz se celebrará del 3 al 8 de septiembre… tras 14 años de silencio.
“Tanto Manolo como yo pertenecíamos al grupo de danzas Adolfo de Castro, y participábamos en festivales por toda España y el extranjero”, recuerda Fernández-Repeto. “Nos parecía que Cádiz, donde se vive tanto en la calle, era un sitio muy a propósito para hacer algo así”, añade. Buscaron financiación en la antigua Caja de Ahorros local, la Diputación provincial les proporcionó los alojamientos, el Ayuntamiento la infraestructura del teatro de verano José María Pemán y la logística para las convocatorias de calle… Y así nació un festival que fue una referencia durante casi tres décadas: “Por aquí pasaron compañías de cinco continentes, no solo de toda Europa y América, sino de sitios como las Filipinas, las Islas Cook… Creamos una asociación para organizar el festival, con su voluntariado, fue un verdadero maremágnum”.
Hasta que llegó la crisis. Varias aportaciones fundamentales de instituciones como la Junta de Andalucía o el Ministerio de Cultura se perdieron. La edición de 2012, la número 30, iba a ser sonada, pero acabó cancelándose por falta de músculo económico. “Trabajar para nosotros no era un problema, pero no podíamos embarcarnos en una deuda económica, que era a lo que nos abocaban las circunstancias”, explica Fernández-Repeto. “Fue duro y, de hecho, llevamos 14 años con la espinita clavada, hasta que hemos podido retomarlo este año” gracias a que “han sido los jóvenes que vivieron aquellos años los que lo han reflotado”.
Un lenguaje universal
Uno de esos jóvenes es la hija de Antonio, Elena Fernández-Repeto, que se recuerda de niña llevando las banderas en los desfiles del festival y bailando, y más tarde participando como voluntaria, publicista e incluso como parte del equipo médico. Junto a varios grupos de folklore de la ciudad –la Asociación de Danzas Folklóricas, el grupo Adolfo de Castro, la compañía flamenca de Carmen Guerrero y el grupo de danzas Cultivando el Arte– presentaron una propuesta a la Fundación Municipal de Cultura, que la acogió favorablemente. Gracias a ello, a lo largo de una semana desfilarán por el Baluarte de Candelaria y otros espacios de la capital gaditana grupos procedentes de Polonia, Italia, Argentina, Colombia, Venezuela y Senegal.
“Mantenemos el esquema central, con las tres galas en el Baluarte, así como el desfile inaugural y una cita llamada Ven a bailar con los grupos en la Plaza de España”, comenta Elena. “Antes los espectáculos eran más estáticos, ahora sabemos que hay que involucrar al ciudadano, de manera que lo invitamos a participar en convocatorias como esta, en una jam para que los músicos invitados compartan con los músicos locales, un vermú musical alrededor de las terrazas de la ciudad o una parte de actividades infantiles”, explica.
Para Elena, el valor de lo que el Festival de Folklore significa no ha cambiado nada en este decenio largo de parón forzoso. “Puede que algunas de estas danzas sean minoritarias, algunas solo las recuerdan los abuelos, pero ayudamos a proteger un patrimonio que de otra manera se habría perdido hace mucho”, asevera. “Es un legado cultural que se lleva a escena de manera vistosa, con coreografías cuidadas, pero manteniendo la esencia de su lugar de procedencia, con su ritmo, sus canciones… Y en el festival todo se mezcla, aprendemos unos de otros, porque la música es un lenguaje universal”, sostiene la hija del creador del festival.
La organizadora subraya también que lo que puede irse y verse en el festival está en las antípodas de esos productos de tipismo recalentado para turistas al uso. “Se trata de compañías genuinas, cuidamos mucho eso y pedimos que traigan vestuario tradicional, y música en directo con instrumentos auténticos, que todo sea lo más adecuado posible y fiel a la tradición”, garantiza Elena.
El mundo en casa
Esas manifestaciones siguen inmutables, pero la dinámica de los festivales sí han cambiado, y mucho. “Nosotros teníamos que encontrar la forma de ponernos en contacto con gente de Turkmekistán, de Mongolia, de Georgia, sitios que mucha gente no sabía ni que existían”, señala Antonio Fernández-Repeto, antes de añadir: “Recuerdo los problemas de gestión que suponía trabajar con el Telón de Acero, todo era una aventura. Y por supuesto, teníamos que intentar pillar compañías que hicieran gira por España, al menos durante un mes o mes y medio, para que les saliera rentable venir. Hoy es mucho más fácil acceder a los grupos a través de las redes, y a ellos les resulta mucho más fácil viajar”.
Cuando se le pregunta qué pinta un festival de folklore a estas alturas del siglo XXI, no duda en responder: “Ahora con un click puedes verlo todo, pero eso no significa que convivas con ello. El hecho de traerlos a tu casa propicia el intercambio cultural directo. Con las nuevas tecnologías consigues la información, pero la experiencia personal no puedes vivirla en tu teléfono o en la pantalla del ordenador”.
Padre e hija coinciden en despojar la noción de folklore de cualquier hojarasca ideológica: “A veces queremos darle un sentido político a todo, pero el folklore es una forma de cultura como cualquier otra, que todos podemos compartir”. Y “lo moderno se apoya con mucha frecuencia sobre la tradición, porque nadie crea sobre la nada”, dice Elena.
Antonio, por su parte, cree que sobre esto pesa “una leyenda negra, sobre todo en España, donde se considera algo promovido por el franquismo”. “Se olvidan de que en el mundo entero se celebran estos encuentros, y quienes los menosprecian denotan una falta de cultura general. La prueba es que en los 80, el progresismo puso mucha atención hacia la recuperación del folklore” y hoy, apostilla, “es gente joven, que no vivió la dictadura, quien ha recuperado el festival”.